miércoles, 21 de diciembre de 2022

O nos hacemos a ella o puede con nosotros...

Otro año más que está a punto de finalizar y con él, espero que un sinfín de emociones negativas que deseo con todas mis fuerzas que se lleve consigo. Pero si nos ponemos a pensar, todos creemos que el corte del 31 de diciembre al 1 de enero marcará un nuevo momento o algo así, porque depositamos esperanzas o ilusiones en algo que sólo lo divide una fecha. El fin de un año y el principio de otro… Pero, por qué las cosas van a cambiar? Qué pasa el 1 de enero para borrar todo lo que no nos ha gustado del año anterior? Realmente es absurdo, pero sé que este año sólo quiero borrarlo de mi mente. Hay cosas sobre las que hablaré aquí pero que no volveré a hacer en ningún otro momento porque se trata de un resumen, pero eso no quiere decir que aún no me duela.

Este año, mi año, ha estado marcado por dos acontecimientos que me han hecho sentirme muy débil y desubicada. Que me hacen ahora mismo sentirme perdida y encima, dar la apariencia ante los demás, de que ya está todo mejorando. Pero es que de nada sirve quejarse o repetirle a los demás ciertas cosas cuando no les afecta. Todo el mundo está demasiado ocupado en que le escuchen y no en escuchar a los demás. Por eso, los días han ido pasando entre miedos, incertidumbre y sobre todo, desconfianza en el futuro, en el día de mañana o en las posibilidades que la vida me pueda brindar. 

Tengo miedo, sí, esa es la palabra. Miedo, quizá irracional que me paraliza muchas veces, que me hace sentir de menos, que me hace valorarme poco, que me bloquea, que me hace llorar muchas veces y que sobre todo que no sale de mi cabeza. Que se ha instalado en mi y hay días que insiste en manifestarse con más fuerza y otros, en quedarse quieto. Pero lo cierto, es que ese miedo vive conmigo todos los días y aunque quiera echarle, no quiere irse.

Este año ha estado marcado por dos asuntos que son prioritarios en una vida y esos han sido, salud y trabajo. En estos dos ámbitos he recibido malas noticias, que siempre, bajo el prisma de los demás, no es para tanto. Pero ojo, que cuando algo más mínimo le sucede a los demás, parece que se paraliza el mundo. Estoy cansada de promesas y de frases hechas de personas que luego se derrumban a la mínima en sus vidas. Todos tenemos miedos, pero algunos sabemos esconderlos y fingir mejor que otros.

Tengo miedo a que algo se pueda volver a repetir en cualquier momento en temas de salud. He pasado buena parte del año pegada a una jeringa de heparina. He llegado a estar muy cansada de la situación, del miedo en cada consulta, de la evolución… Incluso, tengo que reconocer que algunos días, he pensado en no pincharme por el cansancio, porque sólo se trataba de un parche que no iba a arreglar nada porque el problema seguía estando y sigue estando… pero tengo que decir que lo único que me ha motivado a hacerlo y a lidiar con esta situación es mi hija. Ella me da la fuerza para pensar que al final del túnel hay una luz que hará que deje de tener miedo en este asunto. 

Hay días que me resigno e intento pasar de todo pero hay otros que me atemorizan. Aún recuerdo, aquella consulta de mayo en la que tenía revisión y entré llorando. Sólo tenía ganas de desaparecer y no hablar con nadie. Ese mismo día, encima, me habían despedido.

Y esto lleva al segundo asunto que me ha marcado y me ha destrozado a nivel personal y con mi proyecto de vida. Me despidieron de la noche a la mañana y por supuesto que pueden hacerlo, claro que sí, pero eso no quita para que en ese momento me sintiera en un abismo, me sintiera perdida y que pensara que no era justo porque las cosas no se hacían así. En realidad, estaba furiosa con las circunstancias, con las maneras y conmigo misma. El problema era que el sitio donde trabajaba formaba parte de mi pasado y que tenía sentimientos de aprecio y cariño hacia esa empresa, hacia ese lugar y lo que es peor, hacia las personas que allí estaban y habían trabajado. 

Por eso el batacazo fue tan fuerte para mí. De tenerlo todo pasas a no tener nada. A sentirte sola y vacía. Reconozco que el problema ha sido mío porque un trabajo es un trabajo y no debe ser nada más. Pero también, mi padre me enseñó muchos años antes, a sentir ese cariño hacia ese lugar, así que en cierta manera, él también me ayudó a encariñarme y en consecuencia, tiempo después a sentirme tan mal y a decepcionarme con la situación. Es cierto, que de haberlo sabido no hubiera tragado con muchas cosas ni con determinados compañeros. De haberlo sabido me hubiera comportado de otra manera y con otra actitud. Han sido varios años allí y cuando ha sucedido esto me he sentido realmente devastada, sola y perdida. Muy perdida.

Hace meses era incapaz de poder hablar de cómo me sentía porque no podía, porque era imposible... porque comenzaba a llorar sin parar... Ahora ya puedo hablar de esto pero me siento igual de perdida porque de nada vale pensar en el futuro o tener algún proyecto personal confiando en que el trabajo va a ser el sustento cuando realmente, el futuro depende de otras personas que ocupan otros puestos superiores. Personas que tendrán las cosas más fáciles que sus empleados, a día de hoy.

Y aquí me encuentro, terminando el año, un año que pedí que fuera mejor de lo que ha sido. Un año lleno de movimientos sísmicos que me han hecho cambiar, que me han agriado el carácter, que han hecho desconfiar de mi valía y que me han hecho alejarme de muchas personas. Sin querer las circunstancias nos hacen cambiar sin nosotros quererlo. Sin esperarlo, las cosas suceden y todo lo que teníamos planeado, un día, ya no se puede realizar y aunque me está costando adaptarme a la situación, eso no quita para que algunos días parezca que tenga fuerza y otros que mis ganas desaparezcan.

Y como todo en la vida, sólo las personas que han pasado por la misma situación saben lo que supone. Porque a todo el mundo le gusta mucho hablar, quizá más a aquellos que no se han puesto en los mismos zapatos y es por eso, por lo que prefiero muchas veces callar antes que perder el tiempo con esos comentarios sacados de los libros de autoayuda o de esas estúpidas frases positivas de las tan vendidas tazas de desayuno.

Y es que la vida va en serio… y hay una cosa que está muy clara y es que, o nos hacemos a ella aunque no queramos o la vida puede con nosotros…

La pena de todo esto es que, hasta que no tengamos los mismos miedos, no seremos capaces de entendernos.


 

lunes, 8 de agosto de 2022

La culpa de todo esto

Podemos tener muchos planes, muchas formas de ver la vida, de entenderla e incluso de asimilarla, pero si algo está claro es que no depende de nosotros la evolución de dicha vida. Nos preparamos, vamos conociendo a personas que nos acompañan, algunas de forma temporal y otras, indefinida, hacemos planes, manejamos las situaciones que independientemente de que nos gusten más o menos, pero vamos tirando o lo que es lo mismo, cumpliendo pequeños objetivos que, después de habernos dado, obviamente, algunos choques que nos han dejado heridas y cicatrices y que en su momento nos parecían incurables, pero que nos permiten seguir andando o incluso, cojeando y con determinadas mochilas emocionales en nuestras espaldas.

Pero el problema surge cuando no sucede una vez, ni dos, ni tres… sino que es una constante. Que la vida es una y qué jodida y cruel puede ser a veces. Pasamos del amor a la rabia en cuestión de segundos. Pensamos que a nosotros nada de lo que a otros les sucede en cuestiones de dificultades, nos puede pasar. Será que pensamos siempre que somos diferentes. Pero la realidad es otra. La realidad es que da igual los planes que hagas o lo bien que te pueda ir en determinados momentos porque luego cuando menos te lo esperas, todo se desmorona. Todo se va a la mierda. Y como seres humanos que somos, intentas cuestionar o justificar las acciones que van sucediendo en tu vida. Tienes muchas cosas buenas, por supuesto, pero hay otras que de repente, puedes volver a revivir. Y es ahí cuando entran los miedos, cuando da igual lo que hagas o dejes de hacer durante unos meses porque la desgana, la apatía y la decepción estárán presentes. 

Y así me encuentro yo ahora mismo... Sin rumbo fijo, perdida o más bien intentando mantenerme a flote con mis fluctuaciones emocionales. De repente, siento que he vuelto al pasado, me encuentro en la misma situación, pero con más años y con otras responsabilidades.

Con esto quiero decir que este año está siendo muy malo, realmente asqueroso y podría mostrarme más emocional pero no me sale, no tengo tacto ahora mismo para ello. Quizá porque al final ves que mostrarte humana no vale para absolutamente nada. A nivel de salud, he recibido algún palo que me ha hecho caer en picado, disgustarme de forma increíble, pasar de algo que puede ser fortuito a convivir con ello. Y sobre todo a tener miedo.

A nivel de trabajo, podría comentar muchas cosas pero creo que no seria conveniente dejarme llevar por el momento que ahora mismo estoy atravesando. De tenerlo todo he pasado a no tener nada. De tener estabilidad he pasado a tener incertidumbre y un miedo atroz al futuro. Un día lo tienes todo y al siguiente… al siguiente, sólo tienes decepción.

No quiero verme envuelta en la misma situación de años atrás, de resignarte y ser consciente de que todo lo que pueda pasar a partir de ahora no será más que ir dando bandazos de un lado a otro. No quiero tener que lidiar con mis pensamientos durante demasiado tiempo porque es una lucha constante entre lo que pienso y lo que es el día a día. Mis temores, esos que no me permiten valorarme como debería porque ya no sé realmente si lo valgo.

Que cada vida es diferente, por supuesto, pero la angustia que cada persona pueda experimentar sólo la conoce quién lo está viviendo. Que de nada vale que te den consejos cuando no han caminado con los mismos zapatos porque puedo afirmar que yo he sido la primera que lo ha hecho y es ahora, cuando me doy cuenta de esa realidad. Nada es lo que parece y que la imagen que uno proyecte sobre su entorno social puede ser muy diferente a lo que, dentro está sintiendo. En mi caso, me resulta más fácil disimular que dar explicaciones de los sentimientos verdaderos que me rondan actualmente.

A lo mejor son etapas, no lo sé, pero me gustaría creer que lo serán o al menos eso quiero desear porque de lo contrario, entraría en desesperación.

A día de hoy nos enseñan a ser fuertes, a poder con todo, a sobrevivir en una sociedad donde la lealtad es temporal, donde los amigos son circunstanciales y el amor algo interesado… La sociedad nos dice cómo actuar y qué contar… Y te replanteas tantas cosas… Tantas que la vida misma te parece tan injusta… Que tengo demasiado caos en mi cabeza como para poder aclarar mis propias ideas. Todos pasamos épocas difíciles, por supuesto, pero ahora mismo me encuentro parada, sin ganas de andar, en un cruce de caminos y no sé cuál escoger.

Lo cierto, es que vas sumando años y a través de las experiencias se aprende. Las cosas te duelen cuando suceden pero ya no te disgustas tanto como antes, te duele, sí, por supuesto, pero al día siguiente te levantas porque tienes que hacerlo, porque tienes que seguir, porque da igual que tu vida se pare en seco, ya que el resto de las vidas siguen avanzando. Lo mismo sucedía cuando la mía avanzaba y la de otros se estancaban. Hay que seguir sea como sea y aunque haya días muy malos siempre hay personas que te hacen creer en ti y ver un poco de luz a tu camino.

Hay muchas cosas de las que no me apetece hablar porque no vale de nada hacer planes porque la realidad es la que es y en esta vida hay personas que no cuentan con las facilidades que otros cuentan y no queda mas que resignarse que cada cual tiene lo que tiene, que las cosas no van a cambiar y que lo más que se puede hacer en determinados momentos, es no ahogarse y mantenerse firme como una boya en el mar, que no se mueve pero tampoco se hunde.

Que lo más probable es que la culpa de todo esto lo tendrá mi debilidad e incomoda sensibilidad. Me gustaría ser de otra manera, ya lo he dicho muchas veces y quizá sí que me haya vuelto más fría, práctica y sobre todo selectiva pero aún me queda mucho camino que recorrer con respecto a determinadas fortalezas pero de una forma u otra, lo más importante es intentar tener pensamientos positivos y no dejarme llevar tanto por lo que pueda encontrarme en el futuro y si no puedo con ello, intentar parar mi mente en seco. Pero como bien es sabido una cosa es la teoría y otra la práctica… 

 Y es que aunque suene redundante, cada uno tiene que intentar vivir su vida día tras día y que un pequeño logro conseguido para uno puede no suponer nada para otros, pero lo importante es seguir adelante...