sábado, 31 de diciembre de 2016

No ha pasado tanto tiempo...

Lo recuerdo a la perfección. No ha pasado tanto tiempo pero existen instantes que jamás olvidaremos. Comenzaba el año, este año que hoy, finalizará y aún recuerdo mis nervios a la hora de subir a ese despacho… un despacho que genera respeto y también la persona que lo ocupa. En cierta manera, sabía lo que ahí dentro sucedería porque ya otros me habían comentado pero no es lo mismo, que te lo cuenten a estar ahí… Recuerdo como salí de allí, aliviada, agradecida, contenta y sobre todo, y lo que es más importante, sintiendo esa sensación de estabilidad. Una sensación que si he de ser sincera, jamás había sentido… Estabilidad económica que me permitiría, por fin, poder serlo en otros ámbitos y lo que es más importante, estabilidad laboral que suponía poder seguir disfrutando de la vivencia de mi sueño.

Pero este año no quiero hacer un resumen de todo lo que ha sucedido…  Ha habido muchos cambios, aprendizajes y vivencias… Por un lado, volví a descubrir que las personas que más quieres son las que te pueden abandonar de la noche a la mañana. Que un “te quiero” no es un aval para el futuro. 

Que los pedazos en los que nos convertimos cuando nos hieren, los intentan unir personas con las que pasamos horas y horas diariamente. Personas que son más que compañeras de trabajo y que intentan apaciguar las emociones más negativas. Personas, al fin y al cabo, que se van convirtiendo en una familia. Y que cada una de esas personas que lo forman, tienen algo muy importante que aportarme.

También evidencié una vez más, por otros asuntos, que los padres son los que están ahí incondicionalmente. Pase lo que pase independientemente del carácter de cada uno y de la visión de la vida. Que sin ellos, probablemente muchos de los avances que he conseguido a nivel personal, no hubieran sido posible. Avances para mí pero normalidad para otros.

Este año he cambiado mi forma de pensar… he cambiado por las experiencias, he cambiado por las personas que me rodean y no es que haya sido para bien o para mal, sino que simplemente he evolucionado. Me he dado cuenta que el trabajo se ha convertido en mi segunda casa, que mis compañeros son las personas con las que más horas paso y que la empresa en la que estoy, la considero ya como mi segunda casa. Un lugar donde me encuentro cómoda. 
Y lo más sorprendente de esto es que, existen amigos a los que les resulta raro que pueda sentirme así y es que, quizá, sea por el entramado humano de las personas que lo conforman.

Por otro lado, me he dado cuenta de muchas cosas que, de no haber sucedido, quizá no hubiera sido consciente. He visto de primera mano, situaciones que no desearía a nadie… He visto mucho dolor, mucho sufrimiento a mi alrededor y en allegados. Pero de esto, ni debo ni puedo hablar…

También he de confesar que en algunos momentos de este año, me he sentido muy sola, me he sentido muy poco apoyada con respecto a determinadas decisiones que he tomado. Pero dicha sensación se ha debido a mi visión de futuro sobre algunos temas. Ahora eso también ha cambiado, porque como he dicho, yo he cambiado. Y porque, a todo, una se va adaptando.

Me he dado cuenta de la importancia de la salud, de la necesidad de algunos y de la infravaloración que otros hacen de ella. También, he sentido miedo por la posible falta de salud en aquellos muy cercanos. Pánico porque hay enfermedades contra las que es muy difícil luchar.

Este año, me he querido un poco más a mi misma, teniendo en cuenta más mis opiniones para hacer o no hacer algo. Me he tomado más tiempo para indagar en el interior de algunas personas a las que es más complicado conocer. He dejado de lado las primeras impresiones y las ganas de caer bien a todo el mundo. He dejado de lado lo que los demás puedan o no pensar de mi. He intentado seguir con aquellas personas que me quieren por cómo soy y no por las apariencias.

He recompuesto mi corazón poniendo parches o tiritas a los miedos que tengo de que puedan volver a repetirse determinadas situaciones.

Y sobre todo, he valorado cada instante que he pasado con las personas a las que quiero: amigos que buscan un hueco en su apretada agenda, amigas que me brindan sinceridad, familia con la que he compartido la navidad…  

Y lo más importante es que he aprendido a vivir sola, a disfrutar de la soledad, del silencio, de un baño caliente, de la música clásica, de la lectura en el sofá mientras me acompaña una infusión… De las pequeñas cosas que tiene la vida, pero también he de decir que sigo compartiendo mi vida y disfrutando de otros instantes en compañía.

Lo cierto, es que este año 2016 ha sido un año lleno de grandes momentos donde la balanza se aproxima completamente hacia el lado positivo y donde las mayores satisfacciones han sido irme a Leganés, seguir trabajando y aprendiendo de todas aquellas personas que me ayudan a adquirir mejores valores.


domingo, 30 de octubre de 2016

Y me pregunto tantas veces... ¿por qué?

Aún lo recuerdo perfectamente… Hay situaciones que jamás se pueden olvidar y que en cierta manera, nos marcan o quizá nos cambien sin darnos apenas cuenta. Son momentos que tenemos que vivir porque la vida nos los pone por delante y queramos o no, hay que aceptarlos.

Hay que saber mantener la calma y saber cómo actuar. Pero al principio esto es imposible porque ante determinadas dificultades uno no sabe cuál será su reacción. Siempre pensamos que es a los demás a los que les suceden las cosas malas y que nuestra vida más o menos seguirá estable o bajo unas directrices estáticas pero la verdad, es que ninguna vida se salva de no cambiar en cualquier momento inesperado.

Nos vamos acostumbrando a los cambios, a las nuevas situaciones e incluso, aquellos que no creían ahora lo empiezan a hacer. Existen muchos prejuicios hoy en día. Creemos que somos muy adelantados con los tiempos que corren pero la verdad es que cuando indagas no todo el mundo está preparado para entender determinadas situaciones.

Recuerdo ese primer momento… llegar con el coche, notificar la matricula y enseñar las credenciales para después darnos unas pegatinas de acceso. Aparcar y esperar a que llegase la hora mientras estás es un patio o en un pabellón esperando. Observas a tu alrededor y los ves… los ves a todos ellos… jóvenes y mayores… deambulando, caminando o arrastrándose y se acercan, te intentan hablar con ese tartamudeo característico de ellos… Te evades, haces como que no los ves… como que son invisibles pero insisten y están por todos los lados. Llega la hora y accedes a ese pasillo del que salen tantas habitaciones y caminas, buscándola y cuando por fin, la ves, te preguntas ¿por qué aquí? ¿por qué ella? Y sobre todo, ¿en qué momento esto ha tenido que ocurrir?

Y buscas explicaciones en tu cabeza… y no las encuentras… Las cosas vienen, simplemente vienen… y quieras o no, lo entiendas o no, tienes que aceptarlas. Hablas con ella… y no la reconoces. Cambió demasiado en muy poco tiempo… Todo ha cambiado demasiado en muy poco tiempo. Ella, su entorno y hasta todos nosotros. 

Y siento pena, rabia, tristeza, miedo, ira, decepción… muchas emociones a la vez. Siento también nostalgia por saber que nada será como quiero que sea, como todos queremos que sea. Ya nada volverá a ser lo mismo… Porque hay enfermedades que poco a poco te van anulando… te van haciendo perder la esencia de lo que eres y sobre todo, te transforman en alguien completamente nuevo, alguien a fin de cuentas, desconocido. Y me pregunto tantas veces… ¿por qué?

Pero de la misma manera todo esto que tanto daño está causando también me ha valido para que me den lecciones de moral. He visto hasta donde llega el amor incondicional hacia alguien. He visto también que las personas que de verdad deben estar ahí son aquellas que se quedarán aunque la vida se derrumbe, aunque la persona ya no sea la que era, aunque no se deje ayudar en determinadas ocasiones. He visto la lucha, la ayuda, la entrega y el sufrimiento a pesar de todo ello. He visto también que aquellos que no la querían se han ido… puesto que lo que de verdad te mueve a quedarte con alguien es el amor que sientes hacia esa otra persona, venga la vida como venga…

Esto seguirá avanzando… no sé para dónde  ni en qué dirección. He visto y he callado muchas cosas en este tiempo. He entendido que hay ciertas enfermedades que a día de hoy, hacemos que sean invisibles, es más… hacemos como que no existieran… Pero lo cierto, es que están ahí, queramos o no. Enfermedades que veremos en otros y que, incluso, pueden llegar a sufrir esas personas a las que tanto queremos. Enfermedades que sólo unos pocos podemos entender y que otros lo están haciendo, a través de la visión de su existencia, pero de una manera u otra, lo cierto, es que la vida puede cambiar cuando menos te lo esperas y que sólo, aquellos que de verdad te quieren, se quedarán.

Sólo esos son los que lucharán. Y que en este camino que ahora mismo estoy viviendo, me he llevado muchas sorpresas… jamás he dudado de que ella tuviera los apoyos incondicionales que está teniendo pero sí que he sentido como el corazón se me partía en dos… porque a pesar, de todo… cuesta entenderlo…


miércoles, 10 de agosto de 2016

Son las fechas las que te hacen pensar más...

Va pasando el tiempo y algunas personas se van quedando en el recuerdo… Un recuerdo al principio está cargado de imágenes en la mente pero que según va avanzando el tiempo se difuminan. Al principio, podemos describir perfectamente cómo era una persona, sus imperfecciones en la cara o la forma de sus manos pero con el paso de los años, eso ya no es posible o al menos yo no soy capaz de recordarlo. Intento hacerlo pero no puedo…

No ha pasado tanto tiempo. Vuelvo a ver alguna foto o video y es entonces, cuando una parte olvidada de mi vida vuelve a la luz a través de esa chispa que se ha encendido y que permanecía en algún lugar de mi complejo cerebro.

Recuerdos… Sólo recuerdos… La vida sigue, continua. No se para por nadie ni para nadie. La vida es dura para algunos e incluso lo ha sido más, cuando son otros los que cuentan la vida tal y cómo ha sido en realidad. Dicen que cuando alguien desaparece del mundo terrenal, algo se queda. Quizá sólo se quede ese algo en algunos pocos… Y es que yo me sigo acordando de ella, aunque no lo diga. Aunque no  lo hable con asiduidad porque a medida que voy añadiendo años a mi vida me gustaría haber heredado esa fortaleza de la que tiempo después sabía que existía. Todos somos fuertes, eso dicen… pero ella lo era más. 

A veces me pongo a pensar y lo cierto, es que desde que ella ya no está nada ha vuelto a ser lo mismo. Existen personas que son los nexos de unión para que otros nos podamos reunir e incluso, a veces las celebraciones son las excusas perfectas para compartir momentos familiares. Pero cuando esas personas desaparecen ya no queda nada que celebrar ni que compartir.

No recuerdo con detalle aquella casa por dentro de Esquivias… No lo recuerdo… Pero sí que recuerdo aquel patio maravilloso donde yo jugaba de pequeña. No recuerdo la casa de San Cristobal pero sí que recuerdo aquel canario que piaba y cuando dormía yo me preguntaba a mi misma cómo no podía caerse estando apoyado sólo es una pata.

No recuerdo su cara con nitidez pero sí que recuerdo la ausencia de canas y un pelo negro natural impresionante que no sería algo inusual sino fuera porque ella era ya mayor. Mayor, y cuando uno es mayor la vida se acaba… Así, de repente… Y lo que quedan  para los  que nos quedamos son sólo recuerdos.  

Los más nítidos son los últimos, y de esos no quiero acordarme porque son los más feos. Las últimas imágenes se nos graban, los últimos momentos de vida y esos instante de una  tierra cayendo encima de un féretro frío pero cargado de emociones a su alrededor.

Será otro año que pase, será otro recuerdo  de la fecha de su muerte, será  otro día… Un día de Agosto que pasará pero que yo recordaré con más intensidad, la recordaré a ella. Recordaré todas esas cosas que sabía que me hubiera gustado alcanzar… Y hoy, no está aquí para decirla que lo conseguí. Hoy no… No está. Ni tampoco me está viendo desde ningún sitio porque la que creo en Dios soy yo. La que ha recibido educación cristiana… La que cuando era pequeña y me dijeron que mi abuelo murió me lo hicieron saber diciéndome que se había ido de aquí para subir al cielo… Pero sea como sea… Hoy ella, no está aquí.

Y sin querer, las fechas puntuales te hacen pensar más o revivir el momento, y es por eso por lo que quiero acordarme en estos días un poco más de ella porque el vacío que ha dejado y su ausencia resulta palpable en mi corazón y aunque a día de hoy, evite mostrar determinada sensibilidad porque no todo el mundo está preparado para lidiar y entender las emociones,  a veces hace falta recordar… 

A veces hace falta hablar de aquellos que ya no están a pesar de que algunas imágenes se vayan esfumando en el largo camino de la vida…


lunes, 16 de mayo de 2016

Entonces... ¿valió la pena?

Aún lo recuerdo… Recuerdo perfectamente esa primera vez que sentí un dolor angustiante de muelas… Recuerdo el principio de todo aquello que sería un largo camino hacía una meta que tendría como resultado una bonita y grande sonrisa… Pura estética en realidad. De ser ahora yo creo que no hubiera pasado por todo aquello que pasé y que a día de hoy, me resulta hasta sorprendente que me embarcara en toda aquella aventura dental.

Era verano y me sacaron una muela del juicio cada 15 días… Unas muelas que estaban tumbadas y que recuerdo cómo con una de ellas duró casi una hora y media en salir. El resto fueron 45 minutos aproximadamente. Veía esos preciosos ojos azules del cirujano maxilofacial. Cómo sudaba y sudaba e insistía mientras notaba la presión en mi mandíbula. Me dieron 4 puntos en cada una de mis muelas. Recuerdo cómo una noche con una de ellas comencé a sangrar porque uno de los puntos se me retiró… Recuerdo aquel flemón y vena de color verde que me recorría hasta el cuello…  Para otros no fue nada, para mí fue desesperante.

Tras esto, mis dientes estaban un tanto descolocados. Para mí, demasiado y para los dentistas también. Para otros pasaban desapercibidos. Así que decidí voluntariamente ponerme ortodoncia o lo que comúnmente se denomina aparato de brackets. El primer problema surgió enseguida… No tenía espacio suficiente para que mis dientes se colocaran en línea. La genética no me acompañaba, así que tenía dos soluciones; fracturar la mandíbula unos milímetros cada mes o sacarme cuatro piezas concretamente los colmillos de arriba y abajo y luego juntar el hueco. Obviamente, yo no quería que me quitaran más dientes… Así que opté por durante 6 meses llevar además del aparato de ortodoncia otro aparato en el paladar que cada mes me ajustaban para fracturar la mandíbula y que cediera unos malditos milímetros de nada… Y eso, dolía. Dolía mucho…

Tres años con aparato, arreglar mordida y según me lo quitan aparece una retracción de encías... Me dan más posibilidades las cuales eran una operación en la cual me quitaban parte de la piel que rodea al paladar para ponérmela en las encías delanteras de abajo o en su defecto, hacerme cada tres meses curetajes arriba y abajo con la posibilidad de recuperar encía, pero cosa que no era segura. Estaba harta y cansada de la boca… Y dolía… Opté por los curetajes y sino resultaban efectivos, me embarcaría en la operación para recuperar encía. Yo quería acabar pronto y hacer el curetaje de  toda la boca de una vez. Ellos no quisieron porque era demasiado… Así que me lo dividieron en tandas… He de decir, que siempre pedía mucha anestesia, aunque alguna vez me llevara más de un susto como marearme cuando me pincharan o sentir que el corazón me latía tan rápido que parecía que iba a explotarme, pero después de 10 minutos esa sensación se había pasado. Me decían que era por el tipo de anestesia. Yo de estas cosas no sé…

Recuperé encía, unos malditos pocos milímetros pero decidí conformarme con eso. Necesitaba un descanso… Todo dolía, daba igual lo que fuera, pero siempre sangraba y dolía. Y yo siempre lo quería todo de una vez, no quería esperar, quería mucha anestesia para que no me doliera y mi umbral del dolor se hizo cada vez más alto. Pero  la boca no me daría tregua…  Ya tenía todas las muelas empastadas y una comenzó a quejarse más de lo normal. Recuerdo que era un dolor bastante fuerte pero transitorio. No le di importancia y aguanté. Quería una tregua con mi boca.

Al final visité al dentista… Era necesario hacerme una endodoncia. No sabía qué era eso. La primera vez en mi vida que lo oía. Pero me explicaron que una caries se me hizo muy profunda tocando al nervio y que sería necesario matar ese dolor que lo ocasionaba el nervio. Así que dicho y hecho. No tenía motivos para desconfiar. Una hora casi con un plástico en la boca para que no pudiera cerrarla. Un jovencito que hurgaba en mi muela izquierda y ningún tipo de dolor… No sentía nada en mi parte izquierda de la cara. Fue un gustazo. Acabó y para casa con antibióticos y antiinflamatorios. Más de lo mismo… Estaba acostumbrada.

Pasaban las horas… y seguía sin sentir nada. Me tocaba la cara y no notaba nada. Sería la anestesia pensaba… Pasaron 8 horas y seguía sin notar nada y sin poder levantar ni la ceja, ni el labio, ni tan siquiera podía lagrimar por la parte izquierda. En ese momento comprendí que eso no iba bien, que eso no era normal… No lo era porque ya me habían hecho muchas cosas en la boca y sabía perfectamente cómo funcionaba la anestesia y en esta ocasión, no podía mover absolutamente ninguna zona de la parte izquierda de mi cara… No voy a contar todo lo que pasó después pero acudí a urgencias… fue una parálisis facial que me duró algunos días y cuyas pequeñas secuelas han quedado en mi… Y todo porque la anestesia tocó el nervio facial. A día de hoy me cuesta guiñar el ojo izquierdo, cuando sonrío mucho me tiembla la cara de dicha zona izquierda y no tengo total sensibilidad en esa parte del rostro. 

Desde entonces, puedo decir que he cogido pánico a los dentistas, he cogido pánico a la anestesia hasta tal punto que en alguna ocasión tras esto, me han hecho una caries sin anestesia.

Y ahora hace unos días, vuelvo a ir al dentista y me comentan que deben hacerme una endodoncia por una muela fracturada o en su defecto, sacarla y poner un implante… Y me siento angustiada porque no quiero volver a pasar de nuevo por lo que pasé. No quiero sentir de nuevo la sensación de no poder mover ninguna parte de la cara y que no sean capaces de decirme en cuánto tiempo voy a recuperar la movilidad. Tan sólo pasa a un 0.3 % de los casos… Una parálisis facial tras anestesiar. Pero a mí me tocó, ese pequeño porcentaje me tocó. 

Y tengo ahora verdadero pánico de que me vuelva a ocurrir otra vez.... Tengo verdadero miedo de pasar por algo parecido... No debería pero me he vuelto una cobarde ante estos temas tras aquello que me sucedió. Y es que para otros, no tiene importancia pero en aquel momento yo lloraba porque no podía mover nada y sólo me salía lágrima por un lado de la cara. Era incapacitante, era desesperante… Fue horrible… 

Y ahora me planteo, si todo lo que empezó como un procedimiento de estética, ¿valió la pena?

domingo, 17 de abril de 2016

Porque ya no tengo 18 años...

A veces hace falta ponerse a pensar… A veces hace falta dedicar unos minutos o quizá, un tiempo a uno mismo. A pensar cómo la vida va cambiando y los protagonistas que nos acompañan en el largo o corto camino de la misma vida. Dentro de poco cumpliré años y resulta sorprendente mirar atrás y cómo uno cambia las expectativas y no sólo ya eso, también la forma de entender la vida acorde a las lecciones que los demás nos van dando. Lecciones buenas o malas pero que sirven para madurar.

Recuerdo cómo era y cómo estoy siendo. Recuerdo quiénes estaban y quiénes se alejaron. Recuerdo qué hacía y qué no hacía. Recuerdo lo que me dolía y lo que ahora me mata. Recuerdo lo que quería y lo que ahora tengo. Lo recuerdo todo…  Antes era distinto… Antes no había de qué preocuparse y de repente te pones a pensar, dedicas tiempo a lo que estás o no estás haciendo con tu vida y es entonces cuando surgen las dudas. Dudas con respecto a uno mismo. Dudas con la fortaleza o la debilidad que uno puede desprender.

Vamos creciendo y vamos cambiando. Yo misma noto que he cambiado, no sé si será para mejor o peor… pero sé que no soy la misma porque la edad te va enseñando. Llegas a una edad en la que los demás, a veces, esperan más de ti de lo que tú estás dispuesta a dar. Esperan unos roles que ya están establecidos acorde a la edad que tienes y es que la sociedad es la que empuja. Intentas amoldarte a lo que hay pero para algunos, nunca parece ser suficiente.
Llega un momento en el que la propia vida te va enseñando qué camino elegir. Es la vida la que a fin de cuentas, va pasando. Tengo casi 32 años y en este tiempo que llevo de existencia he aprendido muchas cosas…

He aprendido a caerme y a levantarme. He aprendido a volverme a caer y por alguna razón extraña he contado siempre con personas que me han vuelto a levantar.

He aprendido a amar de verdad, sin tapujos, sin esperar nada a cambio pero también he aprendido a tapar las heridas con parches. He aprendido que todas las personas en algún momento nos acaban haciendo daño, sin querer o queriendo… no lo sé, hasta yo misma lo he hecho. He aprendido a amar con precaución por el miedo al abandono.

He aprendido a valorar cada cosa que tengo y también, a valorar más los momentos con pequeñas compañías que las necesidades o presentes materiales. Ha aprendido a disfrutar más de una charla y un café o merienda que una noche con alcohol.

He aprendido a ser feliz con lo que tengo, tuviera más o menos… He aprendido a ser paciente y a llorar por cuestiones que me rompían el corazón. He aprendido a quererme a mi también… a ser consciente, a madurar. A hablar con humildad… He aprendido a asimilar que de los errores se aprende y que las mayores lecciones vienen de los mayores fracasos.

He aprendido a alejarme de aquellas personas que me hacían daño o que eran tóxicas para centrarme un poco más en mí, puesto que en muchas ocasiones me he abandonado. He aprendido a no fiarme de todo el mundo… He aprendido a no esperar demasiado ni a esperar cosas que yo misma daría de otros.

He aprendido también que la vida puede cambiar en cualquier momento y que no hay que ahogarse en un vaso de agua. He aprendido que las únicas personas que estarán ahí siempre serán aquellas que nos acepten como de verdad somos.

He aprendido que vale más una persona que sea capaz de escuchar  y cuestionarnos que aquella que nos da la razón en todo. He aprendido que la soledad, muchas veces es la mejor aliada y compañera para resolver y poner en orden las diversas circunstancias de la vida porque nos permite pensar sin recibir influencia ninguna.

He aprendido a observar y después de eso, actuar. He aprendido a perdonar cosas imperdonables y a dejarlas en el baúl de los recuerdos. He aprendido que las lágrimas son necesarias para desahogarse y no por eso uno parecer más débil.

Pero lo más importante es que he aprendido que la vida no se para por nadie… He aprendido a darme cuenta que el tiempo va pasando y que hay que disfrutarlo. He aprendido a que una tarde perfecta sea simplemente leyendo un libro o escribiendo… Dando un paseo o tomando algo… He aprendido a esquivar las opiniones negativas de los demás. 

He aprendido a ser mucho más que una talla de sostén o un color de pelo rubio… He aprendido a ser aquello por lo que me brillan los ojos o por lo que sonrío porque realmente me hace feliz.


Y todo esto lo digo porque ya no tengo 18 años…


domingo, 27 de marzo de 2016

Cuántas veces hemos pensado y pensado...

¿Cuántas veces hemos aparentado una sonrisa para no evidenciar lo que hay detrás?, ¿Cuántas veces no tenemos el día para estar agradables? ¿Cuántas veces pensamos y pensamos y lo que ocurre sólo se queda en nuestro interior? Pues quizá, hoy es uno de esos días… Quizá, no siempre podemos estar y no podemos con todo… Quizá muchas veces se utilicen los blogs o yo misma lo emplee para expresar más de lo que suelo hacer por viva voz. Quizá, como ya he dicho todos tenemos esos días en los que no nos sentimos tan plenos. Días en los que simplemente nos gustaría apartarnos o que alguien nos escuchara… Días en los que no estamos o esperamos fervientemente que alguien esté… Días en los que mantenemos el control o que incluso, a veces, lo perdemos. Días, en los que nos sentimos solos en nuestra realidad… Pero es que en realidad, de vista a los demás, son sólo días que a lo largo de la semana pasan desapercibidos.

Pudiera ser que también a veces,  las emociones influyan, las circunstancias, los miedos… Siempre están los miedos que son los que a uno le hacen vulnerable…  ¿Cuántas veces intentamos no pensar porque esos miedos vienen a la cabeza? Cada uno tendrá los suyos… por supuesto y como seres humanos que somos, tenemos por desgracia, muchos… Otra cosa es que algunos sepamos reconocer cuáles son los nuestros y otros no. En el fondo, siempre he creído que hay que dedicar tiempo a conocerse a sí mismo. A saber las virtudes y defectos que podemos tener. Y resulta curioso también comprobar cómo algunas de las cosas que yo puedo considerar defectos, otras personas lo consideran virtudes y viceversa.

Hay días en los que uno está más pensativo o simplemente, sucede algo que desemboca que uno se ponga a pensar… A pensar porque uno lo hace cuando más tiempo tiene y hoy puede ser uno de esos días… Días en los que te gustaría que las cosas fueran de otro modo… en los que los miedos no estuvieran presentes pero a veces, las cosas no son como a uno le gustaría…

A veces las cosas son como son. Y aunque en días como hoy, me sienta más pequeña y frágil, sé que este sentimiento será pasajero. Creo que todos tenemos bajones, creo que todos tenemos el derecho a tenerlos… Y creo que también quizá por eso, esté escribiendo estas líneas para desahogarme a mi manera. Porque no todos los días son iguales y no se tiene la misma energía… Porque las emociones influyen y mucho… Porque hay días en los que ciertas cosas se hacen una montaña y aún así, hay que hacer frente para dejar que esa montaña no nos aplaste. Es complicado de explicar… Es difícil de expresar porque aprendes a callar. Aprendes a no mostrar los sentimientos por miedo a que a uno le puedan herir. Siempre he dicho que con el paso de los años uno se va haciendo más desconfiado y es cierto, yo lo soy… Yo confío en pocas personas porque la vida te va enseñando… pero en las que confío lo hago plenamente.

No sé… hoy es uno de esos días en lo que anhelo ciertas cosas y en las que me gustaría no hacerlo y no sentirme como me siento pero, muchas veces, no depende de uno mismo. Muchas veces la vida es como una partida de ajedrez… Ese juego que aprendí cuando era muy pequeña y que siempre he dicho que  tiene muchas similitudes con la vida real porque existen movimientos que influyen para los siguientes y que dichos movimientos están limitados en un área cerrada. La vida es así… nos vamos moviendo en función de los movimientos previos y eso influye, por tanto en nuestros comportamientos, sensaciones y estados de ánimo… Hoy es uno de esos días en los que el cielo está gris aún siendo primavera.


domingo, 20 de marzo de 2016

Sin prisas... poquito a poco...

Cuando somos pequeños todos tenemos ciertas ilusiones o sueños que nos parecen inalcanzables. Somos niños… y como tal actuamos como niños, pero a medida que avanza el tiempo nuestras expectativas o digamos, preferencias se van consolidando. Llegamos a la adolescencia y aunque no seamos seres maduros , sí que es cierto, que podemos saber qué es lo que nos gustaría tener en la vida o no tener. Y es curioso, como según la educación que hayamos recibido nuestras creencias acerca de la vida serán de un modo u otro, nuestros valores serán los que rijan y encaucen, en la mayoría de las veces, nuestros caminos.

Doy marcha atrás y quizá, para otras personas yo sea demasiado simple… Mis sueños han sido simples desde que era una niña, incluso una adolescente. Yo no soñaba con ser modelo ni nada parecido. Recuerdo que de mayor quería ser periodista… Nada de famosa, ni actriz ni nada de eso… Cuando fui convirtiéndome en una mujercita, por decirlo de alguna manera tenía algunos sueños… eran tres; escribir un relato y presentarlo a concurso, tener un ordenador portátil y un coche, concretamente un Ibiza. Desde fuera pudiera parecer absurdo… No eran sueños inalcanzables, no lo eran… Quizá otras amigas querían un apartamento en la playa o un novio estupendo pero yo quería eso… Era simple… Y recuerdo aquella vez que se estropeó el ordenador de mesa y una persona muy cercana se ofreció a arreglarlo. Durante el tiempo que no lo tuve me prestó su portátil Toshiba. Y cuando volví a recogerlo aún recuerdo cómo me decía… quédate con el portátil, es tuyo, ya tengo otros. En ese momento, miré a mi padre y me quedé perpleja… era algo así como si tuviera que esperar su aprobación y sobre todo viniendo de quién venía. Pero antes de eso, le dije que no… que no estaba bien porque era suyo el portátil. Y aún así siguió insistiendo. He de decir, que en ese momento… me sentí tremendamente afortunada. Tenía un portátil y estoy hablando de cuando tenía 18 años…

Tras esto… descubrí un concurso literario al que presentarme… Eso no requería demasiado esfuerzo puesto que parte de lo que escribí en ese relato era algo mío… “Esas dos palabras”. Ese era el título… A veces lo vuelvo a leer y me quedo impresionada de lo que se puede sacar entre líneas o de lo que puedo recordar de aquella época.

Después vino el momento de sacarme el carné de conducir… Todos los míos lo tenían y era adolescente, así que yo también lo quería. Aún recuerdo como estando en clase de alguna asignatura un tanto aburrida me ponía con los test de la autoescuela para así aprovechar el tiempo… Y con 19 años tenía mi carné de conducir, que no quería decir que supiera conducir. Son  dos cosas muy distintas… Cogía el coche y eso no era como en la autoescuela… Con el tiempo y pasados unos años alguien se ofreció a dar a mi padre un coche…  un Ibiza. Y ahí fue donde todos mis sueños de adolescentes se habían cumplido…

Pero comenzaban otros,  los de la madurez… Otros que no tenían nada que ver… Otros que a vista de los demás, siguen siendo igual de simples… Unos sueños que se resumen también en tres; conseguir un trabajo estable, viajar a Jerusalén y vivir en Leganés.

Son tres metas que, como digo, podían ser simples pero esta vez costarían más… Me parecían inalcanzables… En cierto modo, todo estaba encadenado… EL trabajo estable me daría independencia económica lo que derivaría en poderme ir a Leganés o viajar… El trabajo estable lo encontré y como digo siempre, mejor de lo que podía esperarme nunca… Pasado el año y sintiéndome realmente ya con estabilidad económica, me planteé la opción de realizar otro sueño  y era irme a Leganés…  Lo cierto es que nunca me he llegado a ir del todo de allí.

No es la zona… es la casa… Quizá no se pueda entender pero existen personas que dan significado a los lugares… a los hogares… Y yo soy una de esas personas. Desde fuera sólo es un piso pero desde dentro es mucho más que eso… Desde hace mucho tiempo he querido irme allí y no lo lograba porque no tenía posibilidades y siempre eran económicas. Ahora veo que puedo… y aunque lo haga sola y a veces, me sienta sola en todo esto,  será de nuevo volver al lugar del que nunca me hubiera gustado irme.

Además, he de reconocer que al ver el piso vacío, sin paredes, desnudo… algo se me revolvió por dentro… Muchos recuerdos olvidados que han vuelto a salir a la luz y creo que no sólo me debió pasar a mi porque ese piso tiene mucha historia detrás, no sólo yo le  doy significado… Es un piso que ha dado muchas vueltas y que en sus orígenes nadie se habría imaginado que yo, dentro de poco, podría estar allí viviendo. Primero, porque yo no existía y segundo,  porque cuando se compró su fin no fue el que acabó siendo. 

De una forma u otra, volveré a Leganés y deseaba hacerlo… era algo que deseaba desde hace muchos años… Y es simple… Es Leganés… Es tener un lugar donde poder vivir sin sentirse ahogada económicamente y un lugar estéticamente nuevo por dentro pero cargado de significado porque, por fin, podré decir “lo logré” pero no sólo con el piso… Sino también por sentirme afortunada por tener un trabajo que me da independencia económica como mujer y que eso ha hecho que vaya a cumplir un sueño que me parecía simple pero inalcanzable. Y tras esto… y dentro de un tiempo vendrá ese viaje a Jerusalén y será entonces cuando pueda decir, de nuevo, que mis sueños simples, se han vuelto a realizar.

Quizá sea porque las metas son alcanzables o llevaderas pero sí que es cierto, que cuestiones como el trabajo o la emancipación me parecían algo que yo jamás iba a tocar ni con la punta de los dedos… Habrá personas que logren sus objetivos más temprano, otros más tarde… pero considero que lo importante es sentirse satisfecho con el ritmo de vida que cada uno va llevando. 

Jamás hay que compararse con los demás y hay que tener claro, que cada uno somos de una forma, que cada uno tenemos unos gustos o intereses y que lo que, de verdad importa, es realizar esos sueños poquito a poco… Sin prisas y al ritmo que cada uno crea conveniente… Porque cada uno de nosotros es diferente al resto…