martes, 25 de marzo de 2014

¿Te puedo hacer una pregunta?

A lo largo del día hablamos con determinadas personas que nos pueden conocer desde hace ya tiempo… Con personas que son nuestros amigos, con personas que forman parte del entorno laboral o con personas con las que pasamos gran parte de nuestra vida. Personas, al fin y al cabo, que pueden conocer nuestras manías, nuestros gustos o incluso, nuestra forma de ser. Estamos acostumbrados a relacionarnos con los demás y cada uno de nosotros es quien decide qué parte quiere dar a conocer y cuál no. 

A lo largo de la vida, nos topamos con buenas y malas personas, con otras que son más fuertes y otras menos, con unas que nos ayudan de manera incondicional y otras que sólo están ahí por el interés. Nos vamos forjando, nos vamos modelando. Todas nuestras experiencias nos valen para ser lo que hoy en día somos y de todo el mundo, se aprende algo. De todo nuestro alrededor somos capaces de asimilar algo que nos puede valer para un futuro.

Y todo esto lo digo porque hace escasas horas tuve una conversación con alguien. Una conversación que fue más que eso… Una conversación que me dejo impactada, anonadada y aún más, me hizo pensar en cómo soy y en lo que puedo trasmitir a los demás. Esta sensación no la tendría sino fuera porque con la persona con la que hablé era una desconocida en cierta manera. No sabía apenas nada de mi vida y menos aún, de mis miedos y de mi forma de ser. Fue capaz de averiguar mucho más de lo que yo puedo conocerme a mí misma. Fue capaz de indagar en mi interior de una manera que me sobrecogió. Fue una sensación rara. Una sensación que vino a raíz de un “¿puedo hacerte una pregunta?”. 

Miré su cara y no esperaba que a través de la contestación de esa pregunta fuera capaz de saber tanto de mí… Preguntas y más preguntas… Y todas con una misma respuesta… Un sí. Unos consejos y unas palabras que me rondan por la cabeza. Una conversación de esas que hacen aprender. 
Existen personas que tienen una energía y algo, que no sabría cómo expresar, que  te dan una lección moral. Una conversación que me ha hecho pensar… que me ha hecho darme cuenta de cosas que quizá, antes no veía. Y sobre todo, porque viene de alguien que puede ser completamente objetiva conmigo puesto que no existe ningún tipo de vínculo emocional.

Y todo esto, ha venido a raíz de hablar de algo que próximamente tendrá lugar… Una conversación que se inició con algo que ya está al caer pero que derivó en algo distinto. Para algunos no será nada, otros se preocuparán lo justo y los más cercanos se molestarán en perder parte de su tiempo para preguntarme. Algo tan simple como puede ser un estreñimiento se ha convertido para mí y digo para mí, en un gran problema, en algo que no he podido controlar y que ha desembocado en algo físico. El hecho de tener que pasar por quirófano para paliar las consecuencias de mi estreñimiento es algo que no esperaba. Es algo que, puede volverse a repetir y es algo, que aunque deseo que no pase, sé que es muy probable que vuelva a suceder.

No tengo gana alguna de que este jueves me pongan una malla compresora en el intestino para que éste no se salga de su sitio. No tengo gana alguna de estar tomando laxantes para poder paliar el maldito estreñimiento que se ha convertido ya en un problema mayor. Puede ser que haya personas que les resulte gracioso o hasta anecdótico pero para mí no lo es… Para mí se está convirtiendo en un castigo, en una lacra física que está ahí, quiera o no quiera… Y me da miedo, sí… Me da miedo, haber llegado hasta este punto. Me da miedo que algo que ocurría de forma ocasional haya derivado ya en algo importante. En algo que no depende de mí.  En algo con lo que tengo que convivir y que las personas más cercanas, sabían ya de antemano mi imposibilidad ante la evacuación.

Y fue a través de esta explicación cuando esa persona descubrió mucho más de lo que me hubiera gustado. Acertando, en cada una de sus palabras… Traspasando mi muro y mi coraza de una forma que hasta ahora, de forma tan rápida nadie había hecho…


jueves, 6 de marzo de 2014

La mirada que delata

Hace algún tiempo que no duermo… Hace algún tiempo que tengo unos dolores de cabeza que no me dejan situarme. Hace ya unos cuantos días que mi carácter se volvió irascible porque mi cabeza o más bien, a veces, mis pensamientos no me dejan descansar. No me dejan habituarme a muchas de las situaciones que tengo que vivir a mi alrededor. Intento que no se me note. Intento que las cosas no me afecten de una manera tan profunda pero es inevitable, a veces, ser vulnerable.

Mi escudo, mi coraza se desmorona y eso se me nota… Quizá, viva momentos que no quisiera, que desearía con todo mi corazón no tener que estar viviendo. Pero la vida viene como viene y todos, somos el fruto de un pasado, somos el producto de las decisiones que un día tomamos.

Miro a mi alrededor, observo y hay muchas cosas que no me gustan. Me voy a la cama y no consigo conciliar el sueño… Acudo al médico para que me ayude, para que me brinde algún medicamento que me dé un empujón para poder, al menos, descansar unas horas. Lo hace y ahora, cada noche, siento como si necesitara de manera apasionada una pequeña dosis de descanso inducido… Ya no me despierto tantas veces pero sí que he conseguido dormir de un tirón cerca de 5 horas. Unido a eso, el dolor de cabeza no me deja… Parece que se ha instalado en mí de una forma odiosa… Un dolor de cabeza, que me da miedo… Un dolor de cabeza que temo, se convierta o más bien, se desarrolle en unas migrañas con aura. Por eso, estas semanas otros tantos medicamentos me acompañan junto al azúcar. Y debiera estar ya acostumbrada a lidiar con esas punzadas incesantes que aparecen en mi cabeza… 

Llevo desde los 18 años conviviendo con ello pero no me acostumbro porque cuando tengo épocas malas con respecto a la cabeza, me limita socialmente. Me limita en el sentido de que no tengo tantas ganas de salir o de mostrarme animada. Me limita en el sentido de que no puedo dar tanto como quisiera y no puedo disfrutar de las cosas como me gustaría. Me limita en el sentido de que me cuesta mucho mostrar una sonrisa cuando por dentro siento martillazos craneales. Me desespera muchísimo que los dolores de cabeza me estén rondando. Me desespera aún más, que llegue la noche y no pueda descansar o que el insomnio haya decidido quedarse por un largo tiempo…

Nunca he sido de mucho dormir… Nunca… Siempre me ha costado bastante conciliar el sueño y soy de fácil despertar ante cualquier sonido que oigo pero, sí que es cierto, que no necesito tantas horas de sueño como otras personas para poder llevar a cabo las actividades diarias o cotidianas. Cada noche al irme a dormir, me tomo una infusión que me relaja o calma… y después, una ayuda extra que me hace dormir unas cuantas horas de una forma consecutiva.

Quizá, sea mi forma mi ser… Probablemente tenga que ver conmigo… Con mi personalidad porque a medida que he ido creciendo me he vuelto más cerrada en el sentido de que todo aquello que me ocurre me lo voy comiendo yo sola… No me gusta pedir ayuda y aún menos, reconocer que tengo días malos en el sentido moral pero si algo nos delata a los seres humanos, sobre todo a  mí, es que mi cara es el espejo del alma. Y solamente con mirarme a los ojos se sabe si estoy bien o mal, si estoy contenta o triste, si estoy mintiendo o diciendo la verdad, si quiero hablar de algo o intento evitarlo… La mirada es algo que a todos, aunque no queramos, nos delata de una forma sorprendente.

A través de la mirada expresamos, muchas veces, cosas de las que no somos conscientes. Podemos manejar la expresión corporal, podemos memorizar comportamientos y posiciones pero los ojos y la forma de mirar no es algo tan fácil de controlar. No es algo que se pueda manejar.

Y eso es, en la mayoría de las ocasiones, donde las personas que me conocen descubren mi verdadero interior en ese momento preciso. Sólo deseo, ahora, que el insomnio y ese pájaro carpintero que me ronda en la cabeza, decidan pronto, marcharse de mi lado… Y esto será algo, que indudablemente, se me note en la mirada…