Es con el paso del tiempo cuando podemos valorar o quizá,
recordar aquellos momentos del pasado con determinadas personas que, por circunstancias
de la vida, no se volverán a repetir. Es con el paso de los años cuando uno es
consciente de la realidad que ha vivido, de lo que ha experimentado y mejor
aún, de la emoción interior que esos instantes le hicieron sentir. Es con el
paso de los días cuando uno entiende, comprende y asimila que las vivencias del
pasado y las personas que lo rodearon van cambiando, van evolucionando y van
sucediendo experiencias que hacen que ya nadie sea el que fue
.
Se acerca la Navidad, los momentos familiares y los buenos
propósitos. Se acerca un tiempo en el que antes todo era de otra manera. Se
acerca una fecha donde sólo puedo hablar de “incertidumbre”. Una palabra que
refleja mi sentimiento interior, una palabra que años atrás no era así. Hablo
de melancolía, de añoranza y aún peor, de ilusión. Una ilusión que todavía
queda en mí, una ilusión que hace que desee que algún día las cosas puedan volver
a ser lo que eran. Una ilusión por reencontrarme en esos días con personas que
llevan mi misma sangre y que, no sé por qué razón tan fuerte o más bien quiero
creer que no la sé, deciden mantenerse
en su postura de compartir momentos con otras personas, que quizá el día de
mañana, sí que necesiten.
No se trata de fachada, no se trata de apariencia. Se trata
de reconocer que todavía queda en mí una ilusión por volver a ser lo que un día
fuimos en la familia. Se hablará y se comentará… Será motivo de discordia y
también de buenos deseos, pero sé que sólo se quedará ahí.
Creo sinceramente, que soy de las pocas personas que aún
tiene un poco de ilusión por compartir y dejar a un lado los rencores y el
pasado. Por desgracia me dejo llevar por una maldita sensibilidad que por mucho
que he intentado cambiar nunca he logrado. Una sensibilidad que me pierde y que
me hace seguir creyendo en personas y matizo, que de la familia. Una
sensibilidad que hace también que me calle, observe y sólo me atreva a hablar
cuando realmente lo creo necesario. Una sensibilidad que por desgracia, hace
que me decepcione rápidamente ante esas ilusiones infundadas sobre mis deseos
familiares.
No sé si las personas cambian… No sé tan siquiera si algún
día podremos volver a ser lo que éramos. Pero el caso es que yo sigo siendo la misma.
No he cambiado. No he opinado. Me he limitado a observar, a tragar y a sufrir
ante hechos que eran injustos pero me he mantenido al margen aún teniendo gran
información en mi poder.
Sé que mi deseo es
absurdo tal y como están las cosas… Sé que estoy hablando de una auténtica
utopía. Sé que no podremos volver a juntarnos todos porque existe una brecha demasiado
profunda pero aún así, en mí queda el cariño, los recuerdos y un pasado en el
que todo era mucho más fácil entre todos nosotros. Un pasado que ya apenas
recuerdo, un pasado que por muy ilusa que sea, espero que pueda volverse a repetir
para, por un momento, sentir el calor y la cercanía familiar que tanto añoro y
que desde hace ya tiempo, no tengo.
Pero tras esto, vuelvo a la realidad, vuelvo a poner los pies
en la tierra y dejar a un lado esa sensibilidad que es la que me hace hablar.
Tras esto, me centro en adivinar que es probable que las navidades las pasemos
juntos pero no revueltos. Es probable que insista a mi madre para pasar las
navidades con esas personas a las que llevo en el corazón y todo porque aunque me
cueste decirlo, es inevitable afirmar que les quiero. Esas personas que me han visto crecer y que,
aunque yo a veces me deje llevar por el dolor y la rabia, son las que más
necesito en estas fechas.
Sea como sea, lo cierto es que sé que sólo estoy hablando de
sentimientos que son observados bajo un prisma distinto al de los demás, es
decir, bajo una visión sincera y llena de humildad. Sólo el tiempo que se acerca será conocedor
de si la realidad de este año será como la de ya hace algún tiempo… Ojalá todo
fuera más fácil… Ojalá fuera más fuerte…