lunes, 22 de diciembre de 2014

Acabando el año y no quiero...

Otro año se acaba y con él muchos meses… muchas personas que han pasado y cientos de momentos, algunos buenos y otros no tantos… Siempre suelo recordar o resumir todo lo que ha sido el año pero esta vez no será así… Este año me ha servido para saber qué es lo no quiero para el próximo, este año me ha servido, incluso para conocerme más a mi misma y ver que a veces, las circunstancias te cambian sin querer hacerlo.

No quiero que tantas cosas se vuelvan a repetir… No quiero sentirme perdida y con ganas de tirar la toalla en esas ocasiones en las que todo se te escapa de las manos. No quiero tener que levantarme cada mañana sin la ilusión de que otro nuevo día comienza. Un día que no va a ser diferente al anterior, ni al de mañana. No quiero sentirme angustiada, irritada, enfadada… No quiero sentirme abatida conmigo misma ni tampoco tener las fuerzas suficientes para seguir adelante… No quiero irme a la cama pensando y pensando…  No quiero volver a derramar ni una lágrima ante asuntos que no puedo controlar… No quiero sentirme mayor y llevar una vida que no me corresponde porque la edad ya me hace estragos. No quiero malgastar palabras con personas que no entienden ni son capaces de empatizar porque nadie quiere personas con problemas a su lado.

No quiero tener que fingir… No quiero tener que ponerme una máscara ante los demás porque resulta realmente frustrante y requiere un esfuerzo agotador. No quiero sentirme decaída y sin ganas de salir, yendo a los compromisos sociales sólo porque se trata de eso… De hacer acto de presencia. No quiero tener que callar pero me resulta más fácil qué explicar el motivo por el que estoy mal. Me resulta mucho más fácil callar que decir algo. No quiero enfadarme, no quiero discutir con las personas de mi alrededor… las más cercanas… De las cuales, algunas se preocupan y otras aparentan que les interesa. No quiero desconfiar de los más cercanos pero puedo contar con los dedos de una mano a los que son amigos de verdad. Porque es difícil encontrar personas entre tanta gente…

No quiero volver a ver a Antonio… No quiero… No quiero tener que oír de su boca palabras y frases que no me gustan… No quiero tener que darle la razón en asuntos que no soy capaz de reconocer. No quiero depender de él y negarme a acatar sus recomendaciones.  No quiero que me diga que valgo mucho… pero que no lo veo… No quiero que pasen los días e ir perdiendo la ilusión. Verme en el espejo y encontrar un reflejo de alguien que no soy yo… De alguien que no se valora… No quiero pensar que nada va a cambiar, que todo va a seguir igual. No quiero llorar por la noche, ni por el día… No quiero llorar. No quiero pensar que tampoco el próximo año será el que me pueda ir a Leganés, tranquila… Y lejos.

No quiero volver a dejar mi coche cerca de mi casa, bajar y comprobar que de nuevo tiene algo… Unos pinchazos, unos arañazos… No quiero saber nada de individuos que pertenecen a capítulos cerrados. No quiero ir por el barrio y cruzarme con determinadas personas que formaron parte de mi entorno. No quiero sentir miedo, inseguridad… No quiero sentirme desesperada ante muchas situaciones que me tocan vivir… No quiero sentirme sola por no contar lo que realmente me puede estar sucediendo. No quiero sonreír cuando no me apetece… No quiero mirar a ciertas personas a los ojos y saber que ellos observan que algo no va bien en mi. No quiero sentir la sensación de vacío en mi interior.

No quiero quedarme con los brazos cruzados ante la historia de Félix. No quiero hacer como que no me interesara y tratar ciertos temas como si fueran tabú. No quiero que, algunas personas cambien cuando hablan con otras o que, sencillamente, me sienta menospreciada cuando otros dan señales de vida. No quiero odiar las Navidades porque faltan muchas personas muertas y también vivas a mi lado en esas fechas.

No quiero juntarme con personas cuya única ambición es el dinero. No quiero decir que no puedo salir tanto como me gustara porque no tengo el suficiente dinero o dejar de ir a determinados lugares porque mi economía me lo impide. No quiero escuchar quejas sobre personas que cobran miles de euros delante de mí y menos aún, decirme que cómo puedo trabajar por el dinero que me dan. No quiero tener que oír eso… No quiero que me digan que el arroz se me está pasando porque, quizá es que yo no quiera tener hijos o que,  en tales condiciones económicas no es viable porque un hijo no se trae al mundo de cualquier manera. No quiero más entrometidos que tiren puyas y hagan daño de forma consciente o inventen sobre mi vida porque la suya es demasiado aburrida.

No quiero tener días malos… No quiero cansar a mis amigos hablando de temas ante los cuales no podemos hacer nada, sólo apoyarnos.  No quiero volver a discutir o a tener encontronazos con mi pareja por esas aplicaciones de mensajería instantánea llamada whatsapp que lo único que hace es que todo se tergiverse y de lugar a malentendidos, diciendo cosas que si fuera cara a cara no las diría.

No quiero, a fin de cuentas, sentirme igual… No quiero que este año que comienza sea igual que, este que va a acabar. No quiero… No quiero ver que nada cambia… No quiero ver que nada me espera y que sobre todo, que un 31 de Diciembre de 2014 no va a cambiar tanto con un 1 de Enero de 2015.

No quiero…  Pero sé que todo esto que no quiero se volverá a repetir…


domingo, 26 de octubre de 2014

Es ahí cuando te das cuenta...

Aún recuerdo aquellos días… aquellos momentos del pasado y de todas esas personas que conformaban, sin querer, mi  mundo. Un mundo que comenzaba…  Aún se me vienen a la cabeza recuerdos, instantes y sobre todo, comportamientos, que a medida que vamos creciendo o más bien evolucionando, van variando… ¿Cuántos de nosotros tenemos personas que nos conocen tanto que saben perfectamente lo que pensamos sin tener que decir apenas nada? ¿Cuántos de nosotros tenemos a alguien que se formó a nuestro lado y que a día de hoy sigue estando?

La vida avanza y las personas que vamos conociendo a lo largo del camino, también van variando… Quizá, no nos demos cuenta de cuánto hemos cambiado hasta que alguien, que de verdad, nos conoce, vuelve a aparecer. Alguien que ha pasado la infancia y adolescencia a nuestro lado… Alguien que, sin darte cuenta, te va recordando detalles de los que ni uno mismo tiene constancia.

Aquellos sueños e ilusiones… Aquellas ideas de lo que queríamos ser, aquellas ambiciones y convicciones de llevarlo, costara lo que costara, a la práctica. Aquella manera de entender la vida y con esas preocupaciones absurdas a día de hoy pero que por aquel entonces formaban y modelaban nuestras vidas.  Años compartiendo pupitre en un colegio. Años escribiendo cartas y cartas kilométricas a pesar de que, en un momento determinado, la distancia nos separó. Los primeros amores, las primeras decepciones… Las primeras injusticias o falsedades… Las primeras ilusiones y búsquedas…  En cierta manera, cada una sabía lo que quería y por circunstancias de la vida, el camino se separó. Pero la vida es caprichosa y por un motivo u otro, de repente, pasados los años, la vida, nos vuelve a juntar.

Es ahí cuando tú me reconoces a mí más que yo a ti. Es ahí cuando observo que he cambiado, pero no tanto como lo has hecho tú. ¿O quizá sí? No lo sé… Es ahí cuando hablamos de lo que nos hubiera gustado tener hoy en día pero que no lo tenemos. Es ahí cuando, me doy cuenta que tú recuerdas instantes y gustos que ya se han quedado en el olvido. Recuerdas la zona por la que vivía y que si la vida me lo permite, volveré. Recuerdas tantas cosas de mí… Y yo me pongo a pensar… Y recuerdo… pero no tanto… Recuerdo tus malas experiencias, recuerdo tus miedos, tus anhelos, tus luchas emocionales y hoy te veo, frente a mi. Distinta… Tan distinta… Seria, con las ideas claras y con ganas de retomar una amistad que empezó los primeros años de nuestra vida.  Miro en mi interior y lo cierto, es que yo también he cambiado pero no creo que tanto… La base de ambas sigue siendo la misma pero cada una ha ido madurando a su modo.

Quizá yo me vea más infantil… Dando una imagen más despreocupada, pero digo imagen porque esa no es la realidad. A ti te veo más seria… más centrada. Quizá también sea porque tu vida es menos caótica que la mía. Quizá sea porque tú sabes el camino por el que debes avanzar y yo, voy en zigzag, probando desviaciones del camino. O porque tú siempre has sido más segura que yo, a pesar, de las malas experiencias que la vida te ha puesto por delante. Pero de una forma u otra, te sigo reconociendo… Pero no conociéndote como antes.

Nos ponemos al día, de tu familia, la mía, de tu vida, de mi momento actual, de todo aquello que nos rodea. Nos miramos, hablamos y veo en tus ojos un interés por seguir o quizá, retomar esa amistad que a día de hoy la une tan sólo los recuerdos del pasado. Y miro al frente y me pongo a pensar, la gran cantidad de amistades que han pasado, pero que realmente, hoy en día, tenemos esa mala manía de llamar amistad a cualquiera que aparece y nos escucha un poco. Pero yo llamo amistad a esas personas con las que he compartido parte de mi vida, momentos duros y que me han ayudado a sobreponerme. Llamo amistad a personas que conocen mi base y que aunque, en el camino uno cambie, sigue estando ahí.

Estábamos distintas… pero es cierto eso que dicen… Es cierto que cuando alguien tiene una amistad muy fuerte con otra persona, por muchos años que pasen cuando te vuelves a reencontrar hay algo ahí… Hay algo que hace que por un momento vuelva a ser igual… Es ahí cuando te das cuenta de que, a pesar, de que las personas cambiemos o aparentemos, los que de verdad nos conocen y que sobre todo, son los que nos han visto crecer y han compartido día tras día las vivencias, son los que nos hacen reflexionar sobre lo que queríamos y éramos y lo que hoy tenemos o somos.

Lo cierto, es que no puedo evitar afirmar que ese día mi vida fue un poquito más feliz, porque retome el contacto con alguien que conoce mi base, que me conoce de verdad y que sobre todo, es alguien a quien sí que conozco casi desde que nací. Es alguien que me ha hecho pensar… Alguien que me ha escuchado y que forma parte de esas personas que siempre llevarás en el corazón y cuya amistad no se puede romper porque se creó en la infancia… Aunque a día de hoy, ya no seamos las mismas…


martes, 2 de septiembre de 2014

He decidido llamarte

En ocasiones, realizar o tomar una decisión requiere cierto tiempo… Requiere pensar bien las cosas y sobre todo, si dicha decisión trae consigo unas consecuencias. Aunque la verdad, es que todo lo que hagamos, digamos o intentemos tiene consecuencias en nuestro entorno, en nuestras personas más allegadas y a veces, hasta en nosotros mismos.

Hace un tiempo que llevo dándole vueltas a algo. Meses… Muchos días… Llegó el verano y se paralizó mi decisión con respecto el llamar a alguien.  En verano, las preocupaciones y los miedos parecen desaparecer y digo parecen porque, en realidad, siguen estando ahí aunque se hagan menos evidentes. El calor, el salir por ahí y sobre todo, el rodearte de gente generan cierta despreocupación… Pero luego vuelves a Madrid. A ese lugar al que llamo yo pesadilla. Lo llamo así, porque las cosas no han cambiado desde que me fui, porque todo sigue igual y porque a veces, cuesta mantenerse a flote en una sociedad en la que lo que importa es lo que eres… lo que importa es el dinero que ganas para poder gastártelo… lo que importa es contar al mundo lo bien que a uno le va…

Y la realidad, por mucho que me cueste aceptarla no me gusta. No me gusta porque no encuentro el espacio o el hueco que debería ya tener. No me gusta porque, a veces, no me quiero lo suficiente como para decirme a mi misma que algún día las cosas pueden cambiar. No me gusta porque para entender algo hay que vivir la situación… Nadie puede entender lo que supone un divorcio si no lo ha vivido. Nadie puede entender lo que significa tener un hijo si no lo ha experimentando…  Nadie puede entender la situación, el miedo, la desesperación o simplemente, la rabia llena de lágrimas de aquellos que día tras día intentamos ver una luz o un futuro y poder, hacer nuestra vida. Una vida que no sé ya si la propia vida nos lo ha puesto complicado para seguir adelante. Una vida donde la felicidad es un valor muy preciado… Una vida, que para ser sinceros, deja bastante que desear. Tengo grandes personas a mi lado que me dan ánimos y cariño, amigos que lo darían todo por mí pero el sentimiento pleno de lo que me gustaría vivir no lo tengo… No lo alcanzo y no sé tan siquiera si lo alcanzaré…

Miras para atrás… y ves, incluso, que la vida era más plena. Miras el presente y tienes cosas grandiosas, éxitos que has logrado pero que no te llevan a ningún sitio. Simplemente estás viviendo porque tienes la obligación de hacerlo. Unos te critican, otros se ríen y otros, ni se esfuerzan en entender nada. Pocos son los que te dan la mano para después ofrecerte el brazo. Hay gente que te apoya, te mantiene a flote pero a veces, ni aún con su apreciada ayuda, es necesario para atisbar cierta esperanza en el día de mañana. Miro el futuro y no veo nada… O si lo veo es seguir estando como estoy con más años… Con más peso y sobre todo con desilusión por no poder ni rozar aquello que necesito, que anhelo y que jamás, llegará.

Es la única faceta en la que me siento vacía… un vacío tan grande que me genera inseguridad en mí misma, que me provoca temor y que hace que yo misma cambie… Que cada día tengo la sensación de… sentirme más perdida en un laberinto cuyo final no encuentro. Pero esto es una pequeña realidad de mi vida que afecta al resto... Que ya no consigo logros de ningún tipo que me hagan sentirme, incluso orgullosa de mi misma. Y nadie, aunque demuestre la calidad de su vida está exento de preocupaciones o miedos. Ninguna vida es perfecta… Ningún ser humano vive bajo una luz de seguridad infinita aunque la mayoría intente dar esa imagen…

Y por eso… porque todo pasa factura, porque la desgana, la impaciencia y los terremotos internos hacen que tal día como ayer, descolgara el teléfono… Que me acordara de una persona que, quizá me ayude a recordar lo que puedo volver a ser… Porque a veces no hace falta tocar fondo para darse cuenta que caes en picado sin paracaídas que frene el golpe final…  


martes, 29 de julio de 2014

Mi ignorancia, mi felicidad.

Hace unos días, me levantaba temprano como cada mañana. Hace unos días pensaba sobre lo que tengo o no tengo, sobre lo que he tenido o lo que he perdido… Hace unos días, reflexionaba sobre mi vida y más particularmente, sobre la felicidad. Me hacía esa pregunta o me dio por pensar en ello cuando llegas a casa, y te pones cómoda. Cuando llegas a casa y te quitas todo aquello que te hace realmente ser tú. Es decir, te muestras tal y como eres… Sin la máscara, que a veces, hay que dar a los demás. Sin la máscara que lleva consigo una sonrisa, a veces, forzada. Una máscara que desprende una imagen que no es la real. Que no es la que siento.

Me puse a pensar… miré en mi interior y me di cuenta que cada persona, cada individuo y es más, cada ser humano, tiene una concepción diferente de la palabra felicidad. Los miedos, las angustias y el no saber qué pasará mañana es algo que va quitando peldaños hacia la meta de la felicidad. Siempre he dicho que la vida es un cúmulo de esferas, las cuales deben estar completas para poder sentirte entero, para no sentir un vacío que se extrapola al resto de las esferas y que, obviamente, influye. Quieras o no, siempre influye.

El miedo, esa emoción negativa, ese sentimiento que a unos paraliza y a otros, hunde… La angustia, eso que hace que genere nerviosismo y que, añadido a la falta de seguridad en uno mismo, hace que se vaya haciendo cada vez mayor. Todos hablamos de nosotros, todos decimos que estamos bien, en la mayoría de los casos a no ser que hablemos con personas muy cercanas… Pero y ¿la verdad? ¿La realidad? 
Todos, absolutamente todos, tenemos miedos… Tenemos incertidumbres y nos sentimos perdidos en alguna ocasión o en varias a lo largo de nuestra vida. Y no es que uno sea menos fuerte sino que la acumulación de las emociones negativas dan lugar, con el paso del tiempo, a desconfiar, incluso de uno mismo.

La vida avanza… los sueños se caen… el entorno te empuja… las palabras se clavan… y cuesta, y mucho, poder verse por dentro… Poder recordar aquellas cosas buenas. No me gusta depender de nadie… No me gusta. No me apetece ponerme a pensar y tan siquiera hablar de determinadas cosas… Ya no me apetece…  

Observas…  te comparas… y ves que no puedes llegar o no has logrado ni por asomo aquello que en el pasado pensabas. Aunque parezca ridículo, me miro al espejo y ya no veo a aquella chica de años atrás llena de ambiciones, de expectativas y de ganas por luchar. Ahora veo a alguien que ni siquiera reconozco. Ahora veo que yo también he cambiado… Que todos cambiamos a lo largo del tiempo. Que son muchas las personas las que hablan de uno y pocas las que, realmente, se interesen. Que son muchos los que te preguntan para curiosear y sé que al escribir esto aquí me vuelvo vulnerable… Pero la verdad es que ninguna vida es perfecta a pesar de que, por desgracia, haya tantas personas que intenten aparentar esferas que llevan vacías desde hace tiempo siendo su mayor preocupación el reflejo material y popular que pueda desprender en el resto…

Con esto, quiero decir que como persona que soy cuento con emociones negativas que pasan por mi cabeza, por momentos felices que me hacen sentirme bien, con compañías que me hacen recuperar durante esos instantes la confianza en mí misma, y sobre todo, siento todo esto porque estoy viva… con días buenos y malos. Con días peores y mejores. Con días que necesito más constancia en mis pensamientos pero al fin y al cabo, días que debo vivir a veces bien y a veces, mal.

Y es por eso por lo que también ayer cuando acudí al médico para los resultados de unas pruebas, dicho médico me propuso una opción de conocer la probabilidad de desarrollar una enfermedad cuyo nombre desde hace ya 5 años me da pánico pronunciar… En mi interior pensé… Mi ignorancia es mi felicidad… A veces el mejor estado de la vida es ser un ignorante o aparentar serlo… Es decir, ponerse una máscara que hace que todo de cara a la galería parezca mucho más fácil…


miércoles, 2 de julio de 2014

Días y días...

A medida que va pasando el tiempo y sobre todo los años, es cuando vamos conociendo a las personas. Vamos conociendo la verdadera identidad del ser humano, vamos viendo lo qué hay alrededor y lo que es peor, la valoración que otros hacen de nosotros mismos.

La sociedad sin querer y debido a las exigencias actuales, obliga a valorar a las personas por lo que tienen y no por lo que son, realmente. ¿Cuántas veces hemos oído que alguien merece más respeto porque desempeña la profesión de cirujano o que alguien sale con un abogado? ¿Cuántas veces se pregunta qué es o no es una persona? ¿Cuántas veces la sociedad por no desempeñar un papel o un rol laboral te deja atrás y careces de valor humano porque no produces, porque no tienes una función específica? ¿Cuántas veces te encuentras con personas que albergan una prepotencia absoluta porque consideran tener cierto poder por el desempeño de su profesión? ¿Cuántas veces alguien te descalifica con aquello que más daño te puede hacer?

¿Cuántas? Y en todo esto, hay que recordar que más allá de lo que uno gane, de lo que uno tenga, del coche que se haya comprado o la casa más ostentosa que podía tener hay algo más detrás…  Me voy dando cuenta cómo el ser humano está cuando quiere estar y con quien quiere estar. 

Sin querer o de forma inconsciente ponemos etiquetas a  las personas: Pedro “el médico”, Lucía “la arquitecta”, José “el taxista”, Manolo “el albañil”… Los definimos por su profesión, pero ¿y aquellos que actualmente se encuentran parados?  ¿Aquellos que encima de estar como están deben aguantar palabras malsonantes y recibir mofas y puyas? ¿Qué pasa con esos? Es muy fácil descreditar con palabras como “el parado”, “el vago” o “el que no hace nada”. Me doy cuenta que hoy en día valores como la belleza, el materialismo o simplemente, la arrogancia son los que más prevalecen.  

En cambio otras cualidades como la escucha son las que apenas existen. Es más, ¿por qué hoy en día se ha producido el auge de los psiquiatras? Miro a mi alrededor y en cuestión de días, he podido ser consciente de que personas que desprestigiaban y llamaban “locos” a esos profesionales resulta que llevan años yendo a sus consultas y ocultándolo… Miro a mi alrededor y veo que existen personas que sin apenas tener confianza son capaces de contar sus mayores penas y decepciones… Miro a mi alrededor  y me encuentro a mi misma escribiendo en mi blog pensamientos… Opiniones y sensaciones. Mías sólo mías.

Y ¿por qué lo hago? Porque muchas veces, siento esa necesidad de expulsar todo aquello que me ahoga por dentro. Porque detrás de cada entrada. Detrás de cada palabra o frase hay algo más. Porque hay veces que la situación y lo que llevas dentro y te aflige se va de las manos y necesitas expulsarlo.

Hace unos días me fui al pueblo… A mi pueblo. Navafría. Y lo hice para despejarme, para despreocuparme unos días del agobio, del insomnio, del miedo y sobre todo, de la incertidumbre de muchas de las situaciones de mi alrededor que me hacen sentirme ahogada. Miro a mi alrededor y hay veces que me cuesta interpretar cierto papel de esperanza o de seguridad. Y no es que no pueda hablar de ciertos temas, pero sí que es verdad que cuando hablo de ellos, no puedo evitar llorar. No puedo evitar ocultar la desesperanza que ya se alberga en mi interior. Y cuesta… Cuesta mucho… Cuesta demasiado no querer hablar de ciertas cosas pero también cuesta callarlas porque el arrastre se va acumulando.

Intento disimular, que no se noten los malos días. Y si esos malos días están, simplemente me callo y espero a que el día siguiente sea mejor que el anterior.

Es decir, en muchas ocasiones, existen días donde los nervios están a flor de piel y otros donde la templanza prevalece. Pero de una forma u otra, aunque existan personas que ayudan y apoyan, porque las hay, es cierto, que cuesta poder expresar con palabras las emociones y las reacciones ante burlas o palabras hirientes de los otros que se encuentran en esferas diferentes. No hablo de prepotencia… No hablo de comportamientos, simplemente hablo de días malos en los que callas porque para qué añadir más palabras a días que deseas que pasen pronto. Días en los que notas que no encuentras un lugar donde ubicarte en la sociedad en la que estás obligado a vivir. 

Días y días…


martes, 17 de junio de 2014

Pero lo hago por él...

Sin querer, a medida que vamos, creciendo, o más bien haciéndonos adultos, vamos interiorizando una serie de normas, de valores, de creencias que serán las que nos orienten y las que, a su vez, nos hagan tomar un camino u otro. A veces, no somos conscientes de cómo nuestro pasado o lo que experimentamos nos afecta para las decisiones futuras. A veces, una persona por las acciones que haya realizado puede interferir en la valoración o la estima que hasta conocer, la verdadera realidad, tengamos de ella.

Y cuando conocemos la verdad, cuando sabemos lo qué ocurre y lo que está sucediendo, cuesta bastante fingir o escenificar un comportamiento normal o adecuado ante dicha persona. Cuando estás delante de alguien de quien no esperabas estar, cuando tienes que saludar, acercarte y dar dos besos a alguien a quien no deseas hacerlo… Cuando tienes que mirar a esa persona a los ojos de una manera que ya no es la misma… Cuando habla y por dentro estás pensado “¿por qué lo estás haciendo?”.

Miro sus ojos, su expresión y su carácter nervioso y con cierta ansia de libertad. Por otro lado, le veo a él… Delgado, muy delgado… Con los ojos tristes y sobre todo, hay algo en él… Está distinto… Resignado y noto, que dolido. Le veo a él y a ella. Les observo y no sé cómo comportarme.

Me cuesta por ella, me cuesta porque intento disimular que no me da pena la situación, intento disimular que no pasa nada pero es evidente que algo se nota en el ambiente. Es evidente, que ya no es lo mismo y por él, por ser quien es, hago verdaderos esfuerzos por intentar que mi cara no evidencie el verdadero sentimiento que por dentro me alberga esa mujer. Por el daño que está causando y tengo que hablar con ella, delante de él. Tengo que entender que él la sigue queriendo y que aunque se vaya… lo seguirá haciendo. Tengo que entender que será la última vez que, quizá la vea.

Me gustaría hablar con él sin que ella estuviera. Me gustaría entender el razonamiento de ella, de su actitud, del motivo real porque si de algo estoy segura, es que él no se lo merece. No es justo… Pero el amor es caprichoso, el amor es impredecible… El amor, como está visto, siempre acaba haciendo daño. Pero esa no es la realidad, no es el amor el que hiere, sino las personas que juegan con él sin tener en cuenta las consecuencias de sus actos. Son las personas las que se enamoran y desenamoran. Son las personas las que deciden si luchan o no por alguien con quien han decidido pasar el resto de sus días. Son las personas las que, a fin de cuentas, perdonan o esperan. Y existen amores que esconden verdaderas sorpresas en su interior, existen amores que se caen de la noche a la mañana y que desde fuera, era algo impensable. De tenerlo todo, pasan a no tener nada.

Llega el momento de la despedida… Noto la cara de él… Compungido, también quizá, disimulando pero lo cierto es que la presencia de esa mujer me roba las energías de mostrarme natural. Hablo y le miro a él. Hablo y le sigo mirando a él. Hablo y desplazo mi mirada hacia ella para forzar mi naturalidad. Hay más personas implicadas y es una situación desagradable para mí. Me siento que fuerzo la maquinaria de una forma sobrehumana porque si me mostrara tal y como me siento, ni me molestaría en mirarla a la cara, pero lo hago por él, porque él vino con ella y porque, es evidente que sigue enamorado a pesar del dolor y de la angustia que por dentro está experimentando.

Tan sólo un “Cuidaros” se me ocurre para la despedida. Le hubiera dicho otra cosa… Le hubiera dicho “Cuídate” porque él es el reflejo físico del malestar emocional que la incertidumbre y el miedo, se están alojando.  Me meto en el coche y siento pena… Y por otro lado, rabia por tener que mantener las formas ante acciones de una mujer que no tienen justificación alguna. Pero lo hago por él… Porque el amor, a veces, no se entiende…




martes, 3 de junio de 2014

No mires atrás

El tiempo avanza para todos. El tiempo es el que hace que las heridas se curen o que cicatricen. Heridas que aunque parezca que se hayan sanado, pueden en cualquier momento volverse a abrir. Heridas que han costado mucho cerrar y que yo creía, que no volverían a intentar abrirse.

Todos pasamos por sucesos complicados, por momentos que quisiéramos no haber vivido o por situaciones que hemos tenido que experimentar y que al no depender de uno mismo, no quedaba otro remedio que vivir, sufrir y aprender a perdonar. Digo esto último porque es lo que, a veces hay que hacer para seguir adelante aún no estando de acuerdo con las decisiones de personas a las que quieres muchísimo.  
Cada uno ocupa un rol en la familia, cada uno debe desempeñar las conductas que se esperan y cuando eso no ocurre, cuando eso se trastoca y cuando tienen lugar temblores arquitectónicos que tocan los pilares del cariño y las expectativas, del futuro y del día a día, es cuando uno empieza a sentir cierto dolor por dentro. Y no se entiende igual ahora que años atrás. No se tiene, en mi caso, la misma madurez emocional que hace 12 años podía tener. Y no tengo la misma visión, ni tan siquiera hubiera reaccionado igual ahora que antes.

Y todo esto ha vuelto a salir y me ha hecho pensar, me ha hecho sacar recuerdos que antes estaban enterrados. Y todo porque aunque parezca mentira, las mismas historias que uno vive, pueden repetirse en otras personas. Lo peor es que se trata de personas demasiado cercanas, de personas que llevan mi sangre y cuya historia, aunque me cueste reconocer me toca bastante el corazón. 
Lo hace porque me veo reflejada y no sólo yo, en todo aquello que ahora mismo, ellos están viviendo. Lo hace porque los mismos sentimientos, emociones y sensaciones que otras personas experimentamos, allí también están sucediendo.

Hablamos de compromiso, de fidelidad y sobre todo de futuro. De no abandonar a las personas que uno quiere, de no tirar por la borda algo que ya se ha construido desde hace ya años… De no sentirse solo, de no querer desprenderse de muchas cosas que pueden ser una carga y que, se supone, que un día se construyó con una gran ilusión. Son vivencias, son decepciones y son mentiras que se van acumulando a lo largo del tiempo  y sobre todo, a personas con las que uno se casa, con las que uno tiene pensado pasar el resto de sus días y con las que se tienen hijos.

Reconozco que no podré volver a ser la misma con el sujeto que hoy está generando dolor porque hay cosas que en mi escala de valores no pueden entrar. Me duele el recordar algo que ahora mismo está sucediendo de forma similar. Me duele volver a sacar a la luz imágenes que tenía tapadas y que me ha costado mucho hacerlo por ser la persona que era y porque todo se supera pero no se olvida…

Y todo lo que está sucediendo me hace sentirme ausente y también esquiva si en un futuro tengo que volverme a encontrar con individuos que carecen de ética, de moral y que a los que, sobre todo, no tengo por qué aceptar ni tan siquiera perdonar nada porque, la diferencia está en que aunque su situación haya removido viejos recuerdos del pasado que se asemejan con su realidad actual, yo he perdonado a quien de verdad he querido y porque sobre todo soy parte de su sangre.  

Lo cierto, es que resulta complicado y mucho descubrir como poder hablar de esto… Resulta complejo mirar atrás y sorprenderse de cómo lo que uno vive puede ser algo que otras personas, en otro momento de su vida, vayan a experimentar. Porque lo cierto es que nadie se encuentra exento de que le puedan hacer daño y no pensar, que a uno ciertas cosas, no le van a suceder jamás porque muchas de nuestras vivencias no dependen de nosotros sino de las personas con las que compartimos nuestras vida y el dolor que nos puede producir los daños colaterales que otros hagan.

Sólo espero que esos recuerdos se vuelvan a enterrar y que nadie me pida que vea a esa persona que, hoy está haciendo daño a alguien, que la estime de la misma manera que hasta hace unos meses lo hacía porque, aunque quisiera no podría… Porque odio la mentira y el dolor que todo ello genera…  Porque admiro el compromiso y sobre todo, la verdad.


Por todo esto, no quiero seguir mirando atrás…


martes, 29 de abril de 2014

Por sus actos les conocerás

Muchas veces, es con el paso del tiempo, cuando vamos conociendo a las personas. Sabemos en nuestro entorno quienes son aquellas personas en las que podemos confiar, aquellas a las que sólo contamos parte de nuestra vida, aquellas con las que lo pasamos bien para salir o incluso, otras, que aunque nos decepcionen seguimos estando ahí. Personas, al fin y al cabo. Personas humanas con defectos y virtudes. Personas como también lo soy yo. 

He avanzado con respecto a muchas materias en mi vida, he madurado, he reflexionado sobre lo que quiero o no quiero y me he apartado de muchas personas. Ya fuera por motivos de la vida o porque cuando vamos observando vemos, a veces cosas, que no nos gustan. Pero aunque la vida no se desarrolle como uno quiere, es necesario aceptarla tal y como viene. Cada uno es dueño de su vida, cada uno actúa conforme a lo que de verdad quiere y sobre todo, cada uno vive la vida de una manera que puede no gustarle a los demás. Son formas de vivir, de progresar y con esfuerzo, de madurar.

No digo que yo haya sido ni muy buena ni muy mala, simplemente me he comportado cada día de mi vida como de verdad lo he sentido. He experimentado una gran sensación de emociones, algunas muy intensas y otras, un tanto superficiales pero sea como sea, las emociones hay que aprender a controlarlas y sobre todo cuando se trata de las negativas. La rabia, la ira o quizás, la venganza son algo que hay que saber gestionar. Yo reconozco que no soy capaz de sentir odio hacia nadie, independientemente del daño que me hayan podido hacer pero sí que es verdad que existen personas que no son capaces de superar esas emociones negativas.

Y digo todo esto, porque me siento un poco enfadada… Sí, enfadada porque, a veces pasan cosas, que vienen y te hacen recapacitar sobre la vida. Te hacen pensar sobre el sentido que tiene que alguien venga y por cuestiones que no voy a explotar aquí, decida pinchar dos ruedas con una navaja. Me hace recapacitar porque si así la persona que lo ha hecho se siente mejor para sacar o exteriorizar su rabia o similar… Bienvenido sea, pero considero que las formas no son las adecuadas para ciertas edades. Se supone que las personas vamos madurando, avanzando pero está visto que existen otras que se quedan ancladas en mundos paralelos. Se trata de un coche, sí… Se trata de unas ruedas pinchadas… sí… Pero detrás de eso, hay mucho más. Y lo cierto, es que no me siento mal ni me causa resquemor pero sí que me fastidia con respecto al ajetreo que supone.

Me gustaría poder expresarme mejor, me gustaría poder decir más sobre el asunto pero no lo haré… No lo haré porque no quiero y sobre todo, porque no hay que darle más importancia al tema. Pero si quien lo ha hecho pensaba que podría dolerme, tengo que decir que me causa indiferencia, no así con respecto al desembolso económico que supone pero sí con respecto al suceso en sí. 

Actualmente, me encuentro en un momento bastante pleno en el que tengo todo lo que necesito con respecto a mi faceta de felicidad e ilusión. Me siento a gusto con la vida que llevo, con las personas que están a mi alrededor, con la persona que me acompaña, con mi familia… Y aunque a veces he encontrado piedras en el camino, ya me he encargado yo de coger fuerza para apartarlas y seguir dicho camino. Y si esa misma piedra vuelve a salpicar, ya tengo un muro construido para que no pueda ni tan sólo arañarme por mucho que se empeñe...


martes, 15 de abril de 2014

Dejando que me lleve la corriente...

Cuando somos jóvenes tenemos ilusiones, ambiciones, expectativas y sobre todo, ganas de luchar y de esforzarnos. Cuando somos jóvenes nos comemos el mundo, podemos con todo lo que nos  venga, pero eso cuando somos jóvenes…  Pasan los años y creemos que no envejecemos. Pasan los años y creemos que la vida pasa lenta… Cumples 20 años y todavía no te paras a pensar en lo que te espera. 
El único cometido y objetivo es estudiar, aprobar para el día de mañana sentirte orgullosa por haber perdido el tiempo en algo que, a día de hoy, considero absurdo. Recuerdo como me lo decían algunas personas de mi alrededor. Recuerdo que me aconsejaban dejar los estudios porque no valían para nada. Recuerdo que yo plantaba cara y muy orgullosa seguía ahí, pensando que merecía la pena… Pensando que no perdía el tiempo y pensando que estaban equivocados. Por aquel entonces, yo creía en mí.

Sigues cumpliendo años… Sigues creciendo con tus ilusiones porque no has salido al mundo real. En cierto modo, estás entre algodones. Estudiando, sacándote un dinero bajo un estado perpetuo de becaria durante años y saliendo y entrando con las mismas personas. Ilusa en cierta manera porque sigo recordando aquello de “el día de mañana vivirás debajo de un puente” y yo me negaba… Empezaba a tener mis dudas pero seguía convencida de mis creencias. 
Era lo que yo quería y aún con ciertas carencias en ciertos niveles de comprensión, debido a que el entorno va cambiando, pero porque la vida avanza, llega un día en el que estás a punto de cumplir 30 años. Una edad cargada de falta de ilusión, de motivación y de angustia por el día de mañana.

Da igual que fueran 29 o 30 pero el hecho es que cuesta mucho entender las emociones que pasan por mi cabeza. Emociones de decepción conmigo misma, por sentirme anclada en muchos aspectos, por sentirme ahogada y no poder salir a la superficie para respirar. Me siento con 30 años y con las manos vacías. 
Siento como ha ido pasando el tiempo y he perdido la confianza en mí, he perdido la motivación por pensar que de verdad, el día de mañana tendré algo de lo que quiero o sueño. Mis 30 años son exactamente igual que mis 20 con la diferencia de que antes aún creía en mí porque no conocía la realidad.

Me siento sin nada, me siento aunque suene un poco duro, pesada… Me siento hasta mayor porque para mí el 18 de Abril no será algo bueno… He perdido muchas cosas por el camino y he llevado la contraria a personas, que ahora, me doy cuenta, que estaban en lo correcto. He perdido mi tiempo… Y tengo miedo de que nada vaya a cambiar… Me angustia el futuro porque no veo nada en él con respecto a una estabilidad laboral. Todos tenemos esperanza pero, ¿esperanza en qué? ¿En encontrar trabajos temporales? ¿En encontrar seguridad durante unos meses? ¿En encontrar trabajos que niñas de 18 años tendrían que estar haciendo? Aunque suene cruel, yo no había estudiado para esto… 

A mí no se me avisó de que tanto esfuerzo y tanta lucha y discusión con otras personas, daría como resultado lo que hoy tengo, que es nada. Quizá, para otras mujeres, su motivación sea ser madres o tener hijos, la mía no es esa…O al menos, ahora. La mía es poder mantenerme por mí misma y poder vivir sintiéndome plena en todas las esferas de mi vida.

Estoy hablando del tema laboral y de la carga emocional y el sentimiento que me genera. La vida de cada uno de nosotros está formada por diversas esferas. Algunas las tengo llenas pero otras no… Tengo una persona a mi lado que me brinda lo que necesito, tengo a mis padres, tengo amigos que me ayudan desinteresadamente pero en toda vida siempre hay cosas que afectan y que con el paso del tiempo, se hacen más pesadas.

El tiempo sigue avanzando y la falta de autoestima sigue estando patente. Intentas disimular que las cosas van mejor de lo que son en realidad. Tienes malos días en los que ves, que de nuevo, la angustia está al otro lado y prefiero callar ante los demás porque son temas que hacen que me ponga a llorar. Son temas que me afectan de tal manera que prefiero fingir que estoy bien antes de evidenciar que me aterra seguir dando tumbos y no saber, la mayoría de las veces, como encauzar mi vida. 

Mientras tanto, seguiré con mis trabajos peores o mejores, seguiré con mi sonrisa, con ese papel que muchas veces interpreto de que estoy mejor de lo que en realidad estoy. Seguiré dejando que me lleve la corriente…




jueves, 3 de abril de 2014

Cada día que pasa

Desde hace unos días tenía la intención de escribir de nuevo… Desde hace unos días quería hacerlo pero lo cierto, es que he esperado un poco hasta encontrarme mejor.

Hace una semana que me operaron de una hernia inguinal y la verdad es que, aunque pueda parecer que estoy bien o que voy haciendo progresos, mi paciencia con respecto a esta operación se está agotando. Mi aprensión hacia las heridas y notar como el tapón y la malla que llevo dentro me hace sentir acartonada junto con la insensibilidad de parte de mi ingle derecha debido al gran número de terminaciones nerviosas que pasan por ahí y que para introducir la malla han cortado, me hacen sentirme en estos momentos bastante intranquila. Pinchazos por dentro, imposibilidad de agacharme, andar de una manera lenta, no poder coger absolutamente nada de peso y menos aún conducir, me hacen sentirme, ahora mismo, bastante inútil. Es una forma de sentir… Cada día que pasa voy caminando un poco mejor pero me desespera que esto avance tan lento… Me cansa tener que pedir ayuda para cambiarme o no poder abrir la puerta de mi portal por lo dura que está y tener que solicitar que alguien, en este caso, mis padres, bajen y la abran.

Muchas veces pasan cosas que nos sirven para conocernos mejor. Y es por eso, por lo que en estos días he sido consciente de partes de mí que, de verdad, no atisbaba a adivinar. He podido darme cuenta de mi actitud ante situaciones que no soy capaz de controlar y con esto me refiero a las curas diarias… Cada día me mareo cuando veo esa herida con grapas que, la semana que viene, ya me quitarán. Cada vez que me quito esa gasa pegada a ambos lados de la herida y tiro del esparadrapo de papel empiezo a notar una sensación de angustia y no me puedo controlar. Veo eso… y me mareo. Y me lo provoco yo misma  porque la mente es demasiado poderosa. No puedo o más bien no quiero verlo… Ahora puedo admirar a esos cirujanos que son capaces de cortar y de hurgar dentro de las personas para sanarlas… Admiro su frialdad porque es algo que yo sería incapaz de hacer… Creí que no era así… Creí que esto lo iba a llevar mejor… Pero también tengo miedo de que en el lado opuesto salga otra hernia… También tengo que controlar el estreñimiento y ponerle fin y también echo de menos rozarme con mi dedo por la parte de la ingle derecha y sentir algo… Es una sensación tan rara…

Además, me miro al espejo y tengo todo el abdomen inflamado… Gases y otras cosas más… Y los días pasan y me gustaría que fueran más rápido. No me gusta estar así… No me gusta nada… Tengo muy poca paciencia para estas cosas…

Lo cierto, es que he de decir que ha sido mi primera operación. La primera vez que paso por algo de esto. Y si tuviera que destacar que es lo que ha sido lo peor lo tendría muy claro y eso fue el estar despierta durante la operación y oír a cada unas de las personas que allí estaban. Escuchar cuántos centímetros tenían que cortar… Opinar sobre la hernia… Exclamar sobre el colón o dar indicaciones sobre los puntos de sutura internos.

Los días pasan lentos… La simple risa, estornudos o tos me provocan unos pinchazos insoportables y el mundo sigue girando. El mundo no se para nadie. Agradezco enormemente a todas esas personas que se han preocupado o que han preguntado en algún momento por mí en todos estos días de atrás. Lo tengo muy en cuenta y es algo que llena. Las personas que han estado, bienvenidas han sido.
Seguiré con laxantes, analgésicos, fármacos para los gases y otras cosas más… Deseando de verdad, que dentro de poco pueda moverme de la forma en la que me gustaría… Deseando que los días avancen porque en otras esferas de mi vida tengo mucha paciencia, pero por lo que respecta en temas médicos, no tengo ninguna… 


Pero si algo bueno he sacado de esto, es que me ha permitido conocerme más a mi misma. Sé que puede resultar un tanto absurdo o irrisorio pero he sido y soy consciente de lo nerviosa que me he vuelto, del poder que tiene la mente para somatizar ciertos miedos y sobre todo, de valorar los pequeños movimientos que el cuerpo realiza cada día y de los cuales, muchas veces, no somos conscientes. Detalles mínimos que hacen que también veamos el mundo  de otra manera. 

Cuando pasan cosas así, cuando paramos nuestra vida y nuestro mundo con respecto al de los demás, somos capaces de observar la rapidez y las prisas con las que la mayoría de la gente se mueve… Prisas que hasta hace una semana yo también tenía pero las cuales he tenido que rebajar. Dar un pequeño parón y ver que hay muchas cosas que se escapan por querer ir tan rápido… Eso es algo que esta semana he podido aprender.


martes, 25 de marzo de 2014

¿Te puedo hacer una pregunta?

A lo largo del día hablamos con determinadas personas que nos pueden conocer desde hace ya tiempo… Con personas que son nuestros amigos, con personas que forman parte del entorno laboral o con personas con las que pasamos gran parte de nuestra vida. Personas, al fin y al cabo, que pueden conocer nuestras manías, nuestros gustos o incluso, nuestra forma de ser. Estamos acostumbrados a relacionarnos con los demás y cada uno de nosotros es quien decide qué parte quiere dar a conocer y cuál no. 

A lo largo de la vida, nos topamos con buenas y malas personas, con otras que son más fuertes y otras menos, con unas que nos ayudan de manera incondicional y otras que sólo están ahí por el interés. Nos vamos forjando, nos vamos modelando. Todas nuestras experiencias nos valen para ser lo que hoy en día somos y de todo el mundo, se aprende algo. De todo nuestro alrededor somos capaces de asimilar algo que nos puede valer para un futuro.

Y todo esto lo digo porque hace escasas horas tuve una conversación con alguien. Una conversación que fue más que eso… Una conversación que me dejo impactada, anonadada y aún más, me hizo pensar en cómo soy y en lo que puedo trasmitir a los demás. Esta sensación no la tendría sino fuera porque con la persona con la que hablé era una desconocida en cierta manera. No sabía apenas nada de mi vida y menos aún, de mis miedos y de mi forma de ser. Fue capaz de averiguar mucho más de lo que yo puedo conocerme a mí misma. Fue capaz de indagar en mi interior de una manera que me sobrecogió. Fue una sensación rara. Una sensación que vino a raíz de un “¿puedo hacerte una pregunta?”. 

Miré su cara y no esperaba que a través de la contestación de esa pregunta fuera capaz de saber tanto de mí… Preguntas y más preguntas… Y todas con una misma respuesta… Un sí. Unos consejos y unas palabras que me rondan por la cabeza. Una conversación de esas que hacen aprender. 
Existen personas que tienen una energía y algo, que no sabría cómo expresar, que  te dan una lección moral. Una conversación que me ha hecho pensar… que me ha hecho darme cuenta de cosas que quizá, antes no veía. Y sobre todo, porque viene de alguien que puede ser completamente objetiva conmigo puesto que no existe ningún tipo de vínculo emocional.

Y todo esto, ha venido a raíz de hablar de algo que próximamente tendrá lugar… Una conversación que se inició con algo que ya está al caer pero que derivó en algo distinto. Para algunos no será nada, otros se preocuparán lo justo y los más cercanos se molestarán en perder parte de su tiempo para preguntarme. Algo tan simple como puede ser un estreñimiento se ha convertido para mí y digo para mí, en un gran problema, en algo que no he podido controlar y que ha desembocado en algo físico. El hecho de tener que pasar por quirófano para paliar las consecuencias de mi estreñimiento es algo que no esperaba. Es algo que, puede volverse a repetir y es algo, que aunque deseo que no pase, sé que es muy probable que vuelva a suceder.

No tengo gana alguna de que este jueves me pongan una malla compresora en el intestino para que éste no se salga de su sitio. No tengo gana alguna de estar tomando laxantes para poder paliar el maldito estreñimiento que se ha convertido ya en un problema mayor. Puede ser que haya personas que les resulte gracioso o hasta anecdótico pero para mí no lo es… Para mí se está convirtiendo en un castigo, en una lacra física que está ahí, quiera o no quiera… Y me da miedo, sí… Me da miedo, haber llegado hasta este punto. Me da miedo que algo que ocurría de forma ocasional haya derivado ya en algo importante. En algo que no depende de mí.  En algo con lo que tengo que convivir y que las personas más cercanas, sabían ya de antemano mi imposibilidad ante la evacuación.

Y fue a través de esta explicación cuando esa persona descubrió mucho más de lo que me hubiera gustado. Acertando, en cada una de sus palabras… Traspasando mi muro y mi coraza de una forma que hasta ahora, de forma tan rápida nadie había hecho…


jueves, 6 de marzo de 2014

La mirada que delata

Hace algún tiempo que no duermo… Hace algún tiempo que tengo unos dolores de cabeza que no me dejan situarme. Hace ya unos cuantos días que mi carácter se volvió irascible porque mi cabeza o más bien, a veces, mis pensamientos no me dejan descansar. No me dejan habituarme a muchas de las situaciones que tengo que vivir a mi alrededor. Intento que no se me note. Intento que las cosas no me afecten de una manera tan profunda pero es inevitable, a veces, ser vulnerable.

Mi escudo, mi coraza se desmorona y eso se me nota… Quizá, viva momentos que no quisiera, que desearía con todo mi corazón no tener que estar viviendo. Pero la vida viene como viene y todos, somos el fruto de un pasado, somos el producto de las decisiones que un día tomamos.

Miro a mi alrededor, observo y hay muchas cosas que no me gustan. Me voy a la cama y no consigo conciliar el sueño… Acudo al médico para que me ayude, para que me brinde algún medicamento que me dé un empujón para poder, al menos, descansar unas horas. Lo hace y ahora, cada noche, siento como si necesitara de manera apasionada una pequeña dosis de descanso inducido… Ya no me despierto tantas veces pero sí que he conseguido dormir de un tirón cerca de 5 horas. Unido a eso, el dolor de cabeza no me deja… Parece que se ha instalado en mí de una forma odiosa… Un dolor de cabeza, que me da miedo… Un dolor de cabeza que temo, se convierta o más bien, se desarrolle en unas migrañas con aura. Por eso, estas semanas otros tantos medicamentos me acompañan junto al azúcar. Y debiera estar ya acostumbrada a lidiar con esas punzadas incesantes que aparecen en mi cabeza… 

Llevo desde los 18 años conviviendo con ello pero no me acostumbro porque cuando tengo épocas malas con respecto a la cabeza, me limita socialmente. Me limita en el sentido de que no tengo tantas ganas de salir o de mostrarme animada. Me limita en el sentido de que no puedo dar tanto como quisiera y no puedo disfrutar de las cosas como me gustaría. Me limita en el sentido de que me cuesta mucho mostrar una sonrisa cuando por dentro siento martillazos craneales. Me desespera muchísimo que los dolores de cabeza me estén rondando. Me desespera aún más, que llegue la noche y no pueda descansar o que el insomnio haya decidido quedarse por un largo tiempo…

Nunca he sido de mucho dormir… Nunca… Siempre me ha costado bastante conciliar el sueño y soy de fácil despertar ante cualquier sonido que oigo pero, sí que es cierto, que no necesito tantas horas de sueño como otras personas para poder llevar a cabo las actividades diarias o cotidianas. Cada noche al irme a dormir, me tomo una infusión que me relaja o calma… y después, una ayuda extra que me hace dormir unas cuantas horas de una forma consecutiva.

Quizá, sea mi forma mi ser… Probablemente tenga que ver conmigo… Con mi personalidad porque a medida que he ido creciendo me he vuelto más cerrada en el sentido de que todo aquello que me ocurre me lo voy comiendo yo sola… No me gusta pedir ayuda y aún menos, reconocer que tengo días malos en el sentido moral pero si algo nos delata a los seres humanos, sobre todo a  mí, es que mi cara es el espejo del alma. Y solamente con mirarme a los ojos se sabe si estoy bien o mal, si estoy contenta o triste, si estoy mintiendo o diciendo la verdad, si quiero hablar de algo o intento evitarlo… La mirada es algo que a todos, aunque no queramos, nos delata de una forma sorprendente.

A través de la mirada expresamos, muchas veces, cosas de las que no somos conscientes. Podemos manejar la expresión corporal, podemos memorizar comportamientos y posiciones pero los ojos y la forma de mirar no es algo tan fácil de controlar. No es algo que se pueda manejar.

Y eso es, en la mayoría de las ocasiones, donde las personas que me conocen descubren mi verdadero interior en ese momento preciso. Sólo deseo, ahora, que el insomnio y ese pájaro carpintero que me ronda en la cabeza, decidan pronto, marcharse de mi lado… Y esto será algo, que indudablemente, se me note en la mirada…



miércoles, 5 de febrero de 2014

Será él... el que, siempre, decida.

Hay muchas veces que no entiendo lo qué sucede… Hay otras tantas que no me queda más que acatarlo y resignarme. Es lo que llevo haciendo desde hace ya un tiempo, es lo que llevo viendo desde que tuve uso de razón.

Te cuentan, te dicen, te comentan pero hasta que no te paras a observar, hasta que no decides mirar de frente no ves la realidad tal y cómo es. Cuesta y mucho, dar la razón a alguien que desde hace años me veía mostrando algo que no quería aceptar o al menos, lo evitaba. Pero con el paso del tiempo es cuando se ven las cosas, es cuando sale la verdad y es cuando puedo atreverme a decir que no me queda más remedio que aceptar las cosas tal y como son. Nunca he hablado de esto… Nunca… Porque siempre en cierta manera, era lo que se esperaba de mí.

Ha habido algunas situaciones que se me han ido de las manos, algunos momentos en los que debería haberme callado y no buscar mi sitio como deseaba de verdad que me dieran sin tener yo que exigirlo. Otras veces esperaba que mi opinión valiera más que la de él o que se me tuviera un poco en consideración. Veía que nada valía y que sólo él estaba ahí. No quiero mostrarme rabiosa o quizá, decepcionada. Simplemente, veo una realidad que no debería ser así. No debería tener él más peso, no debería estar en muchísimas ocasiones, por encima de mí. Pero es que las cosas no deberían ser cómo son y como siguen siendo.

He creído que ella estaba equivocada pero me he parado a pensar, he oído y visto sobre todo, miradas que me han hecho ya callarme para siempre. Existen comportamientos que nos delatan, reflejan nuestros verdaderos actos y es en esas situaciones límite cuando se puede comprobar cómo uno es de verdad.

Le han educado, le han sacado adelante y le han dado una vida que de otra forma, no hubiera podido tener. No le envidio o quizá, ya no sé ni qué pensar… Quizá nunca pueda llevar la vida que él tiene, quizá nunca pueda experimentar la aprobación absoluta sin explicaciones y lo más seguro es que no me quede más remedio que aceptar mi sitio, que no es otro que el de mantenerme al margen, el permanecer en el banquillo. No entiendo por qué tiene que manejar todo, no entiendo por qué motivo se toma atribuciones que no van con él. No entiendo tan siquiera por qué no respeta lo que hace años tenía que haber estado ya respetando. Y hace ya bastante tiempo que cambié, que me mostré ausente y que sobre todo, miraba y veía a alguien que acaparaba toda su atención de una forma que no denota más que su poca compresión de valores.

La vida pasa y con ello, el papel que cada uno tiene en los círculos. Se avanza, se toman decisiones pero siempre en conjunto, no de forma independiente. Estos meses que vienen de atrás han sido los que sobre todo me han abierto los ojos. Me resigno. Le miro cuando él hace e impone decisiones y no entiendo por qué es capaz de hacerme callar y a él no. No entiendo por qué a él le deja campo abierto para actuar como quiere y cuando se trata de mí, la cosa cambia. No entiendo muchas cosas y otras tantas que me han hecho mucho daño.

He callado también muchas otras por evitar situaciones desagradables que no harían más que generar daño y sobre todo en esos momentos. Esto es algo que sé que, por mucho que pase el tiempo, siempre va a ser así… Porque siempre lo ha sido y porque no veo que nada ni siquiera el cambio de las circunstancias han hecho que él, por una vez en su vida, se ponga o me deje a mí el lugar que desde hace tantísimo tiempo, me ha quitado.

A veces me duele… A veces me callo y nunca hablo de esto sino es con esa persona que entiende y comprende que si alguien quiere de verdad establece prioridades con respecto a las personas que de verdad deben estar… Pero ya he visto tantas cosas… Que simplemente me resigno a seguir aceptando que él siempre estará por encima, que yo me limitaré a mirar y a callar y no exigiré lo que también es mío… Quizá no debería hablar así… Quizá debería callarme como llevo haciendo siempre pero por otro lado, sí que tengo derecho porque de quién estoy hablando realmente es de ese que es mi hermano. Es de alguien que me ha costado muchísimo aceptar el puesto que ocupa, pero será siempre mi hermano mayor el que esté ahí…Un hombre maduro, casado y con una hija. Pero que aunque me ha costado entenderlo y también callarlo comprenderé que será  él, el que haga y deshaga. Será él… el que, siempre, decida.



martes, 7 de enero de 2014

Hoy hace de esto casi cuatro años... que sigues luchando!

Otro año más estamos en el día de Reyes, pero este día  es muy  distinto que el de años anteriores,  ya que las circunstancias ni son las mismas, ni las ganas debido a los acontecimientos sucedidos.
La incertidumbre y el miedo es algo que por mucho que se intente dejar a un lado, en el día a día, no se consigue ya que la mente es débil y en situaciones como estas, nuestra mente, sin querer, llega a controlar los pensamientos, tendiendo siempre hacia expectativas negativas y llenas de pesimismo. 

Pero no debemos dejar que eso ocurra porque todavía tienes mucho que aportar, todavía tienes muchas cosas que vivir y muchas sensaciones que experimentar día tras día.  Quizá, en este tiempo se te habrán pasado las cosas más atroces y terroríficas por la cabeza, ya que ante situaciones de tal tipo, no sabemos cómo reaccionar, pero a medida que pasa el tiempo, hay que ser consciente de la situación, hay que aprender a valorarse y sobre todo, a valorar lo que tienes a tu alrededor.

Antes vivías cada día del año como uno más, en el que los acontecimientos se sucedían de forma parecida sin pararte a pensar, a lo mejor, en los pequeños detalles. Antes, quizás, llegabas a discutir por cosas que carecían de importancia pero que en aquel momento las considerabas como ofensivas… pero ahora eso habrá cambiado puesto que no sabes lo que tienes hasta que estás a punto de perderlo… Pero en esta ocasión, no va a ser así, ya que tienes que confiar en los médicos y en sus palabras. Tienes que confiar en que hay un mañana que vas a compartir con todas aquellas personas que tienes a tu alrededor y que tanto te quieren, no se trata sólo de tu familia, sino de todo tu alrededor y entorno. Eres una persona que irradia entusiasmo, que emana alegría y que tiene ganas de vivir y eso, a pesar del miedo que tienes, lo llevas en tu ser.

No estás solo en todo esto y debes seguir adelante. Es normal que tengas algunos días mejores y otros, en los que te derrumbarás. Es lógico, que ahora los días pasen muy lentamente y que, por el contrario, te niegues a que se acerque el día de los resultados. Miles de pensamientos rondarán por tu cabeza, pero tienes que pensar que esto no es el final.

Estas navidades han sido momentos duros que no te esperabas, pero gracias a esos días, si Dios quiere y así, espero que sea, podrás compartir mucho tiempo más cerca de mí y de mamá, de la abuela y de tu hermano, de Iván y de Juan, de Luis y del Tío Jose… de toda esa gente que formamos parte de tu vida. Todavía te quedan muchos veranos en Navafría y caminatas al Nevero y al Chorro. Todavía te quedan por ver muchas exposiciones en el Prado y en el Canal de Isabel. Todavía te quedan muchos días en los que me verás con mi mal humor y otros, en los que llore o tenga que estudiar. Todavía te queda por ver mi proyecto de fin de carrera y la realización de mi proyecto laboral en las residencias de ancianos… Todavía te quedan muchas cosas que ver y que hacer a mi lado y al de mamá.

Así que no debes rendirte y dejar que tu mente se venga abajo, porque te digo muy claro, que vas a deber mucho a ese médico que te dijo que te hicieras las pruebas y que, además, va a hacer que puedas seguir adelante. Dicen que la ignorancia da la felicidad, pero en estos casos, doy gracias a ese médico, de que esta ignorancia no siguiera su cauce, porque entonces la situación sería otra.

Sólo recordarte que te quiero mucho y que tienes a muchas personas más a tu alrededor que también te quieren y que tienes que pensar que esto va a ser el principio de un nuevo nacimiento. Habrá un antes y un después, pero ahora valorarás más las cosas y esos pequeños detalles que antes no alcanzabas a ver. Ahora seguirás con tu vida pero llena de pequeñas emociones y sensaciones que antes pasaban inadvertidas porque habrá un mañana después de todo esto que estás pasando.

Un besazo enorme de tu hija que tanto te quiere.

6 de Enero de 2010