Lo recuerdo a la perfección. No ha pasado tanto tiempo pero
existen instantes que jamás olvidaremos. Comenzaba el año, este año que hoy,
finalizará y aún recuerdo mis nervios a la hora de subir a ese despacho… un
despacho que genera respeto y también la persona que lo ocupa. En cierta
manera, sabía lo que ahí dentro sucedería porque ya otros me habían comentado
pero no es lo mismo, que te lo cuenten a estar ahí… Recuerdo como salí de allí,
aliviada, agradecida, contenta y sobre todo, y lo que es más importante,
sintiendo esa sensación de estabilidad. Una sensación que si he de ser sincera,
jamás había sentido… Estabilidad económica que me permitiría, por fin, poder
serlo en otros ámbitos y lo que es más importante, estabilidad laboral que
suponía poder seguir disfrutando de la vivencia de mi sueño.
Pero este año no quiero hacer un resumen de todo lo que ha
sucedido… Ha habido muchos cambios,
aprendizajes y vivencias… Por un lado, volví a descubrir que las personas que
más quieres son las que te pueden abandonar de la noche a la mañana. Que un “te
quiero” no es un aval para el futuro.
Que los pedazos en los que nos
convertimos cuando nos hieren, los intentan unir personas con las que pasamos
horas y horas diariamente. Personas que son más que compañeras de trabajo y que
intentan apaciguar las emociones más negativas. Personas, al fin y al cabo, que
se van convirtiendo en una familia. Y que cada una de esas personas que lo
forman, tienen algo muy importante que aportarme.
También evidencié una vez más, por otros asuntos, que los
padres son los que están ahí incondicionalmente. Pase lo que pase
independientemente del carácter de cada uno y de la visión de la vida. Que sin
ellos, probablemente muchos de los avances que he conseguido a nivel personal,
no hubieran sido posible. Avances para mí pero normalidad para otros.
Este año he cambiado mi forma de pensar… he cambiado por las
experiencias, he cambiado por las personas que me rodean y no es que haya sido
para bien o para mal, sino que simplemente he evolucionado. Me he dado cuenta
que el trabajo se ha convertido en mi segunda casa, que mis compañeros son las
personas con las que más horas paso y que la empresa en la que estoy, la
considero ya como mi segunda casa. Un lugar donde me encuentro cómoda.
Y lo más
sorprendente de esto es que, existen amigos a los que les resulta raro que
pueda sentirme así y es que, quizá, sea por el entramado humano de las personas
que lo conforman.
Por otro lado, me he dado cuenta de muchas cosas que, de no
haber sucedido, quizá no hubiera sido consciente. He visto de primera mano,
situaciones que no desearía a nadie… He visto mucho dolor, mucho sufrimiento a
mi alrededor y en allegados. Pero de esto, ni debo ni puedo hablar…
También he de confesar que en algunos momentos de este año,
me he sentido muy sola, me he sentido muy poco apoyada con respecto a
determinadas decisiones que he tomado. Pero dicha sensación se ha debido a mi
visión de futuro sobre algunos temas. Ahora eso también ha cambiado, porque
como he dicho, yo he cambiado. Y porque, a todo, una se va adaptando.
Me he dado cuenta de la importancia de la salud, de la
necesidad de algunos y de la infravaloración que otros hacen de ella. También,
he sentido miedo por la posible falta de salud en aquellos muy cercanos. Pánico
porque hay enfermedades contra las que es muy difícil luchar.
Este año, me he querido un poco más a mi misma, teniendo en
cuenta más mis opiniones para hacer o no hacer algo. Me he tomado más tiempo
para indagar en el interior de algunas personas a las que es más complicado
conocer. He dejado de lado las primeras impresiones y las ganas de caer bien a
todo el mundo. He dejado de lado lo que los demás puedan o no pensar de mi. He
intentado seguir con aquellas personas que me quieren por cómo soy y no por las
apariencias.
He recompuesto mi corazón poniendo parches o tiritas a los
miedos que tengo de que puedan volver a repetirse determinadas situaciones.
Y sobre todo, he valorado cada instante que he pasado con
las personas a las que quiero: amigos que buscan un hueco en su apretada
agenda, amigas que me brindan sinceridad, familia con la que he compartido la
navidad…
Y lo más importante es que he aprendido a vivir sola, a
disfrutar de la soledad, del silencio, de un baño caliente, de la música
clásica, de la lectura en el sofá mientras me acompaña una infusión… De las
pequeñas cosas que tiene la vida, pero también he de decir que sigo
compartiendo mi vida y disfrutando de otros instantes en compañía.
Lo cierto, es que este año 2016 ha sido un año lleno de
grandes momentos donde la balanza se aproxima completamente hacia el lado
positivo y donde las mayores satisfacciones han sido irme a Leganés, seguir
trabajando y aprendiendo de todas aquellas personas que me ayudan a adquirir
mejores valores.