Otro año más que pasa, otro año que vas acumulando a tus
espaldas. Más experiencia, menos inocencia. Más perspicacia, menos
incredulidad. Más realismo, menos optimismo… Ganas en muchas cosas pero también
pierdes en muchas más. Algunos dirán, estás en la flor de la vida y yo pensaré
que me he quedado anclada en esa etapa porque siempre es la misma frase… Pero
lo cierto, es que es ahora, cuando me siento quizá, más segura con respecto a
muchas cosas. La edad te da conocimiento, vivencias y sobre todo, madurez.
No me gustaría retroceder porque de los errores se aprende y
he de reconocer que he cometido muchísimos errores pero de no haberlo hecho no
tendría la personalidad que hoy tengo. Y lo cierto, es que probablemente si
volviera atrás, volvería a actuar de la misma manera puesto que el fondo de
cada uno no se puede modificar y lo que a uno le gusta, le gustará hoy y
mañana… y lo que te desagrada también, y lo que te da miedo y lo que te tienta,
y lo que odias… Al fin y al cabo, es la esencia de cada uno.
Llego a una edad en la que me canso soberanamente de que me digan
cuándo me casaré o tendré hijos… Me cansa… me agota y me agobia… Me pregunto
muchas veces porque si hay personas que están tan interesadas en mi futuro no
se preocupan también de cuándo me compraré una casa mejor, un coche o por mi
madurez emocional. No me interesan sus preguntas pero eso sí, que no se me
ocurra contestar algo así como “me vas a pagar tú la boda?” o “pues mira, es
que si no he tenido hijos hasta ahora es que quizá haya tomado medidas para no
quedarme embarazada”.
En realidad, si me pongo a pensar en ellos no tienen la
culpa, sino la sociedad. Es la que nos impone unas reglas, que debemos de
cumplir, unas normas. Esto es algo así, como estar en una carretera de doble
sentido y habrá muchos que se pongan a adelantar de forma desmesurada, otros
que les gustará ir rápido, otros que se pongan nerviosos porque no se sentirán
seguros al invadir el carril contrario y acelerar… y otros, simplemente que no
tengan prisa por adelantar y vayan tranquilamente a 80 por hora. Llegaré a
destino cuando tenga que llegar… no me impaciento… pues igual pasa con la vida.
Igual me ha pasado a mí con otros temas…
Hace años me decían “¿y cuándo te vas a independizar? todavía
con 25 años viviendo con tus padres?” Preguntar por preguntar… hablar por
hablar… ¿Por qué no preguntaban si había encontrado trabajo? ¿Por qué no
preguntaban si había acabado los estudios? No… lo importante era saber otro
tipo de cosas… Es meterte en la vida de los demás, es no tener filtro y no
tener en cuenta las circunstancias personales… Es ser un miembro más de la
sociedad en la que vivimos y parece que cuando uno se desvía aunque sea un
poquito de lo establecido ya es motivo para poder hablar…
“Si lleva mucho tiempo sin novio será que es lesbiana o que
tiene alguna tara emocional”¿y no será que quizá esa chica esté mejor sola que
mal acompañada?, “Si lleva 10 años con su pareja y no tiene hijos será que no
podrá” ¿y no será que hayan decidido ser padres cuando se sientan preparados
aún siendo mayores?, “Se ha quedado embarazada y no tiene novio, eso seguro que
ha sido una noche loca” ¿y no será que una mujer puede quedarse embarazada
estando sola mediante técnicas de fertilidad?, “Llevan muchos años juntos y se
han dejado, seguro que hay terceras personas” ¿y no será que a veces el amor se
desgasta y no tiene por qué haber nadie en medio?, “Se ha independizado y se ha
ido sola…sin un hombre a su lado” ¿y no será que no hace falta tener otra cosa
más que dinero para irse de casa?
Decimos que tenemos la mente abierta… ¿en qué la tenemos
abierta? ¿en la pérdida de valores? ¿en seguir con lo establecido? ¿en hablar sin
conocer?… ¿en eso la tenemos abierta? No nos damos cuenta que estamos alienados, que todo ello es
producto de la sociedad en la que estamos, que si decidimos vivir de otra
manera, siempre nos vendrán críticas y opiniones, que lo más curioso de todo,
no hemos pedido.
Alardeamos bastante de la frase “vive y dejar vivir” pero no
es más que una frase sin sentido ya que luego, ni vivimos ni dejamos vivir. Nos
entrometemos en la vida de los demás pero no estamos preparados para recibir
malas contestaciones ante preguntas absurdas. Ante cuestiones que repetidas en
el tiempo no se merecen más que una
sonrisa acompañada de una respuesta como la de “no te metas en mi vida”
añadiendo “que estoy disfrutando de cada momento”