Cuando las cosas suceden es cuando nos damos cuenta de la
realidad de todos aquellos que nos rodean. En nuestro entorno tenemos a
personas buenas y menos buenas y es, en los verdaderos momentos, donde se puede
llegar a conocer a todos ellos.
Por defecto, pensamos que en nuestro círculo sólo existen
personas excepcionales y en consecuencia, nos incluimos a nosotros mismos.
Somos capaces de juzgar siempre a los demás
pero no permitimos que nos juzguen otros. Somos capaces de criticar pero
la cosa cambia cuando tienen que hablar de uno mismo. Actuamos con egoísmo pero
nos creemos humildes y comprensivos. Y es que en la mayoría de los casos, tenemos
una imagen que distorsiona con la que el resto tiene.
Cuántas experiencias habremos vivido que nos han marcado de
un modo u otro, cuántas veces hemos querido cambiar algún acontecimiento que ha
tenido consecuencias devastadoras o que, por decirlo de alguna manera, nos han
hecho bastante daño. Si hubiéramos sabido lo que se venía encima, quizá al
haber modificado ese instante, también seríamos ahora mismo, una persona con
convicciones distintas. Todo lo que vivimos nos moldea pero sólo si nos toca en
lo más hondo de nuestro ser, de lo contrario, sólo nos modificará el carácter
durante un tiempo, el suficiente para olvidar el motivo por el que queríamos
cambiar. Y es que la gente no cambia… la gente aparenta. Todos hemos conocido o
tenido una pareja que ha prometido cambiar y a la que hemos dado mil
oportunidades y si hemos tenido la paciencia suficiente para estar ahí, hemos
comprobado que las palabras se las lleva el viento.
Somos seres sociales, personas que necesitamos de los demás
para poder desarrollarnos. A veces nos gusta la soledad porque también
necesitamos tener nuestro tiempo, pero todos tenemos ese grupo de personas que
nos hacen la vida más fácil y que nos inspiran confianza por tratarse de la
zona de confort. Cuando nos encontramos en un estadio de seguridad, la vida
resulta sencilla y a pesar de no existir demasiados cambios y estar bajo la
rutina, nos sentimos libres. Pero cuando nos privan de todo y nos imponen
miedo… nos sentimos débiles y vulnerables… Y lo más importante, aparecen los
miedos que se multiplican al pasar los días.
Los miedos son esos monstruos gigantes que se encuentran en nuestra cabeza y que generalmente, y bajo circunstancias normales somos capaces de controlarlos pero cuando la situación se desborda, los miedos también lo hacen. Las personas creen controlar sus vidas pero son los miedos en realidad los que hacen que la vida de una u otra persona sea como realmente es. Hay personas que tienen más miedos y otros menos. Cada uno valora su vida de forma diferente pero todos, por regla general, según la etapa en la que se encuentre tendrá unos miedos u otros, que podrá o no, compartir con sus iguales o que preferirá mantenerlos bajo techo.
Y es que el miedo paraliza, te hace pensar,
evolucionar y lo que es más importante, mantenerte en alerta, cosa que con el
tiempo desgasta aún más. Y es por eso, que creo que todos en estos últimos
meses hemos experimentado muchos miedos, incertidumbre y malestar.
Al salir de determinadas situaciones donde se nos ha privado
de libertad, hemos intentado ser mejores personas pero lo cierto es que la
realidad no ha sido así… Las malas personas siguen siendo igual de malas y
todos nos hemos quedado como estábamos, ni más ni menos. Las lecciones de vida
sólo nos han sido útiles para algunos de nosotros que hemos salido reforzados
de determinadas situaciones.
Me sorprende a día de hoy, como el ser humano es capaz, a
veces, de ser tan cruel y de demostrar tanto despotismo con su grupo de pares.
No se trata ya de respeto sino de responsabilidad. Me sorprende cómo no
pensamos en los demás, como tienen que existir leyes con sanciones para que
algunos actúen como deben. Me asusta tener que haber perdido los nervios y
recibir respuestas despreciables de otra persona mofándose de la situación
vivida. Me da pena haber tenido que ver como el cansancio y el hartazgo pasa
factura a esa parte de la población que ocupa puestos con el contacto directo
con otros que piensan que esto que estamos viviendo es un juego. Me aterra la falta
de valores y creencias. Me lastiman las actitudes que me afectan indirectamente
a mi. Me dan pánico las nefastas maneras de gestionar las situaciones.
Me da, en definitiva, miedo, que el ser humano, evolucionado como dicen, haya perdido por el camino lo más importante que lo hacía especial y eso no es más que la preocupación desinteresada por otro de su especie. Un interés donde la reciprocidad debería estar presente y donde deberíamos actuar como grupo y no de forma independiente.
Quizá es que ya no quede nada de aquellos valores que
cuando éramos pequeños nos daban en la escuela. Quizá es que cuando nos hacemos
mayores y somos ya adultos, la palabra comprensión no tenga cabida más que para
aquellos por lo que tenemos algún tipo de sentimientos y es que tiene también
su lógica porque a día de hoy hay que ser muy fuerte para poder sobrevivir en
esta jungla llamada sociedad. Y es que puede ser que no todos podamos aparentar
ser tan fuertes en todo momento…