jueves, 27 de mayo de 2021

Todos cambiamos

Hay veces que echamos la vista atrás o recordamos momentos que nos llevan al pasado, pero ya no se trata tan solo de situaciones sino también de las personas que nos acompañaban por aquel entonces. Algunas estarán y otras, simplemente habrán desaparecido. Emanarán otras tantas nuevas que quizá, se queden de forma temporal, o quién sabe, para siempre. Personas de las que incluso con el tiempo, uno mismo, decida alejarse, pero lo cierto es que debe existir algo en común para que aquellos que te rodean se mantengan en la misma posición que uno se encuentra.

Y a medida que uno va creciendo y haciéndose mayor, deben existir lazos o vínculos para que las uniones sociales no se desvanezcan. Y es que nadie puede permanecer inmóvil en el tiempo. Nadie puede parar la vida ni el paso de los días. Todos, vamos añadiendo minutos a nuestro presente y eso supone ir sumando experiencias, vivencias… habrá momentos que nos harán sentir llenos de vida, de ilusión y de ganas, pero otros, que nos aterrarán y que no olvidaremos jamás o al menos los mantendremos bajo tierra siempre y cuando no haya algo que nos evoque ese recuerdo.

Y todo esto hace que cambiemos, que no seamos los mismos que éramos hace años. Todo, absolutamente todo, lo que vivimos o las personas con las que tratamos, nos hacen variar… Nos hacen cambiar nuestros pensamientos, nuestra forma de ser, nuestra manera de ver la vida y, sobre todo, de entenderla.

A veces no somos conscientes de nuestros cambios hasta que alguien nos lo dice. No son los años los que proporcionan la madurez sino las experiencias vitales. Pero deben ser esas experiencias las que nos marquen, las que nos hagan pensar, las que revolucionen nuestro mundo para entonces, entender, que al igual que las personas cambian, nosotros también en algún momento lo hacemos o lo haremos. Y no es malo, no lo es… Porque es evolucionar, es mirar la vida de otra manera, es dejar atrás muchas cosas, pero dar la bienvenida a otras tantas.

Es a veces, ponerse los zapatos de otras personas a las que antes criticábamos. Es entender ahora que existen muchas vidas y que esta vida no es de color de rosa, aunque yo me empeñara en pintarla de esa manera. Que habrá días grises, marrones o negros. Que la vida es un puñado de colores que van cambiando y que a veces, te hacen recapacitar. Que los días rosas ya quedaron atrás y que cada uno tiene su propia perspectiva acorde a lo vivido. Que antes era yo la que juzgaba, la que criticaba, la que me reía de todo, la que apenas me preocupaba por nada y ahora… ahora… ya no.

Ahora todo eso ha cambiado. Ahora me tendría que comer palabra tras palabra de muchas cosas que he dicho. Todas esas cosas que dije que no haría, las he ido haciendo una por una y las que aún me quedan, probablemente, por hacer. Cada frase que ha empezado por “Nunca…” me ha hecho después recapacitar sobre lo que pensamos que será nuestra vida y lo que después, es realmente.

Me he vuelto reservada sobre mi mundo, mis circunstancias y lo que hago o dejo de hacer. Antes yo, pregonando a los cuatro vientos cada cosa que hacía, cómo me sentía o mostrando una cara despreocupada en ciertas partes que me rodeaban. Y es que antes era antes y es pasado y ahora ya no tiene nada que ver.

La vida avanza, la vida sigue… como bien dice el tatuaje que llevo en el costado izquierdo. No se trata de una frase hecha, se trata de una experiencia vivida que te marca, que te hace recapacitar… que la vida es muy frágil… tanto que podemos perderla en cualquier momento. Que no existe nada seguro, ni el futuro ni nosotros. Que lo único que de verdad importa es el presente, la persona y los pensamientos que eres ahora. Que quedan muchas experiencias por vivir, por sentir, por entender… Que todo el mundo tiene derecho a cambiar y que esos cambios pueden no gustarle a todo el mundo, pero al final, queramos a o no, las personas opinan, dicen y cansan.

Al final, prefieres callar y tener paz antes que dar explicaciones. Que te vuelves vulnerable, reflexivo y desconfiado. Y es que eso es la vida, es lidiar con lo que venga, es aprender cada día algo nuevo, es olvidarte de los malos recuerdos, es entender que hay días malos y buenos…. Que cuando un día es malo o incluso nefasto, es mejor dejarlo pasar porque a la mañana siguiente todo se verá mejor. Que los días que sean buenos, hay que disfrutar de ellos porque no sabemos valorarlos... porque no sabemos la inmensa suerte con la que contamos… porque estamos sumidos en una vorágine de compararnos con las vidas de los demás, porque lo que no tenemos lo queremos, porque si el de al lado tiene algo por mierda que sea y por poco que valga también lo queremos por el simple hecho de que es el otro el que lo tiene y no yo… porque sentimos envidia, somos déspotas, egoístas y pocas veces pensamos en los demás.

Somos una sociedad que en este tiempo se ha visto el poco valor que damos a la vida. Pero dejando esto a un lado, hay que entender que la vida se pasa… que la vida no para y si es que para, es porque ya no hay vida. Pero eso es algo que cada persona podrá conocer acorde a las experiencias vitales y es que todos tenemos derecho a cambiar, a dedicar nuestro tiempo a nuestra forma de entender la vida porque el simple hecho de vivir ya es ser alguien diferente cada día.

Y entiendo que habrá gente que anhele aquellos días de atrás, pero es que yo ya no soy la misma y lo más curioso, es que tampoco quiero serlo. Se trata de caminar al mismo ritmo que las circunstancias de la vida y en establecer prioridades que nadie más que yo y los más cercanos con los que comparto mis ilusiones o mis miedos, pueden entender. Porque el resto son sólo personas que funcionan como elementos que forman parte de una sociedad cuya mayoría carece de empatía y cuenta con muy pocas habilidades emocionales.

Porque lo que fui ya no es lo que soy ni lo que soy es lo que seré mañana…