sábado, 28 de agosto de 2021

Es inevitable que aparezcan los miedos


Si uno se pone a observar a su alrededor puede darse cuenta de la barbaridad de personas con las que se cruza. La gran cantidad de gente que ha llegado a conocer en la vida y que a día de hoy pueden seguir estando o, por el contrario, haber desaparecido por las circunstancias que elegimos o que nos vienen dadas. Existen decisiones que tomamos de las cuales dudamos y otras, de las que en un momento determinado estamos muy seguros pero, que con el tiempo, podemos ponerlas en cuestión.  Muchos se preguntan que hubiera pasado de haber tomado otro camino, de haber elegido otro sendero, pero considero que ese es el peor fallo que uno puede cometer… la equivocación es el simple hecho de pensar que la vida hubiera sido mejor eligiendo la otra opción.

Nunca se puede saber lo que el futuro nos puede deparar y eso en el caso de que aún, uno, sea valiente y se atreva a pensar en algún futuro porque si algo he aprendido de la vida es que ésta es incierta y que en cualquier momento lo que hoy tienes, mañana puede no estar. La vida te cambia de un día para otro y de nada te vale, muchas veces, hacer planes con demasiada visión porque las cosas pueden no salir, las cosas pueden truncarse por el camino e incluso, en algunas ocasiones, el futuro no depende sólo de uno mismo sino de un entramado de personas y circunstancias que te empujan sin ser consciente a veces de ello.

Y en todo esto, existen los miedos. En la vida hay miedos, muchos miedos. Algunos miedos con el paso del tiempo los enterramos hasta tal punto que de toda esa gente que nos rodea, son pocos, muy pocos, los que son conocedores de ellos. Lo más sencillo y rápido es ocultar esos miedos que nos provocan daño y que con los años, podemos incluso, llegar a pensar que los hemos olvidado pero solo basta un segundo para que haya algo que haga que esos miedos vuelvan a un primer plano. Algo que nos lo evoque y volvamos a abrir ese cajón que hemos tenido que cerrar para, muchas veces, poder seguir adelante.

Según vamos cumpliendo edad, esos miedos pueden cambiar y no serán los mismos según las épocas. Incluso, resulta asombroso como si uno echa la vista atrás, es consciente de que ahora uno es más vulnerable por los daños, la toxicidad y las equivocaciones. Todo pasa factura. Cada momento que hayamos vivido que nos haya generado una sensación de negatividad, angustia o similar, nos afectará en el futuro y es que quizá, no seamos apenas conscientes de ello porque no aprendemos de la vida como debiéramos...

¿Cuántas veces nos hemos aferrado a cosas imposibles? ¿Cuántas veces hemos llorado por situaciones que se escapan de nuestro control? ¿Cuántas veces hemos dicho que cambiaríamos y seguimos, en realidad, siendo los mismos? O lo qué es peor, ¿cuántas veces hemos dicho que no nos pasaba nada cuando en realidad podíamos sentirnos frustrados?

Y ves a la gente, decides observar y parece que nadie tiene miedo, pero cuando profundizas, es cuando puedes ver el interior y comprobar que también esas personas tienen temores. Todo el mundo aparenta ser más fuerte de lo que es. Todo el mundo quiere mostrar su mejor cara y su perfecto mundo ante un montón de amigos superficiales, conocidos y ya de manera constante y agotadora en redes sociales, pero la vida no es así. Nos han enseñado que todo irá mejor si somos felices, pero para saber valorar la felicidad hay que haber estado sumido en la tristeza. No es lo mismo aparentar ser feliz que ser feliz. Como tampoco es lo mismo estar triste que tener una depresión.

Y sí, yo tengo miedos. Hace años podría decir que tenía otros miedos y no los que tengo hoy en día. Los miedos de cada uno son, obviamente, personales y quizá, no los puedan entender otras personas como yo pueda no entender los miedos de otros. Pero está claro que esos miedos te hacen pensar y mucho. Son miedos que, a veces, te paralizan y que el cuerpo es capaz de captar haciéndote más vulnerable en el ánimo, el humor y lo que es aún peor, físicamente.

Y es que el miedo pueden ser momentos que deseamos no tener que volver a vivir, miedo a personas y a lo que nos evoca su presencia... miedo a que una situación no cambie y se perpetúe en el tiempo o incluso, a que las cosas cambien, a que algo vaya demasiado rápido, a no superar una enfermedad... miedo ante un diagnóstico, ante una prueba... miedo al futuro, a la muerte, al mismo hecho de vivir... miedo a la soledad, a perder el trabajo o a no encontrarlo... miedo a que te mientan o te fallen, a que no cumplan las promesas, a que te traicionen o te sean desleal, infiel... miedo a perder algo que quieres, a no alcanzar ese objetivo y acabar por rendirte porque ya no puedes más... miedo a perder la custodia de tus hijos, a que tu expareja te haga la vida imposible, a que utilice y manipule a esos hijos que tenéis en común para ponerles en tu contra... miedo al qué dirán, a las opiniones de los demás tanto buenas como malas... miedo a que se enteren de tus secretos, de lo que vas a hacer o ya has hecho... miedo a encontrar a otra pareja tóxica, a otro hombre o mujer que no merezcan la pena o directamente a no encontrar ya a nadie o de hacerlo que no sea mutuo.... miedo al pasado, a mostrarse débil, a no poder con el día a día y sus exigencias... miedo a ir al psicólogo o psiquiatra, a tomar pastillas y sus efectos secundarios... miedo a no poder quedarte embarazada tras muchos intentos y ver que el resto sí que puede hacerlo con total facilidad... miedo a abortar por voluntad propia y que el resto se pueda enterar... miedo al parto, a una cesárea, a una operación programada o de urgencia... miedo por el futuro de tus hijos, de no poder pagar las mensualidades de la hipoteca, de no llegar a finde de mes...  es decir, miedos de diferentes índoles según lo experimentado. Y no quiere decir que uno sea más o menos importante puesto que si afecta es que, de por si, es ya importante. Todos, absolutamente todos, hemos tenido algún tipo de miedo o lo estamos teniendo y serán algunos de esos y muchos otros que no aparecen anteriormente. Todos hemos experimentado ese tipo de sensaciones por la simple razón de que estamos vivos.

Pero de una manera o de otra, los miedos existen y quizá sean las lecciones más valiosas que la vida nos pueda dar. Las experiencias que han hecho que seamos lo que somos no son más que el resultado de nuestras decisiones. Y no hay decisiones buenas o malas sino lo que en su día era lo más correcto o lo que tú creías que era. Podemos reflexionar acerca del pasado, podemos pensar en el futuro pero en cierta manera, estaremos perdiendo el tiempo, porque lo que de verdad importa es el presente, es vivir con la seguridad de disfrutar del día a día. De disfrutar y no perdernos nada de lo que está pasando en este mismo instante.

Y que si en algunos de esos días, aparece el miedo y uno se siente más vulnerable, quizá sea que la propia vida nos está recordando que hay miedos que con el paso del tiempo se convierten en aciertos, que de todo se debe aprender y que los miedos son sólo miedos porque la realidad es que nada puede pasar más que los días, los meses o los años… Porque lo realmente importante es todo aquello que uno ha superado y que no hace falta aparentar ser más fuerte de lo que realmente es porque las fachadas no aseguran el interior.

Y es que las personas que más miedos tenemos somos las que más experiencias hemos vivido… teniendo esto, su parte mala que es la de llevar consigo una mochila emocional que nos influye queramos o no,
en el día a día. Pero que de la misma manera que cargamos con eso, también somos capaces de valorar las cosas de una forma mucho más intensa y sincera que otras personas. Sabemos apreciar los pequeños detalles y entender que lo más importante es el sentimiento que una situación desprende. 

Porque no debemos nunca olvidar que la magia del ser humano está en su esencia y sobre todo en sus emociones y es aquí cuando es inevitable, que se instauren los miedos por mucho que queramos evitarlos y es que si queremos vivir, estaremos plagados de días felices que se complementan a su vez con miedos que pueden ser pequeños o grandes pero que hacen que toda nuestra existencia merezca la pena y que nuestro camino nunca se detenga porque pase lo que pase siempre hay que seguir caminando y no olvidarnos de reflexionar y pensar en el gran regalo que nos da la va vida que es la de disfrutarla a pesar de tener, en ocasiones, algunos baches que hay que sortear o directamente, tener que hacerles frente.  

La vida es eso... Es ir sumando experiencias y añadir aprendizajes que nos hacen mantenernos alerta a través de los miedos... Es entender que todos al igual que tenemos ilusiones, tenemos temores y es que está socialmente más aceptado el compartir las fortalezas que las debilidades. Pero es que el fondo, todos nos parecemos más de lo que creemos...


 


jueves, 27 de mayo de 2021

Todos cambiamos

Hay veces que echamos la vista atrás o recordamos momentos que nos llevan al pasado, pero ya no se trata tan solo de situaciones sino también de las personas que nos acompañaban por aquel entonces. Algunas estarán y otras, simplemente habrán desaparecido. Emanarán otras tantas nuevas que quizá, se queden de forma temporal, o quién sabe, para siempre. Personas de las que incluso con el tiempo, uno mismo, decida alejarse, pero lo cierto es que debe existir algo en común para que aquellos que te rodean se mantengan en la misma posición que uno se encuentra.

Y a medida que uno va creciendo y haciéndose mayor, deben existir lazos o vínculos para que las uniones sociales no se desvanezcan. Y es que nadie puede permanecer inmóvil en el tiempo. Nadie puede parar la vida ni el paso de los días. Todos, vamos añadiendo minutos a nuestro presente y eso supone ir sumando experiencias, vivencias… habrá momentos que nos harán sentir llenos de vida, de ilusión y de ganas, pero otros, que nos aterrarán y que no olvidaremos jamás o al menos los mantendremos bajo tierra siempre y cuando no haya algo que nos evoque ese recuerdo.

Y todo esto hace que cambiemos, que no seamos los mismos que éramos hace años. Todo, absolutamente todo, lo que vivimos o las personas con las que tratamos, nos hacen variar… Nos hacen cambiar nuestros pensamientos, nuestra forma de ser, nuestra manera de ver la vida y, sobre todo, de entenderla.

A veces no somos conscientes de nuestros cambios hasta que alguien nos lo dice. No son los años los que proporcionan la madurez sino las experiencias vitales. Pero deben ser esas experiencias las que nos marquen, las que nos hagan pensar, las que revolucionen nuestro mundo para entonces, entender, que al igual que las personas cambian, nosotros también en algún momento lo hacemos o lo haremos. Y no es malo, no lo es… Porque es evolucionar, es mirar la vida de otra manera, es dejar atrás muchas cosas, pero dar la bienvenida a otras tantas.

Es a veces, ponerse los zapatos de otras personas a las que antes criticábamos. Es entender ahora que existen muchas vidas y que esta vida no es de color de rosa, aunque yo me empeñara en pintarla de esa manera. Que habrá días grises, marrones o negros. Que la vida es un puñado de colores que van cambiando y que a veces, te hacen recapacitar. Que los días rosas ya quedaron atrás y que cada uno tiene su propia perspectiva acorde a lo vivido. Que antes era yo la que juzgaba, la que criticaba, la que me reía de todo, la que apenas me preocupaba por nada y ahora… ahora… ya no.

Ahora todo eso ha cambiado. Ahora me tendría que comer palabra tras palabra de muchas cosas que he dicho. Todas esas cosas que dije que no haría, las he ido haciendo una por una y las que aún me quedan, probablemente, por hacer. Cada frase que ha empezado por “Nunca…” me ha hecho después recapacitar sobre lo que pensamos que será nuestra vida y lo que después, es realmente.

Me he vuelto reservada sobre mi mundo, mis circunstancias y lo que hago o dejo de hacer. Antes yo, pregonando a los cuatro vientos cada cosa que hacía, cómo me sentía o mostrando una cara despreocupada en ciertas partes que me rodeaban. Y es que antes era antes y es pasado y ahora ya no tiene nada que ver.

La vida avanza, la vida sigue… como bien dice el tatuaje que llevo en el costado izquierdo. No se trata de una frase hecha, se trata de una experiencia vivida que te marca, que te hace recapacitar… que la vida es muy frágil… tanto que podemos perderla en cualquier momento. Que no existe nada seguro, ni el futuro ni nosotros. Que lo único que de verdad importa es el presente, la persona y los pensamientos que eres ahora. Que quedan muchas experiencias por vivir, por sentir, por entender… Que todo el mundo tiene derecho a cambiar y que esos cambios pueden no gustarle a todo el mundo, pero al final, queramos a o no, las personas opinan, dicen y cansan.

Al final, prefieres callar y tener paz antes que dar explicaciones. Que te vuelves vulnerable, reflexivo y desconfiado. Y es que eso es la vida, es lidiar con lo que venga, es aprender cada día algo nuevo, es olvidarte de los malos recuerdos, es entender que hay días malos y buenos…. Que cuando un día es malo o incluso nefasto, es mejor dejarlo pasar porque a la mañana siguiente todo se verá mejor. Que los días que sean buenos, hay que disfrutar de ellos porque no sabemos valorarlos... porque no sabemos la inmensa suerte con la que contamos… porque estamos sumidos en una vorágine de compararnos con las vidas de los demás, porque lo que no tenemos lo queremos, porque si el de al lado tiene algo por mierda que sea y por poco que valga también lo queremos por el simple hecho de que es el otro el que lo tiene y no yo… porque sentimos envidia, somos déspotas, egoístas y pocas veces pensamos en los demás.

Somos una sociedad que en este tiempo se ha visto el poco valor que damos a la vida. Pero dejando esto a un lado, hay que entender que la vida se pasa… que la vida no para y si es que para, es porque ya no hay vida. Pero eso es algo que cada persona podrá conocer acorde a las experiencias vitales y es que todos tenemos derecho a cambiar, a dedicar nuestro tiempo a nuestra forma de entender la vida porque el simple hecho de vivir ya es ser alguien diferente cada día.

Y entiendo que habrá gente que anhele aquellos días de atrás, pero es que yo ya no soy la misma y lo más curioso, es que tampoco quiero serlo. Se trata de caminar al mismo ritmo que las circunstancias de la vida y en establecer prioridades que nadie más que yo y los más cercanos con los que comparto mis ilusiones o mis miedos, pueden entender. Porque el resto son sólo personas que funcionan como elementos que forman parte de una sociedad cuya mayoría carece de empatía y cuenta con muy pocas habilidades emocionales.

Porque lo que fui ya no es lo que soy ni lo que soy es lo que seré mañana…