El tiempo pasa… El año está a
punto de acabar y con él todos los momentos vividos a lo largo de estos doce
meses. Instantes y acontecimientos que me han servido, por un lado, para
conocerme más a mí misma, y por otro, para crecer personalmente. Pero de un
modo u otro, no ha sido de los mejores porque han sucedido muchas cosas que, de
seguir siendo como era, las hubiera contado por aquí, las hubiera compartido.
Pero con el tiempo, una se va haciendo más cerrada y más callada. No es que no
confíe tanto en las personas que me rodean o quizá, sí. No lo sé. Sólo sé que
con el tiempo se van perdiendo personas y que, incluso sin querer, eso va
sucediendo. Pero del mismo modo, que unas personas desaparecen, otras van
viniendo.
Este año he tenido pérdidas…
Personas que se han alejado de mi lado y otras, de cuyo lado me he alejado yo.
Hace casi un año comenzaba en casa de una amiga en el barrio del Pilar. Allí
nos reunimos unos cuantos para celebrar la Nochevieja. Bebida, alcohol,
partidas de Wii y reencuentros inesperados.
No digo que no estuviera cómoda, lo estaba pero no esperaba estar en el
mismo espacio con alguien que fue tan importante para mí. Alguien que en su día
me devolvió la vida, alguien que de no ser por ella, no sé qué hubiera sido de
mí pero todo cambia y los caminos se separan. Ella estuvo ahí cuando tenía que
estar y me brindó su mano, su apoyo y hasta su corazón pero las cosas que se
tienen en común se van haciendo cada vez más distantes y eso hace que sin querer,
aparezca el distanciamiento.
Del mismo modo, tuve la fortaleza
de iniciar este año tomando otras decisiones que me costaron bastante.
Separarme de mi mejor amigo. Alguien en quien he confiado ciegamente, alguien
con quien debido a las circunstancias era imposible seguir así. Lo pensé,
medité y reflexioné. Y tomé la decisión de apartarme.
Bien es cierto, que en
circunstancias extremas y cuando no he podido más con respecto a determinados
temas he recurrido a él y aunque ya no fuera tampoco lo mismo, ahí estaba y sé
que seguirá estando aún en la distancia.
De la misma manera, se produjo
una separación también con otras personas que me hacían sonreír cada día y las
que también me brindaron la oportunidad de conocerlas a través de otra amistad
en común.
Personas con las que, quizá, debido a la diferencia de edad y en las
circunstancias en las que me encontraba cuando ya estuvo pasado un poco el año,
hicieron que me desvinculara de una manera excesiva.
Quizá, la culpa fuera mía…
No lo sé, pero nadie es perfecto. Ni yo,
ni ellos.
He tenido que tomar ciertas
decisiones y no esperar a que otras
circunstancias de más peso me hicieran cambiar. No quiero hablar de los malos
momentos que he pasado, no quiero hablar de las lágrimas que he derramado, no
quiero ni por un segundo dedicar nada de tiempo a personas que no se lo merecen
y que me lo han hecho pasar realmente mal. Pero si algo bueno he sacado de esa
experiencia ha sido encontrarme con una gran amiga. Una persona que día tras
día me ha ido demostrando que vale la pena luchar y que ha dedicado tiempo en
conocerme de verdad.
A veces, pensé que me dejaría de lado o que seguiría a la
corriente pero acostumbrada a no esperar demasiado de los demás, me hizo
confiar en ella y lo cierto, es que también me ha permitido conocer a otra persona
que forma, ahora mismo, parte de mi vida.
Me he llevado muchas decepciones
con seres queridos… Con familiares para ser concreta aunque ya no sé si tan
siquiera llamarles de ese modo porque para ellos yo no lo soy. He dado mil oportunidades a personas de mi
misma sangre aún viendo como otros derramaban lágrimas. He visto que el rencor
sigue estando ahí, que la envidia y la rabia no cesan. Que la mentira se hace
presente día tras día y que la falsedad y la hipocresía son los valores de algunos
de aquellos con los que comparto sangre. Y eso ha hecho que las relaciones
familiares se fueran disgregando, aún más si cabe.
He llegado a un punto en el
que no me fío de nadie porque estoy viendo tantas cosas… Cosas que vienen de
atrás y que mentiría si no digo que me desconciertan porque he puesto la mano
en el fuego por personas que después me han dejado en evidencia. Personas que
creí que no actuarían tal y como lo están haciendo… Personas que han decidido
alejarse y que son capaces de vivir a
escasas paradas de metro y tener la osadía de llamarse cristianos cuando no son
capaces de predicar con el ejemplo puesto que en su escala de valores no entra
más que la palabra egoísmo.
Y he de decir que me han defraudado… Porque yo aún tenía esperanzas.
Me he sorprendido ante pérdidas
físicas de personas que ya no estarán entre nosotros… De mi abuela que falleció
en verano y que hará que todo cambie con respecto a la familia paterna, de
Julio Fernández, ese gran profesor que tantísimo me enseñó y que para mí fue
más que un referente cuando me llevó el proyecto. También el monitor del
gimnasio, Fer, el cual es recordado todos los días en ese mismo gimnasio donde
trabajó con una foto en la pared. Muertes que uno no espera y que te hacen
reconsiderar la vida de una forma distinta. Te hace pensar en todo lo que te
estás perdiendo y te dan un empujón para vivir todo de manera más intensa.
He tenido encuentros realmente
desagradables con amistades y otros calificativos en los que no voy a entrar,
con miradas que traspasan y que evocan momentos del pasado que te dejan mal
tras esos encuentros. Encuentros que tienen lugar con demasiada frecuencia
debido a la estrechez del barrio y al tránsito por las mismas calles y lugares.
He seguido viviendo momentos de
entusiasmo y penas con personas que me conocen a la perfección como aquella
amiga de Leganés que comparte mis preocupaciones y locuras y con la que quedo
para comer.
O con ese chico que conocí en Telecinco hace ya muchísimos años y
que con el tiempo se ha convertido en uno de mis mejores amigos y que ha sido
capaz de sacarme una sonrisa y sobre todo, de escucharme en los momentos que
más lo necesitaba.
He conocido a personas nuevas que
poco a poco se han convertido en mucho más que eso, personas a las que sobre
todo he podido conocer en el camino de Santiago. Un trayecto lleno de ilusión,
alegría y superación, a pesar de contar con ayudas externas con respecto al
equipaje. Pero de entre las cuales, una se ha convertido en especial para mí.
He de reconocer que los inicios no fueron buenos… No fueron como debieran por
mi actitud y por el desconocimiento. Pero dicen que el tiempo es el que pone
las cosas en su lugar y creo, que en este caso fue así. Me cuesta mucho confiar
en las personas, me cuesta bastante hacerme a la idea de que alguien no miente,
me cuesta horrores embriagarme de ilusión sin pensar en la posibilidad de un
dolor posterior a nivel emocional. Cuando
quieres a alguien, cuando sientes esa sensación tan fuerte por dentro hacia
otra persona, uno se vuelve vulnerable.
Me prometí hace un tiempo que no volvería a
estar con nadie porque no quería pasarlo mal pero hay cosas que no se pueden
controlar. No se puede hacer ingeniería emocional y al final, el corazón es el
que decide y escoge con quien quiere estar.
Siempre he sabido lo que no quiero;
odio la mentira, los malos modos, el rencor, los enfados, la prepotencia, la
frialdad… Y eso es algo que lo tengo muy claro y por eso valoro tanto la
sinceridad y la humildad. Y de repente, llega alguien un día, que sin saber
cómo, tiene lo que quiero. Se mete en tu interior y te va captando cada día
más. Una persona especial, alguien por quien sientes algo que hace mucho que no
sentías y que he de confesar, que creí que no volvería a sentir. Y cuando hablo
por aquí de esa persona es porque ocupa un lugar único e irrepetible en mi
corazón.
He de decir, que es lo mejor con lo que me he encontrado este año. Es
alguien que me acompaña en mi camino y que hace que todo sea mucho más fácil.
Es, la verdad, lo más importante de
todos estos doce meses. Y que lo volvería a repetir si supiera que le iba a
encontrar de nuevo a él. Vivir este año con sus más y sus menos, ha merecido la
pena porque gracias a él he podido olvidarme de muchos de los problemas que me
rondan por la cabeza, aún teniendo él y bastante más grandes, los suyos
propios.
En definitiva, me siento orgullosa de tener a esos ojos azules y de
que me haya dado la posibilidad de estar a su lado, de que haya confiado en mí
para darme un hueco en su vida y de que, a medida que me va conociendo con
todos mis defectos, me lo siga dando. De compartir instantes y experiencias, que
deseo de todo corazón, que vayan aumentando.
Es por eso, por lo que me despido
el año deseando que muchas cosas cambien y evolucionen para conseguir mis
expectativas en temas de otras índoles pero eso es algo de lo que, en otra
ocasión hablaré, puesto que sólo quiero centrarme en la parte emocional que
este año me ha brindado.
Me despido así, con lo mejor que me ha regalado el
2013 y con lo que también comenzaré el año que está, ya, a punto de comenzar…