lunes, 9 de abril de 2012

Con el paso de los años me estoy haciendo más cruel...

Quizá sí. Quizá no. Quizá podamos cambiar a lo largo del tiempo. Los años y el entorno son los que nos hacen madurar. Son los elementos que a todos nos influyen y que sin ser conscientes, vamos dejando atrás un sinfín de experiencias, muchas de ellas irrepetibles con personas que han sido nuestro mundo en áquel entonces, otras que nos han marcado de una manera que siempre nos acordaremos, algunas que desearemos no recordar nunca y de las que no hablaremos a no ser que no saquen dicha conversación. Somos seres humanos, que tenemos fondo, pero la diferencia está en que no todos tenemos el mismo.

Poco a poco, te vas haciendo mayor y vas entendiendo muchas cosas que antes no te parabas a pensar, me preocupo por temas que hace años hubieran sido absurdos para mí. Voy cambiando, voy evolucionando y lo peor de todo, que voy dejando parte de mí a todas y cada una de las personas que me han acompañado en mi camino. A causa de eso, voy perdiendo pedacitos de mí. Con el paso del tiempo, todo consiste en fingir, todo consiste en demostrar que eres más fuerte que los demás y no dejar ni un ápice de emocionalidad que delate la sensibilidad que cada uno de nosotros tenemos dentro.

Amor… Amistad… Fidelidad… Qué es eso? Lo experimenté cuando era joven, cuando todavía tenía ilusiones pero no sabía la realidad de la vida. Amigos de verdad, amigos que dan lo que sea por ti y que se preocupan quedan muy pocos… Pero que muy pocos… Puedo contarlos con los dedos de una mano.

Por desgracia estamos demasiado acostumbrados a llamar amigos a personas que por causas laborales tenemos al lado, tenemos la tendencia de llamar amigos a personas con las que de vez en cuando salimos por ahí a tomar algo. Yo hablo de amigos con los que lloras, con los que confiesas tus secretos más íntimos o con los que simplemente, te tienden un brazo sin esperar nada a cambio. Repito son pocos porque todos estamos demasiado preocupados porque nos escuchen y no estamos preparados para escuchar y para ayudar. Por eso digo, que los de verdad, puedo contarlos con los dedos de una mano.

Y resulta curioso, como incluso personas que en su día llamaste amigos, ahora no lo son y pueden utillizar todo aquello que en su día les confesaste. Nada es para siempre… Nada. Y hasta a veces, me da miedo el poder contar con una persona especial para mí y que esa persona, con el tiempo utilice mi información. Me da miedo y por eso, creo que me voy encerrando en mí misma y voy contando menos de lo que me ocurre o de las cosas que se me pasan por la cabeza. Me voy volviendo más desconfiada, más fría y sobre todo, más despegada.

Y sobre el amor, estoy demasiado cansada de dar parte de mí y no recibir lo que quiero. Estoy cansada de que cuando algo se acaba siempre se hechen en cara “actitudes” que por estar con alguien se han hecho. Creo que la mayor equivocación que tenemos todos, es no entender que el amor no es ceder, sino compartir. Que no consiste en “yo hago esto para que tú hagas esto otro”. No creo en príncipes azules, no creo que existan pero sí que creo que hay alguien que puede estar esperándome y que quizá, yo a él también. Lo que quiero es estar sola, quiero evadirme de esa sensación que produce preocupación, interés, ayuda, comprensión y sobre todo cercanía. No quiero eso porque deseo estar sola de nuevo y quiero poder algún día, tener a alguien que forme parte de mí y en el que apoyarme cuando lo necesito. Pero alguien que comparta mis ideas y que pueda esforzarse en ser realista con lo que se necesita y con lo que se quiere. No tengo intención de contar nada sobre mis experiencias pasadas, puesto que quienes estuvieron ahí, ya las conocen, pero sí que es cierto que todo en esta vida pasa factura, todo y que a medida que una se vuelve más madura, va exigiendo tal madurez a su lado.

Por eso, pienso que yo soy lo que soy gracias a las personas que por mí lado han pasado. Personas excelentes, personas mediocres, buenas e incluso, tremendamente malas, pero todas ellas han formado parte de mí y si esas personas no hubieran estado ahí, otras hubieran pasado igualmente. No sé, quizá escriba aquí porque es el único lugar donde puedo expresar realmente lo que siento, porque no sé quién puede leerlo o no, y al no saberlo, me da seguridad porque como bien dicen “la ignorancia da la felicidad”.

Todo sigue cambiando y es difícil mantenerse fuerte en un mundo donde lo que más importa no es el ayudar a las personas sino avanzar y subir peldaños de cara a los demás. Tengo que aprender, tengo que saber que nada es como yo creía y que lo más importante, es contar conmigo misma y que, independientemente tenga o no a amigos a mi lado, tengo que ser consciente de que ir haciéndose mayor supone ir dejando atrás muchas esperanzas que ya nada tienen que ver con la realidad.

Tengo que aprender a estar, en definitiva, sola porque según qué personas, espero más de lo que me pueden dar y la realidad del día a día, es que cada uno vive acorde a la vida que decide llevar y que tiene preocupaciones que modelan su vida y que por tanto, cada uno debe lidiar con la vida de la manera y con las herramientas que tiene a su alcance y una de ellas, es no esperar nada de nadie porque personas que nos rodean hay muchas, pero con las que puedas hablar y con las que abras tu corazón y te escuchen, quedan muy pocas porque lo que más importa hoy es avanzar en el sentido material y no emocional. Esa es la pena. Lo que hoy impera es “tanto tienes tanto vales” y no el “así eres, así vales”. Pero no me queda más remedio que aceptarlo puesto que aunque yo no quiera eso, es mi sociedad la que me obliga a ingerirlo. Yo quiero corazones con látidos de sensibilidad y no con la superficialidad a la que, si querer, me empiezo a acostumbrar.