jueves, 6 de septiembre de 2018

Y es que confieso que yo ya lo he perdido...


No sé si serán los años o las situaciones a las que tenemos que enfrentarnos… No sé si serán las emociones o los acontecimientos inesperados que se nos presentan o quizá sea un cúmulo de todo ello, los que hacen que la forma de ser o incluso, la propia vida y la forma de verla, cambien drásticamente.


Seguimos siendo las mismas personas pero con un concepto diferente sobre lo que queremos o no queremos. La esencia es la misma, el contenido también pero las apariencias ya no lo son. Todos evolucionamos, absolutamente todos y quien no lo hace, corre el riesgo de estancarse y quedarse atrás. El tiempo pasa… la vida y los diversos episodios que conforman los diferentes capítulos por lo que vamos caminando… Nadie es el mismo hoy que ayer, ni mañana… todos los días aprendemos algo nuevo, algo que nos marcará o que simplemente, nos hará pensar. La peor manera de malgastar la vida es simplemente estando… dejando pasar los días esperando a que la vida venga… y eso es un tremendo error. 


Pero todo esto uno lo aprende cuando ha experimentado situaciones que te cambian por completo… situaciones que te recuerdan que estás vivo. Situaciones que te golpean tan fuerte que te descolocan todos los cimientos que creías tener y es entonces cuando, al estar abajo vuelves con más fuerza a escalar con la ayuda de los más cercanos. Una vez que has convivido y has visto experiencias que desearías no haber visto es entonces cuando pierdes el miedo… y eso significa no tener temor ya a nada. Porque a fin de cuentas, el miedo es el que siempre nos paraliza. Nos da miedo esto… lo otro… y es que el miedo nos hace perder tremendas y extraordinarias oportunidades. El miedo es nuestro mayor enemigo… es el que nos paraliza y nos hace pensar demasiado e incluso, malgastar a veces, el tiempo. Y es que no estamos aquí para perder el tiempo o bueno sí… estamos para perder el tiempo en lo que nos llena y en quien nos aporta pero siempre hay que hacerlo sin miedo.


Desde mayo del año pasado puedo decir que he cambiado… ya no tengo nada que ver con lo que era, con lo que creía que era o con lo que pensaba que podía ser. La vida te enseña que no se para... Para nadie,  que sigue a pesar de las circunstancias y que avanza de una forma que sino corres tras ella, te come… Y la vida no te puede comer… es uno mismo el que se tiene que comer el mundo. Habrá días que uno no se coma ni una cuarta parte de ese mundo… pero no hay que dejar de intentarlo. Que si uno se cae… se vuelve a levantar. Que si uno tiene un día malo… da igual, el día siguiente será mejor. Que si uno pierde algo por el camino… si merece la pena, ya volverá y sino lo hace es porque no merecía tanto la pena. Que si uno se decepciona por algo… ya vendrán momentos mejores que nos saquen una sonrisa. Que si uno se siente traicionado… no hay que dejarse llevar por la venganza puesto que los emociones hay que saber controlarlas. Que si uno tiene miedo por una situación nueva… es porque está en el camino correcto y ya habrá tiempo para sentirse seguro.


En esta vida todo son decisiones y hay que saber qué actitud tomar. Hay veces que es difícil lidiar con la propia vida porque son muchas cosas las que nos pueden estar pasando a la vez y son pocas las personas que son capaces de estar ahí, de escucharnos y de llorar a nuestro lado. Hay veces que nos sentimos perdidos… cuantas veces me he sentido yo así este último año…  pero a pesar de eso… el esfuerzo por volver a encontrar el camino y el aprendizaje de que soy más fuerte de lo que creía ser, la metamorfosis que he vivido y la forma de pensar que hoy tengo… sólo por eso, ha merecido la pena. Y quizá me pierda más veces, porque nadie está a salvo. Pero a pesar de eso, sé que me podré volver a encontrar porque la actitud es lo que hace que uno encuentre de nuevo la luz. 


En definitiva, me he conocido más a mi misma en estos últimos meses… he crecido personalmente, me he convertido en cómplice de muchas de las personas de mi alrededor, he aprendido tras ensayo y error, he tropezado y caído, he escuchado y observado, me he odiado a veces por no tener el valor de perder el miedo, me he levantado con la idea de animar y tirar de algunas personas que tenían más miedo que yo… he intentado recuperar mi inocencia pero me ha sido muy complicado, he cambiado mi dulzura por la transparencia, he dejado de lado las apariencias y me he centrado más en el interior y en los valores, es decir, en la parte humana, he ignorado los daños o las intenciones de maldad de algunas personas cercanas, he mejorado mi actitud ante la vida y lo más importante, me he concedido el tiempo de conocerme más a mi misma y de estar para los que de verdad quieren que esté. Porque a fin de cuentas todo se puede resumir en una frase que alguien muy cercano me dice siempre y que no es más que… el valiente es valiente hasta que el cobarde deja de serlo…


Y es que todo, absolutamente todo, nos cambia por dentro y con el tiempo también por fuera, pero también hay que saber cómo cambiar y en qué dirección para no perder el rumbo por los innumerables acontecimientos que nos pueden estar sucediendo… aunque también he de decir que de las mayores pérdidas de ruta también se encuentran otras direcciones que se pueden transitar puesto que lo único que se necesita es tener valor para hacerlo… y claro está, haber perdido el miedo para poder hacerlo y es que yo confieso que ya lo he perdido…