miércoles, 19 de diciembre de 2012

Recordando...


A punto está de acabarse el año y con él, todos los momentos vividos… Todas las experiencias que me han servido para crecer y para madurar. Instantes que no se volverán a repetir. Pensamientos que quizá, ya puedan de una vez quedar atrás. Es obvio que todo nos afecta, nos limita, nos hace comportarnos de una manera u otra. Todo lo que nos envuelve nos va formando, nos va moldeando.
Lo cierto, es que este año no ha sido como me gustaría que hubiera sido. Quizá, me esperaba otra cosa, quizá no sabía lo que la vida me tenía preparado, pero de un modo u otro, me he dado cuenta que no debo rendirme y que los malos momentos deben pasar. Que espero con todas mis fuerzas que todo cambie y que encuentre un camino al que aferrarme, un destino que brille de una forma que me deslumbre y que camine hacia él. Todavía no lo tengo o es que, a lo mejor, no lo veo.
En Enero de estas fechas todo parecía ir bien y comenzaba el año con alguien que yo consideraba especial, en resumidas cuentas, me dejaba querer. Poco a poco todo se fue marchitando y eso hizo que a raíz de los trabajos que me salían y del desgaste de lo que estaba ocurriendo entre esa persona y yo, desembocara en un distanciamiento fugaz. A veces lo pienso y creo que fue lo mejor, creo que a veces, nos equivocamos con nuestras decisiones en el sentido de que estamos con personas simplemente porque las tenemos cerca o hasta hay veces, que debido a las circunstancias, nos dejamos querer o incluso, hasta llevar. No niego que no me doliera pero reconozco que en cierta manera, fue una liberación y hablo de esto porque forma parte de mi historia y de mi vida.
 Después, entré en una espiral en la que no veía salida por el tema laboral por la propia presión que yo misma ejercía. Todo eso hizo que a veces, perdiera un poco la esperanza en mí, que me dejara de ver útil y tenía que buscar una salida, algo que me diera un poco de vida. Y por eso fue pasando el verano, entre el pueblo y mis amigas. Siempre he dicho que el pueblo, para mí, es un lugar de desconexión, un lugar donde puedo respirar y donde no me ahogo. Un lugar que me inspira libertad y donde todo es natural. Un lugar que me renueva por dentro.
Y no es que haya centrado mi vida porque aún estoy dando tumbos de un lado a otro pero decidí hace unos meses, realizar un ciclo superior para, de esta manera, ocupar mi tiempo y no sólo ya eso, sino reavivar un poco la llama que se me ha apagado dentro con respecto a mi valía. Reconozco que es muy frustrante, a veces, sostener ciertas posturas y comportamientos porque hay días muy malos en los que no soy capaz de razonar a nivel general, de la situación, de estar siempre recibiendo un “no”, de escuchar “ya te llamaremos” o de no recibir ninguna respuesta. Y eso día tras día te va comiendo por dentro, te va minando la moral y lo que es peor, empieza a afectar al estado de ánimo. Nunca pensamos que lo que vemos en los demás nos puede pasar a nosotros. Siempre creemos que las malas situaciones son para los demás. Pero nadie está exento.
Día tras día empiezo a experimentar sensaciones que suben y bajan, los pensamientos surgen de nuevo y veo que los días pasan y pasan… Y vuelven a pasar… Y así una y otra vez. Y no es algo que sólo me ocurra a mí pero a veces, los que no están en una situación similar, no pueden entenderlo. Los trabajos van saliendo, sí, pero no del aspecto que me gustaría. No me cierro a nada pero todo acaba minando mi moral. No creo tan siquiera que el año que viene vaya a ser mejor… O sí, no lo sé… No sé ya si pensar que algo puede mejorar, no sé si dentro de unos meses podré releer esto y mirarme a mí misma mientras me río de lo que aquí escribo porque las cosas hayan podido ir mejor de lo que podría esperar.  Tengo miedo en el sentido de que empieza un nuevo año y a veces, no es mejor que el que dejas atrás, simplemente cambia con respecto a las personas que incluso te acompañan y están a tu lado. Personas que te forman y transforman, personas que motivan y desmotivan, personas que animan y desaniman, personas que te inspiran y desesperan… personas a fin de cuentas porque forman el entorno en el cual durante las diversas épocas del año me han acompañado en mi viaje vital.
A poco días de acabar el año, sólo deseo que el 2013 vaya un poco mejor que el anterior, que recupere mi confianza, eso que ya perdí por el camino debido a mi situación existencial. Y que todo esto sólo sea un mal sueño del que espero pronto despertarme y volver a reencontrarme porque no es nada fácil poder asimilar y seguir manteniendo la esperanza, una esperanza que según el día varía y la que espero que vuelva también a encontrar con las personas que me ayudan en mi caminar. Personas que a veces descuido, personas que se preocupan por mí y personas que este año he conocido y que forman parte ya de mi historia por las aportaciones que me brindan y que me hacen sacar lo que tengo dentro.
Sólo espero que los momentos malos y los que me han causado cierto dolor se queden en este año que está a punto de acabar. Que lo que he aprendido este año me sirva para recapacitar, para encauzar mi vida y sobre todo, para confiar en que todo puede ser mucho mejor y que todo lo que me pueda pasar, será para evolucionar y entenderme un poco más en esta época de mi vida que considero un tanto especial debido a mi sentimiento interno. Así pues, espero ansiosa todos esos momentos que aún están por llegar en el nuevo año, un año repleto de deseos, esperanzas y sobre todo, transformaciones.
 

domingo, 28 de octubre de 2012

No soy tan distinta.


Todos cambiamos, todos evolucionamos y lo más importante, todos nos transformamos. Pero al igual que lo hacemos cada uno de nosotros, también lo hace nuestra vida. Hay veces que uno se puede sentir perdido. Veces en las que parece que uno pierde el rumbo pero son simples sensaciones las que nos pueden hacer sentir así. Son momentos en los que parece que nada era como esperábamos. Instantes en los que reflexionamos, obervamos y aún mejor, afirmamos o negamos, que estamos actuando de la manera que cada uno de nosotros quiere.
Nunca las cosas pueden salir como uno espera, nunca nos paramos a pensar qué falla en cada uno o nunca uno entiende qué ocurre para que las historias se repitan. Historias que son siempre las mismas, historias que no cambian ni un milímetro pero lo que varía sí que son las personas. Esa es la gran variable. Somos personas que tenemos altibajos, que sentimos, que nos emocionamos, que nos alegramos, rabiamos o defraudamos. Personas a las cuales no se las puede controlar. Personas con sus buenos días y sus malos, personas que hablan, que dicen y que incluso, a veces sobran. Personas, simplemente, en su totalidad.
Nunca he pensado que yo misma tuviera, incluso, la capacidad de tomar ciertas decisiones o que volviera a caer en las mismas circunstancias. Nunca he sido capaz de ser consecuente con mis actos cuando de verdad he querido hacer algo. Me puedo tomar las cosas muy en serio pero luego cuando pierdo el interés, puedo mostrarme demasiado fría. Hay veces, que puedo pasar de sentir un tremendo cariño a una escalofriante indiferencia sustituyendo a unas personas por otras. Muchas veces, los que me rodean, me preguntan por qué adoro hacer fotos. No se trata de que me guste… se trata de que esos instantes que retrato siempre quedarán para mí. Instantes que aunque hayan pasado años, siempre recordaré esos detalles que plasmaban la imagen tomada. A veces, instantes que duelen y otras, que me hacen despertar lo más sincero e inocente que quedaba de mí en el pasado.

No sé si hago bien, no sé si es lo correcto. No lo sé... Dentro de poco acabará el año… Un año que comenzó con grandes ilusiones y expectativas, las cuales según avanzó el tiempo, fueron cambiando completamente. He tomado caminos que ni por asomo hubiera elegido hace años, pero aquí me veo, involucrándome en algo que no sé si merecerá tan siquiera la pena, pero que en cierta manera, llena mi tiempo de alegría, entusiasmo y felicidad. No me cierro a nada puesto que a estas alturas ya ni puedo elegir. Simplemente, me dejo llevar por la corriente. Una corriente que me arrastra, que me arrasa y que hace descubrir partes de mí que tenía olvidadas. Partes de inocencia y de valentía, mezcladas con un cierto matiz de despreocupación. Son los que nos rodean los que nos hacen ser como somos y en función, de las circunstancias, así nos comportamos o nos adaptamos.  E incluso, cambiamos. Pero lo cierto, es que lo más importante es emplear el verbo “vivir”.
Cada mañana me levanto con ganas de seguir siendo como soy, de seguir actuando como quiero y de comportarme de la manera que para que se entienda mejor, me de la gana. Porque si otros pueden, yo también. Vivo de la manera que me gusta, hago lo que quiero cuando quiero y sobre todo, estoy con aquellos que tienen algo que aportarme. Algo de lo que puedo aprender y  sobre todo, valorar. A día de hoy, tenemos la maldita manía de ver sólo lo malo de los demás, las cosas en las que hemos fallado o no hemos estado. Pero se nos olvida por completo, recordar esos instantes en los que sonreímos, nos alegramos, nos decimos algo que nos hace sentir mejores o cuando necesitamos la presencia de alguien. Hay que olvidar las amenazas de perder algo que queremos por el simple hecho de compartirlo de una manera sana, hay que dejar a un lado esos comederos de cabeza que destruyen por dentro, hay  que no pensar mal de que todo se hace por un objetivo, hay que simplemente, dejar de lado, esa parte de desconfianza que muchas personas, sacan a relucir cuando no deberían sacarlo porque no hay motivos.

Es complicado “aguantar” ciertos momentos que por obligación hay que llevar de la mejor manera posible. Es difícil no quejarse de determinadas situaciones que también por obligación tengo que vivir pero lo intento llevar de la mejor manera porque me niego a caer en la desesperación de un cúmulo de circunstancias que me hagan ver lo negro de ciertos momentos.  De cualquier manera, nadie puede negarme que no todos somos de hierro y que no hay veces, que uno cae o que tiene días peores.
Nadie puede decirme que su vida es perfecta y que no tiene miedo a nada. Nadie puede afirmarme que la vida es un camino de rosas. Nadie puede contarme que sus vivencias son totalmente equilibradas donde no hay lugar para la rabia, la desconfianza o la desgana. Nadie puede negarme, en definitiva, que lo que yo plasmo aquí, que lo que siento, no es tan diferente a lo que otros que me leen habéis sentido en algún momento de vuestra vida. Pero es más fácil hacer saber a todos que no tenemos fisuras en el caparazón que nos colocamos todos los días cuando nos levantamos, fingiendo muchas veces, que nos va mejor de lo que, en realidad, nos va.
Yo sólo aquí, me limito a quitarme ese escudo que de manera habitual, también me coloco la mayoría de los días. Un escudo que no deja lugar a descubrir nada de lo que aquí escribo. Pero por dentro, no soy tan distinta a lo que todos, absolutamente todos, hemos pensado en algún momento.
 
 
 

domingo, 9 de septiembre de 2012

En lágrimas de ayer


Hay veces en las que no nos salen las palabras correctas, las frases adecuadas. Hay veces que no somos conscientes de nuestro entorno, de nuestra familia, de lo que tenemos a nuestro alrededor. Nos limitamos a pensar que lo que a otros les sucede, a nosotros no nos va a pasar. Otros sufren, otros lloran, otros sienten dolor, pero siempre creemos que se trata de otros… Criticamos, herimos, fallamos y hasta inventamos. Pero siempre pensamos que a nosotros no nos va a tocar, que cada uno de nosotros somos especiales, únicos, y lo cierto, es que es con el tiempo, cuando aprendemos esto.
Creemos incluso, que el enemigo es alguien que está fuera de casa, pero cuando uno abre los ojos y ve y acepta que nada es lo que era, que nada queda ya de lo que yo creía que había, que no queda cariño, no queda amor, no queda comprensión. No queda nada… Sólo queda indignación y rabia.

Voy cumpliendo años y he perdido ya cualquier inocencia que me quedara por el camino. Me he apartado de aquellas personas que me herían y hasta he aprendido del dolor, del llanto y de la ira. He aprendido a dejar parte, incluso de mi bondad a un lado, para poder vivir en un mundo donde los valores brillan por su ausencia. En un mundo en el que o te haces fuerte o te pisan. Un mundo en el que tienes que aparentar ser lo que no eres porque siempre habrá alguien que critique, siempre habrá alguien a quien falles, siempre habrá alguien que sacará defectos. Siempre… Y lo que hago es apartarme, es cambiar. Me dicen a veces, que ya no soy la que era, que he cambiado, pero no… No he cambiado, sólo con las personas que no me aportan ningún tipo de cualidad.
Sigo siendo la misma para aquellos que me conocen, sigo siendo la misma que era hace años, sigo teniendo las mismas ilusiones y las mismas esperanzas pero ahora, con cuidado de que no me hagan daño porque todos vamos aprendiendo de las experiencias. De aquello que nos rodea.

Hay días en los que todo me pesa, en los que veo que quedan muy pocas personas que merezcan la pena. Pero las hay, las tengo… y son aquellas de las que me rodeo, de mis amigas y amigos con los que paso grandes momentos  y con los que vivo todo intensamente, de mi madre que aunque me duela me dice las verdades porque es el papel que tiene que hacer conmigo, de  mi padre que de una manera más seria siempre me ha enseñado a darme a valer y de algunos escasos familiares.

A día de hoy, dentro de la propia familia, con quién puedes contar? Me siento muy decepcionada conmigo misma porque veo mucho sufrimiento y he confiado en que algo de lo que sucede fuera a cambiar, pero voy viendo también que cuando alguien se decepciona es porque da cabida a una esperanza de cambio. Un cambio que no llega y que no va a llegar. Hay veces que me gustaría hablar con todas las palabras, decir las cosas claras como muchas veces, las hablo con mi madre. Muchas veces, puedo discutir con mi madre… Pero es porque actúa como madre, porque nos decimos las verdades, unas verdades que no puedo hablar por aquí.
Me decepciona hasta llevar el apellido García. Me decepciona formar parte, incluso, de un entramado familiar del que no quiero saber absolutamente nada. Me siento como si no formara parte de esa red. Van saliendo más y más cosas y una se va enterando de ciertas barbaridades, incluso, ocurridas en el pasado que ahora salen a la luz… El propio nombre de mi madre, Luisa, un maldito nombre que lleva implícito el daño y el veneno que hace que recuerde en cada momento la división familiar y el entramado de mentiras que han ido saliendo poco a poco a la luz. Mentiras de las que aquí no puedo hablar pero que me comen por dentro. Esa muerte fue el desencadenante de no sólo la destrucción familiar, sino de la verdadera cara de más de una, dos o tres personas que llevan el apellido García.

Intento centrarme, intento expresar lo que tengo por dentro, pero yo misma deseo no parecerme nada a lo que voy sabiendo y viendo. De nada vale decir “te quiero” cuando ya te han dado la puñalada. De nada vale pedir perdón cuando el daño sigue siendo constante y no hay intención ninguna de cambio. De nada vale decir que mis abuelos, han dado grandes valores a sus hijos, cuando veo lo que veo… Valores? Qué clase de valores? La envidia, la conspiración, la independencia y la indiferencia? Esos son los valores? Son esos? Porque lo único que veo es que el daño está siempre presente… Siempre.
Se supone que es la familia en la que se puede confiar, pero es muy duro entender que tu propia familia es la que más daño te puede llegar a hacer. Y eso es algo que cuesta asimilar. De qué vale reunirse en Navidades o en celebraciones familiares cuando luego, no tienes ningún tipo de relación con esas personas que dicen ser tu familia? No hay que aparentar, ya no hace falta a estas alturas. Ya no hace falta interesarse cuando por dentro, realmente, te importa poco o nada.

Todo va cambiando y la familia y sus integrantes también lo hacen… Lo malo es que a medida, que todos cambian, yo también lo hago y con ello, voy siendo consciente de que las lágrimas recorren las mejillas de lo que me hubiera gustado que no hubiera cambiado o que en su defecto, no salieran a la luz, los lobos que habitan en muchas de las personas que nos rodean. Lobos que han mantenido ocultos durante años y que en más de una ocasión, salen para defender su territorio.
Y es lo que me duele, haber creído en personas que no son lo que eran y que ya no volverán porque se han perdido en el camino. Siguen teniendo el mismo nombre, la misma apariencia y hasta la misma mirada, pero tras esas personas, ya no queda nada de bondad.  Para mí sólo quedan lágrimas de ayer.
 
 
 

domingo, 8 de julio de 2012

Dentro de mí queda algo que di.

No podemos parar el reloj biológico, no podemos parar el tiempo por mucho que quisiéramos y menos aún retroceder. Quizá, en algún momento hemos llegado a pensar que nuestra vida o nosotros mismos no somos cómo esperábamos ser. No somos tan siquiera la sombra de lo que en un pasado fuimos.

Recuerdos, esperanzas e incluso, expectativas. Todo ello envuelto en algo que se llama vida y la cual, avanza aún siendo conscientes de que en algunos momentos quisiéramos decir a esa vida “para un momento que necesito respirar”. Pero no, todo avanza y una cambia, no sé si para bien o para mal, pero cambia. Todo esto lo digo a causa de una frase que me dijeron hace tiempo, una frase que me ha servido para darme cuenta de lo que he cambiado, de lo que ya no soy y de lo que he perdido por el camino, algo que hoy me hubiera servido para ser más fuerte.

Esta vida está llena de incertidumbre, de insatisfacción y en muchas ocasiones, de fracasos. Pero lo pienso ahora, no hace 10 años atrás. Que ingenua era creyendo que me iba a comer el mundo… Recuerdo mi adolescencia tardía, recuerdo como creía en mí y como si me proponía algo era capaz de arrasar con todo, de cambiar lo que hiciera falta y de que nadie me pisara.
Creía en mis ideas y me daba igual lo que los demás pensaran, pero sobre todo creía en mí, tenía más fortaleza de lo que ahora tengo. No sé dónde se ha ido tal fuerza para dejar paso a una asquerosa sensibilidad que muchas veces me mata por dentro.
Hay gente que incluso hoy, me dice que ojalá tuviera esa fuerza de nuevo, que si la he tenido puedo recuperarla pero creo que la propia vida me ha enseñado a vivir de una manera más correcta. Antes no tenía preocupación por nadie, no me interesaba nada y no creí que nadie me pudiera hacer daño porque ya me encargaría yo de que así no fuera. No pensaba en nada, simplemente, en vivir.

Nadie podía hacerme creer nada que no fuera acorde a lo que yo quería, nadie me podía herir, pero ahora, avanzo 9 años y veo que ya nada queda de eso. Veo que sí, que sin querer empecé a preocuparme por los demás, a ser una idiota por dejarme llevar por los comentarios, a no creer en mí y a dejarme influenciar por los actos u opiniones de los demás, pero de personas equivocadas.  Muchas veces, siento que me ahogo, que todo puede conmigo y que tengo que creer un poco más en mí. Hay días que echo de menos a ciertas personas,  las cuales me conocen a la perfección y que desearía que las cosas hubieran salido de otra manera. Que estuvieran a mi lado y que lo saben todo de mí. Personas de las que no me olvido pero a las que recuerdo y a las que he incluido en un video que hace poco colgué en You Tube. Sobre todo de una persona en especial y ella sabe quién es, siempre ha estado ahí y sé que lo sigue estando aún en la distancia porque me lo ha hecho saber en muchas ocasiones, pero sé que por circunstancias de la vida cada una de nosotras debe seguir su camino, su vida y sus ambiciones.

No soy tan fuerte como quisiera… Ya no queda nada de ese pasado en el que me veía fuerte, con ganas y con ilusión de hacer frente a todo lo que me viniera. Dentro de mí, ya no sé qué queda, ya no sé ni que es lo que puedo dar y aún peor, no sé tan siquiera si algún día podré creer en mí de una manera firme y segura. Hay personas que me dicen que hay algo en mí especial, una alegría que emano por mis poros, una energía y me lo han dicho en muchas ocasiones, pero yo no soy capaz de verlo. Yo no soy capaz de entenderlo.
Intento aparentar ser fuerte, intento que los problemas que me rodean no me afecten más de lo necesario. Intento no pensar y en caso de hacerlo, buscar esa falta de valentía y de fortaleza que he perdido por el camino. Cierto es, que la propia vida me ha hecho más fuerte pero sólo en algunos aspectos.

Alguna que otra vez, he oído eso de “Violeta no necesita a nadie” y lo peor de todo es que quizá, sea cierto. He cambiado y antes era muy dependiente pero ahora, ya me he vuelto autónoma. No necesito depender de nadie y me ha costado y mucho pero creo que algunas cosas que he perdido por el camino han hecho que nazcan nuevas actitudes en mi interior.

Lo cierto, es que dentro de poco voy a visitar de nuevo Gandía. Un lugar que siempre me encantó y al que he decidido volver después de 9 años.  Un lugar al que vuelvo con mis padres, pero totalmente cambiada. Hacía 9 años que no iba allí y la última vez, tenía una gran fortaleza, ahora ya no sé si queda algo de aquella adolescente que creía que podría tener todo lo que se propusiera y que creía que la vida me iba a dar mejores sorpresas de las que desde hace ya años me lleva dando.




miércoles, 13 de junio de 2012

Lo que hoy yo no tengo.

Es curioso como las personas tenemos ciertos temas de los que evitamos hablar. Temas que nos tocan, quizá, la fibra. Temas que son mejor no sacarlos o temas que nos pueden herir con tan sólo recordarlos. Todo tiene su parte buena y mala y lo cierto, es que no me gusta nada hablar de algo de lo que, en el fondo, no estoy preparada para expresar aquí. Pero todo ello, viene a causa de este fin de semana.

Ha sido algo rápido, como un sueño que no me ha dado tiempo a asimilar por la rapidez de los acontecimientos. Y todos maravillosos. No me quejo de nada de lo que he vivido pero sí, que en parte, después de ver, ciertas actitudes o gestos, a una le entra la melancolía o cierta envidia sana.  Me alegro por aquellas personas a las que les va bien y ver a todo el mundo rodeado de su pareja, pero sí que es verdad, que a veces me pregunto por qué yo no tengo tanta suerte… No sé, una intenta pensar que no necesita a nadie a su lado pero la realidad no es esa. La realidad es muy distinta de lo que uno imagina y sin querer, sucede a veces, que por circunstancias y por el ambiente, pues piensas y también, te preguntas… Melancolía? No lo sé… Quizá, lo llamara necesidad.

Vives y sientes al máximo y también te entregas. Pero llega un momento en el que te cansas de lo que hay, llega un momento en el que ya no puedes más y decides cerrar un corazón que yo decido que no vuelva a sentir porque yo me creo dueña de él, pero no… no se puede evitar, no se puede matar a un corazón que ya ha vivido en el pasado… Y observa y ve a una pareja de enamorados recién casados que son felices y sobre todo él. Un marido nervioso antes de entrar a la iglesia. Una novia que se retrasa y que cuando llega al altar, la coge de la mano y la recibe con un beso. Un novio que no para de dar muestras de cariño a su futura mujer. Una complicidad cada vez que se miraban… Durante el banquete unas palabras de amor hacía su enamorada… Lo cierto, es que cuando estaban en el altar, hubo un momento en el que me emocioné. Un momento en el que me alegré por ellos pero me entristecía por mí… Estaba contenta porque ellos se juntaran pero también sentía cómo mi corazón seguía latiendo y tenía esperanza por encontrar a alguien así, alguien que algún día me pudiera querer como ese novio que recibía emocionado y nervioso a su novia. En definitiva, alguien que creara una felicidad que sólo el amor puede generar.

Allí, me alejé de todos los agobios de Madrid, de todos los problemas y de todo lo que siguió estando cuando volví de nuevo. Estaba en Altea, disfrutando de la playa, del mar y de la familia.

Todos nos creemos fuertes y a veces, negamos que necesitemos a alguien cerca… A veces, decimos que estamos cansadas de encontrar a príncipes que acaban siendo ranas, pero no sé… este fin de semana me ha hecho pensar y recapacitar muchas de las cosas que tengo en mi cabeza. Cosas que no voy a compartir aquí porque son experiencias personales y de mi vida y de las cuales, no pido opiniones. Pero sí, que es cierto, que una se plantea qué falla hoy en día y qué clase de hombres pululan por los alrededores… Hace tiempo que me prometí a mí misma que sólo me enredaría con alguien que me demostrara su interior y su preocupación, alguien que tuviera valores firmes que me recordaran el significado del compromiso. Porque de nada sirve tener a alguien sino es capaz de actuar conforme a las palabras. No es que sea tradicional, para nada, pero sí que es verdad, que tampoco me gusta la clase de hombres modernos que hoy en día rondan por la sociedad. Hombres que ya han pasado por tantas manos y que se enorgullecen de contar con un gran cúmulo de parejas en el pasado. Hombres superficiales que se creen que el cuerpo y el exterior lo es todo. Hombres que no tiene la capacidad de compartir y de mostrarse cómo son en realidad… En definitiva, quedan muy pocos hombres que sean contrarios a lo que acabo de relatar. Y eso es lo que yo quiero, hasta entonces, creo que le recordaré a mi corazón las desastrosas situaciones anteriores para que no sienta nostalgia porque de esa forma, sabrá entender qué es lo que no quiero.

Pero tras este fin de semana, me he sentido un poco más sola de lo habitual porque, quizá, mi corazón sentía añoranza por algo que yo no puedo darle y eso es confiar en alguien que me aporte lo que necesito…

Cuántas veces he oído eso de “si no tienes novio es porque no quieres” o lo de “tú puedes tener al chico que quieras” Y digo yo, para nada… Sino tengo novio es porque no me gusta lo que hay y tampoco puedo tener al chico que quiero, tampoco…  Cierto es, que sino quieres a nadie, te da igual estar con uno o con otro, pero ese no es mi caso.
Cuántas veces hemos dicho o nos han dicho la frase “te quiero” y por desgracia, a día de hoy, es una palabra que se dice tan libremente como un “Hola”. No lleva nada detrás y aún habiendo perdido el significado real o inicial se sigue diciendo. Querer no es tener cariño a alguien, querer no es acordarte de alguien, querer no es necesitar a alguien, querer no es aguantar a alguien, querer no es ser infeliz, querer es mucho más… Es una palabra que se ajusta a cada uno pero querer es un sentimiento tan profundo que te hace dar lo mejor de uno mismo. En definitiva, lo que hoy yo no tengo y cuya reflexión tras una unión de enamorados, me ha hecho pensar en ello.

Antes siempre solía decir que es lo que no quiero… Pero a medida que van pasando los años y vas pasando por experiencias voy modelando a la perfección que es lo que quiero. Quizá sea un poco ilusa, pudiera ser, porque al corazón no se le puede apagar pero de una manera o de otra, siempre acabo pensando en ¿por qué los demás y no yo? Siempre…



domingo, 3 de junio de 2012

Pero ya todo cambió...

Los acontecimientos suceden en la vida, a veces, porque nosotros queremos y otras, porque son los demás, los que los propician. Hay situaciones que no podemos controlar y sin querer, sucede algo que, si estuviera en nuestra mano, no se desencadenarían de la forma en lo que lo están haciendo.
Nos cuentan cómo deberían ser las cosas y siempre tenemos la esperanza de que las personas que nos rodean no se dejen llevar por los instintos más básicos perdiendo racionalidad alguna.
Nuestra familia, nuestro entorno, nuestros amigos, parejas y conocidos están a nuestro alrededor y puede que no seamos conscientes de la influencia que ejercen sobre nosotros pero en situaciones límite sí que lo hacen.

A lo largo de la vida vemos cómo los que nos rodean cambian y es más, nosotros mismos también lo hacemos. Quizá no seamos conscientes de que lo hacemos pero no sólo se trata de los demás. Evolucionamos y vamos creciendo interiormente y sobre todo, mentalmente. Nuestras acciones, nuestras formas, nuestras palabras tienen efecto, más en los que nos rodean y menos a los que no importamos, pero generan algo en alguien.

Digo todo esto, porque de un tiempo a esta parte han ocurrido muchas cosas en mi entorno. Han sido meses que han derivado en un distanciamiento, en una lejanía que no es voluntaria, sino forzada. Cosas que la verdad, no me gustaría que hubieran sucedido. No quiero dar nombres y menos aún puedo porque se trata de alguien muy pero que muy cercano. Tampoco quiero contar nada de la historia porque no quiero tan siquiera recordarla.

Me da mucha pena el comportamiento que está teniendo y más aún, por el cariño que a esa persona le tengo. Me da rabia el que no haya sido capaz de ver más allá que con la obsesión y los instintos dejando a un lado todo lo que ha logrado labrar durante el camino.
Siento tristeza al saber que ya nada va a ser lo que era y decepción por alejar a personas que darían lo que fuera si dijera ven. Siempre he pensado que era de una fibra especial, una fibra luchadora y que tenía una fuerte relación con mi madre. He nacido a su lado y he visto y sabido demasiadas cosas de su vida, cosas que para nada han interferido en mi visión.
Siento desilusión por ser consciente de la transformación que una pareja puede hacer en una persona y su entorno. Siento lástima porque no es capaz de ya luchar por su familia, por su sangre y menos aún, por el cariño.

Es una persona, a la que siempre he apreciado y en cierta manera, la que ha estado ahí en los momentos en los que tenía que estar. Envidiaba aquellos valores y esas buenas acciones en las que se movía, pero ahora mismo, no sé si es algo que nos hacía creer a todos o que simplemente, era una mentira. No sé si todavía queda algo de aquello de lo que fue. Aquella persona humilde, honesta, sincera, valiente, sensible y sobre todo, fiel. No sé si queda algo… Tampoco sé si algún día será capaz de cambiar y de darse cuenta de lo que está perdiendo… Siempre pensamos que aquellas personas que se alejan, siempre se arrepentirán pero no sé si lo hacemos por la esperanza de que vuelvan. No lo sé… Quizá, es que uno no está preparado para aceptar que se puede cambiar tanto y que sus razones son más que suficientes para tomar tales decisiones.

Aunque muchas veces, no diga nada o me pronuncie con demasiada sensibilidad en el tema hacia mi madre, en el fondo me duele todo esto. Me duele ver las maneras, las formas, los tonos, las barbaridades que al fin y al cabo tengo que oír… Me duele ver también creer que mi madre, aunque no lo diga, desee que cambie, que vuelva a su estado original, que vuelva a ser esa persona que ella conoce desde siempre. Forma parte de ella y era algo especial, una persona a la que mi madre me enseñó a querer por lo que era y no por lo que tenía…

Una persona de la que me contaba sus logros, sus hazañas y sobre todo su trayectoria en la vida. Una persona que estará ausente ya en muchos momentos de este año… Una persona a la que, echaré de menos, una persona a la que quiero y a la que ni siquiera la puedo recordar lo qué vale y que si de verdad tuviera algo de corazón, podría cambiar todo… Porque está en su mano. Una persona con la que recuerdo innumerables momentos, una persona que ha me ha visto llorar desconsoladamente por amor, que ha sido partícipe de mis logros académicos, que ha compartido veranos en un mismo hogar, que ha celebrado momentos familiares, que me ha visto crecer desde siempre y a la que, en resumidas cuentas, ocupaba un lugar ejemplar y especial para mí pero todo cambió…

Si yo pudiera, recordaría a aquella persona lo que fue, lo que luchó en la vida y la importancia que tiene valorar a los demás  por lo que son y no por lo que tienen. A esa persona le diría que se diera cuenta de lo que ha perdido y si ahora, de verdad y con la mano en el corazón, es verdaderamente feliz, porque por dejarse llevar por sus instintos irracionales está perdiendo algo muy importante que es el calor de una familia.

Si me dejara, diría a esa persona que la vida es muy corta y que no hay necesidad de elegir a nadie sino de vivir en armonía. Nada hay que nos haga eternamente felices, nada… Tan siquiera el dinero, pero cuando uno mismo no se da cuenta de ello, es necesario a veces, dejarse ayudar sin desconfiar. Hay veces que en momentos difíciles hace falta alguien que nos recuerde quiénes hemos sido y quizá, todavía seamos, para no caer en caminos llenos de fango que nos ensucien.
Hay veces que necesitamos de otros para limpiarnos y ver que el fango es realmente donde nos hemos metido y no lo que hay fuera… es lo que yo diría pero, por desgracia,  ya todo cambió.



lunes, 21 de mayo de 2012

Voy pensando... Y observando...

¿Cuántas veces, un día cualquiera, nos hemos ido a la cama y nos hemos puesto a pensar? ¿Cuántas? Pensamientos, que muchas veces, no tienen nada que ver con el inicio. Pensamientos que se van encadenando uno tras otro de una manera que de forma consciente no sería posible. A veces, recordamos instantes, otras reflexionamos, o incluso imaginamos otras situaciones paralelas a las reales. Pero al fin y al cabo son nuestros pensamientos. Habrá algunos que podamos contar y otros, que por la vergüenza o la desconfianza hacia los demás, se quedarán para uno mismo.

Hace tiempo que me prometí a mí misma que no volvería a pensar, pero es imposible, no se puede parar esa máquina que controla nuestros sentimientos y nuestra conciencia. No se pueden parar los momentos o a las personas que han participado en alguna parte de nuestra vida. Es curioso, todo va avanzando, todo va encaminándose y sobre todo, esos caminos que tomamos son consecuencia de uno mismo. Todos hemos cometido errores y hemos disfrutado o sufrido por tales equivocaciones. Del mismo modo, que otras personas también lo han hecho conmigo.

La vida va pasando y no se detiene para nadie. Puede haber momentos en los que lloremos, suframos o quizá, riamos pero ese instante sólo se queda para uno mismo porque el resto de las personas ya tienen sus propios instantes y su vida. Es decir, todo va cambiando a medida que uno va cumpliendo años. Ya nada es lo que era y ya no queda nadie de los que estaban. Ni siquiera yo.

Hablamos de personas que nos acompañan en el camino, hablamos de personas que pueden tener un lugar especial y sobre todo, hablamos de la experiencia. Decían que la experiencia era un grado y lo solían decir en cuestiones laborales pero también en la propia vida. La inocencia va desapareciendo, la ilusión en las personas también y sobre todo, voy experimentando algo que yo creí que jamás, podría pasarme y es perder parte de mi sensibilidad.
Día tras día, voy viendo que me hago más dura por las situaciones que me rodean, ya sean a nivel de salud, físico, emotivo o de comportamiento. Voy siendo consciente de la crueldad y de las artimañas que muchas personas utilizan para conseguir sus objetivos. Yo sería incapaz, yo no puedo. Quizá, en algún momento lo he hecho pero sin repetirlo en el tiempo.

De esta manera, voy observando, voy viendo y antes quizá, hacía sonar mi palabra para que me escucharan, pero ya no merece la pena. He cambiado, ni siquiera he madurado porque esa no es la palabra correcta. Pero cada momento, cada dolor y cada situación hacen que uno mismo se replantee qué ocurre y mostrar sensibilidad en esta época, en esta ciudad y estos momentos, no valen de nada, de absolutamente nada.

Cada momento que pasa, voy fundiendo un caparazón o un escudo de metal que me hacen más fuerte antes las críticas de los demás. Ante las puyas y las palabras envenenadas de un entorno que por más que intento alejarme, no me deja.  Esas redes sociales que nos conectan a todos, esas páginas de Internet en las que aparecemos de forma constante. Antes, no sabíamos nada unos de otros y ahora, hasta nuestro peor enemigo sabe que nos pasa o nos deja de pasar. También es cierto, que yo misma voy contando parte de mi vida en este blog, pero sólo una mínima parte.
Me pueden criticar, cosa que ocurrirá, me pueden no entender, que también es razonable, pero no me pueden decir que no soy sincera en mis pensamientos, los cuales no tiene por qué coincidir con el resto puesto que mis experiencias diferirán a las de otros y mi vida, nada tendrá que ver con las otras.

Hay muchas veces que me siento insegura, con falta de confianza y con miedo ante lo que puede pasar en el futuro, cierto es, pero no siento eso de forma constante sino que es algo circunstancial, aleatorio. Te pones a pensar y es cuando ciertas cosas se vienen a la cabeza. A veces estoy triste, otras feliz y otras, simplemente, equilibrada, pero sólo dejo que muy pocas personas conozcan esa sensibilidad que de cara al exterior voy ocultando.

Tengo ganas de que llegue el verano, tengo ganas de huir de aquí, de irme a otro lado, en definitiva de escapar al pueblo y de recuperarme allí en un ambiente de tranquilidad y de descanso.
Necesito aire puro y sobre todo, volver a sentir la vitalidad que desde hace algunos meses, ha desaparecido de mi cuerpo. Y por eso, la venida del calor, del sudor y de esos días en los que anochece tan tarde, tienen para mí más importancia que la del simple verano, que es la de trasladarme a un lugar alejado del ruido, de la masa y sobre todo, de las preocupaciones que aquí, en la ciudad, están presentes de forma constante.  
Allí también pensaré, cierto es, pero en un ambiente más natural.



domingo, 6 de mayo de 2012

Lo que dejamos atrás.

Es inevitable, a veces, ponerse a pensar sobre la trayectoria de la vida. Es imposible no sentir, en  ocasiones, ciertos vacíos o carencias que en otras etapas estaban cubiertas. Es raro no arrepentirse de ciertas actitudes que en su día eran lo correcto.
A medida que vamos evolucionando, nos vamos dando cuenta de todo lo que dejamos atrás. Somos conscientes de que la vida es un cúmulo de páginas que uno mismo va escribiendo, unas páginas que como las de un libro, vamos avanzando para seguir leyendo cómo sigue la historia, en este caso, la propia historia.
Muchas veces me he preguntado qué hubiera pasado si hubiera optado por escoger otro camino. Muchas veces he reflexionado sobre lo que tengo y lo que me falta o he perdido. Otras tantas, he visto la claridad cuando he tomado la decisión, a veces, errónea y otras, correcta. Pero sea como sea, siempre para mí, acertada porque era lo que yo consideraba oportuno.

Es curioso como a pesar de ser la misma persona siempre, en mí se van produciendo cambios, no sé si a nivel mental o quizá, sentimental, pero sí que es cierto, que poco queda ya de aquella niña adolescente que sólo pensaba en salir y divertirse, poco queda ya de aquella chica que acababa de terminar la carrera y creía que iba a comerse el mundo y nada queda ya de la ilusión de encontrar a personas humildes y con valores firmes.
La vida me ha ido enseñando que no necesito muchas cosas que hasta ahora, he tenido y siendo consciente de ello, voy viendo que a veces, nos vamos creando necesidades que no son reales. Mi estilo de vida ha cambiado y mis comportamientos también. Mis pensamientos están más formados, más pulidos y sobre todo, más claros.

Hace poco que he cumplido 28 años y para muchas personas, sigo siendo la misma chica por no haber cambiado demasiado físicamente en los últimos años, pero por dentro todo ha ido avanzando.
En estos últimos años, he podido conocer de todo… He podido sentir el abrazo más sincero de quienes me querían, he visto llorar a personas por absurdeces materiales, he entendido la diferencia entre la amistad sincera al amor no correspondido, he descubierto la mentira más horrible a mi alrededor, he aguantado situaciones por falta de decisión, he recuperado mis valores y mi confianza, he sentido la decepción por ser una herramienta para otras personas, he luchado por hacerme un hueco en algún lugar o en algún corazón y sobre todo, he creído en mí misma y me he dado cuenta de que lo primero y más importante es eso.

Me da mucha pena ver que el hobby más entretenido de las personas de hoy en día, es el saber, pero no culturalmente sino el saber de los demás. No entiendo qué puede tener de atractivo el criticar a los demás o meterse en la vida de alguien. No logro ver la satisfacción que puede producir el hablar mal de alguien y no sólo eso, sino tergiversar muchas de las situaciones reales. No lo entiendo.
Muchas veces dicen, que es bueno que hablen de uno mismo, sí, pero la realidad es que de una manera o de otra, siempre he creído y con el tiempo, he confirmado, que cuando tú estás en un grupo de personas que no paran de criticar a alguien, cuando tú te vayas, te sacarán los ojos de igual modo. Poco a poco, he ido dejando atrás muchas de las cosas que formaban parte de mí. No es que me hayan hecho daño, no, sino que llega un momento en esta vida en el que te cansas de algo, llega un momento en el que explotas o que necesitas un respiro. Es un día en el que todo cambia. Es una transformación.

No me enriquece para nada el salir por la noche con esta edad porque ya no queda nada ahí que me llene, no quiero conocer a “hombres lapa” o en su defecto “hombres en busca de sexo” porque esa es la palabra.
Me da pena, comprobar como hay hombres que necesitan de Internet para ligar o contactar con chicas. No me gusta ya trasnochar y tan siquiera eso de estar por ahí todo el día. Me interesa más, ahora, el conocer a una persona auténtica y de verdad.
Me interesan las personas con las que poder charlas, reír y pasar un buen rato. Sin querer, no es que me sienta mayor pero sí que me decepciona muchísimo el comprobar como queda tan poca gente que hable con el corazón. Y digo “tan poca gente” porque conozco a gente que sí lo hace, quizá sean una o dos personas, pero existen y me siento afortunada por tenerlas cerca, muy afortunada.

Quizá, mi forma de comportarme ahora, tenga algo que ver con lo que llevo arrastrando desde comienzos de Enero y algunas otras complicaciones a nivel de salud. Hasta hace poco, no entendía el valor de una salud sana. Nos damos cuenta de lo que nos falta cuando lo perdemos. Y en este caso es cierto. Quiero y deseo recuperarme de algunos síntomas que me entorpecen físicamente y sobre todo, anímicamente.
Es más, muchas noches, casi todas, rezo y no sólo pido por mí, sino por familiares que están enfermos y que deseo que no les pase nada. No sé si alguien ahí arriba me escucha pero yo soy cristiana y no me avergüenzo de serlo y creo en ese ser que me ayuda y que hace seguir para adelante en muchas ocasiones de mi vida.

Por eso, aunque las cosas salgan mal o aunque haya épocas peores, nunca hay que olvidar que la sonrisa es una necesidad que no es irreal. Cuesta sonreír cuando no se tienen fuerzas, pero hace cosa de un mes tras una endodoncia intenté sonreír  con todas mis fuerzas y no podía… No podía porque tenía una parálisis facial, temporal pero fue desolador  para mí, fue horrible el mandar la orden a mi rostro y no poder ejecutarla, por eso y a partir de ese día, entendí el significado que tiene una sonrisa.
Forzada o no, pero a fin de cuentas, una sonrisa.



lunes, 9 de abril de 2012

Con el paso de los años me estoy haciendo más cruel...

Quizá sí. Quizá no. Quizá podamos cambiar a lo largo del tiempo. Los años y el entorno son los que nos hacen madurar. Son los elementos que a todos nos influyen y que sin ser conscientes, vamos dejando atrás un sinfín de experiencias, muchas de ellas irrepetibles con personas que han sido nuestro mundo en áquel entonces, otras que nos han marcado de una manera que siempre nos acordaremos, algunas que desearemos no recordar nunca y de las que no hablaremos a no ser que no saquen dicha conversación. Somos seres humanos, que tenemos fondo, pero la diferencia está en que no todos tenemos el mismo.

Poco a poco, te vas haciendo mayor y vas entendiendo muchas cosas que antes no te parabas a pensar, me preocupo por temas que hace años hubieran sido absurdos para mí. Voy cambiando, voy evolucionando y lo peor de todo, que voy dejando parte de mí a todas y cada una de las personas que me han acompañado en mi camino. A causa de eso, voy perdiendo pedacitos de mí. Con el paso del tiempo, todo consiste en fingir, todo consiste en demostrar que eres más fuerte que los demás y no dejar ni un ápice de emocionalidad que delate la sensibilidad que cada uno de nosotros tenemos dentro.

Amor… Amistad… Fidelidad… Qué es eso? Lo experimenté cuando era joven, cuando todavía tenía ilusiones pero no sabía la realidad de la vida. Amigos de verdad, amigos que dan lo que sea por ti y que se preocupan quedan muy pocos… Pero que muy pocos… Puedo contarlos con los dedos de una mano.

Por desgracia estamos demasiado acostumbrados a llamar amigos a personas que por causas laborales tenemos al lado, tenemos la tendencia de llamar amigos a personas con las que de vez en cuando salimos por ahí a tomar algo. Yo hablo de amigos con los que lloras, con los que confiesas tus secretos más íntimos o con los que simplemente, te tienden un brazo sin esperar nada a cambio. Repito son pocos porque todos estamos demasiado preocupados porque nos escuchen y no estamos preparados para escuchar y para ayudar. Por eso digo, que los de verdad, puedo contarlos con los dedos de una mano.

Y resulta curioso, como incluso personas que en su día llamaste amigos, ahora no lo son y pueden utillizar todo aquello que en su día les confesaste. Nada es para siempre… Nada. Y hasta a veces, me da miedo el poder contar con una persona especial para mí y que esa persona, con el tiempo utilice mi información. Me da miedo y por eso, creo que me voy encerrando en mí misma y voy contando menos de lo que me ocurre o de las cosas que se me pasan por la cabeza. Me voy volviendo más desconfiada, más fría y sobre todo, más despegada.

Y sobre el amor, estoy demasiado cansada de dar parte de mí y no recibir lo que quiero. Estoy cansada de que cuando algo se acaba siempre se hechen en cara “actitudes” que por estar con alguien se han hecho. Creo que la mayor equivocación que tenemos todos, es no entender que el amor no es ceder, sino compartir. Que no consiste en “yo hago esto para que tú hagas esto otro”. No creo en príncipes azules, no creo que existan pero sí que creo que hay alguien que puede estar esperándome y que quizá, yo a él también. Lo que quiero es estar sola, quiero evadirme de esa sensación que produce preocupación, interés, ayuda, comprensión y sobre todo cercanía. No quiero eso porque deseo estar sola de nuevo y quiero poder algún día, tener a alguien que forme parte de mí y en el que apoyarme cuando lo necesito. Pero alguien que comparta mis ideas y que pueda esforzarse en ser realista con lo que se necesita y con lo que se quiere. No tengo intención de contar nada sobre mis experiencias pasadas, puesto que quienes estuvieron ahí, ya las conocen, pero sí que es cierto que todo en esta vida pasa factura, todo y que a medida que una se vuelve más madura, va exigiendo tal madurez a su lado.

Por eso, pienso que yo soy lo que soy gracias a las personas que por mí lado han pasado. Personas excelentes, personas mediocres, buenas e incluso, tremendamente malas, pero todas ellas han formado parte de mí y si esas personas no hubieran estado ahí, otras hubieran pasado igualmente. No sé, quizá escriba aquí porque es el único lugar donde puedo expresar realmente lo que siento, porque no sé quién puede leerlo o no, y al no saberlo, me da seguridad porque como bien dicen “la ignorancia da la felicidad”.

Todo sigue cambiando y es difícil mantenerse fuerte en un mundo donde lo que más importa no es el ayudar a las personas sino avanzar y subir peldaños de cara a los demás. Tengo que aprender, tengo que saber que nada es como yo creía y que lo más importante, es contar conmigo misma y que, independientemente tenga o no a amigos a mi lado, tengo que ser consciente de que ir haciéndose mayor supone ir dejando atrás muchas esperanzas que ya nada tienen que ver con la realidad.

Tengo que aprender a estar, en definitiva, sola porque según qué personas, espero más de lo que me pueden dar y la realidad del día a día, es que cada uno vive acorde a la vida que decide llevar y que tiene preocupaciones que modelan su vida y que por tanto, cada uno debe lidiar con la vida de la manera y con las herramientas que tiene a su alcance y una de ellas, es no esperar nada de nadie porque personas que nos rodean hay muchas, pero con las que puedas hablar y con las que abras tu corazón y te escuchen, quedan muy pocas porque lo que más importa hoy es avanzar en el sentido material y no emocional. Esa es la pena. Lo que hoy impera es “tanto tienes tanto vales” y no el “así eres, así vales”. Pero no me queda más remedio que aceptarlo puesto que aunque yo no quiera eso, es mi sociedad la que me obliga a ingerirlo. Yo quiero corazones con látidos de sensibilidad y no con la superficialidad a la que, si querer, me empiezo a acostumbrar.



martes, 27 de marzo de 2012

Hablar puede aliviar los sentimientos del alma

Los sentimientos...Esos que nos hacen actuar acorde a lo que creemos que es lo debemos hacer según las circunstancias. Nadie, absolutamente, nadie nos ha enseñado a controlarlos, nadie nos ha dicho que actuar de una manera u otra, no va a tener consecuencias. Todo lo que hagamos en esta vida tendrá repercusiones.
No podemos contentar a todas las personas, no podemos llevarnos bien con todo el mundo y menos aún, en según qué ocasiones, no podemos ser conscientes de lo que está ocurriendo a nuestro alrededor.
No quiero hablar del día de ayer, quiero hablar de cómo me siento hoy, de cómo me encuentro. Quiero hablar de la parte emocional que cada uno de nosotros llevamos dentro. Nadie es perfecto, nadie, yo tampoco lo soy pero mis decisiones son la que marcarán mi vida, mis decisiones son las que harán que mi presente siga por el camino que yo quiero que lo haga.

Soy lo que soy gracias a un entramado de personas que han conformado mi vida y mi entorno. Personas que están ahí a día de hoy, otras que he perdido por el camino y otras que creí haber perdido pero me han demostrado que no, que siguen ahí viéndome a lo lejos y dándome palabras de ánimo cuando saben que lo necesito. Personas, con las que me he llevado bien y con las que guardo grandes recuerdos, personas con las que he acabado mal y otras, que por decisión propia o se han ido de mi camino o yo me he ido del suyo. Personas como yo, con sentimientos, al fin y al cabo.

No me da vergüenza decir que hoy me siento mal, que hoy empieza un nuevo camino en mi vida, queriendo olvidar algunos sucesos de mi vida, la mía. Una vida que yo guío en función de mis valores y creencias. Una vida con equivocaciones, por supuesto, una vida en la que cabe el dolor, el arrepentimiento y el daño. Pero también una vida en la que hay cabida para ilusiones, esperanzas y sobre todo, futuro.
Muchas veces, intentamos aparentar fortaleza para que los demás no nos puedan ver débiles. Pero eso es lo grandioso de las personas, que podemos sentir, que podemos llorar, que podemos rabiar... En definitiva, que podemos exteriorizar de diversas maneras la rabia o el dolor que llevamos dentro. La tristeza no es mala, sólo es un sentimiento más que hay que saber controlar pero que con el tiempo, pasará y todo volverá a la normalidad.

Hace tiempo que escribo aquí, hace tiempo que comparto algunas de las cosas que me suceden con todas las personas que quieren leerme. Hace tiempo que expreso cómo me siento o las ilusiones o decepciones que tengo a lo largo de mi vida. Soy humana y por eso, todo lo que digo aquí es producto de mi vida y su proyección en mí.

Nadie me avisó que crecer fuera tan complicado y que pasaría por tantas experiencias que me parten el alma y que aún sé que me quedan muchas por llegar, pero a base de decepciones una se va volviendo más fuerte. Sé que todos nos hemos sentido, en alguna ocasión, débiles, que pueden con nosotros, que nos machacan por vivir acorde a unos ideales, pero aún así, yo seguiré mi camino, yo lucharé por lo que me han enseñado y siempre, tendré un objetivo en esta vida, que no es otro más que ser feliz el máximo tiempo que pueda.

Estoy orgullosa de mi vida, de mi trayectoria educativa, la cual me ha servido para entender primero a la sociedad y luego a las personas en sí mismas. Estoy orgullosa de tener a unos padres que han luchado por mí y que a día de hoy lo siguen haciendo a pesar de que otros, consideran que soy ya mayor. Estoy orgullosa de creer en alguien que me guía desde arriba y me da apoyo cuando me siento perdida. Estoy orgullosa de mis primos y tíos porque siempre tienen una palabra de ánimo cuando la necesito. Estoy orgullosa de llorar cuando me hacen daño, de sonreir cuando lo siento y sobre todo de valorar cada pequeño gesto que la vida me pone por delante.

Pero también tengo defectos y no me siento orgullosa de perder los nervios cuando todo me desespera, no me siento orgullosa de darle importancia a cosas que no la tienen, no me siento orgullosa de decir barbaridades cuando alguien me ataca en caliente, no me siento orgullosa de haber dado oportunidades a personas que yo creí que debía dárselas, no me siento orgullosa de mi cabezonería y sobre todo, no me siento orgullosa de dejarme llevar por los sentimientos.

Quizá nadie me entienda, quizá habrá gente que me critique, quizá habrá otros que me ayuden o que me pongan la zancadilla pero todo en esta vida nos sirve para crecer, para ser más fuertes y para saber lo que no queremos en esta vida.
A medida que va pasando el tiempo, voy viendo como la vida te va poniendo obstáculos y de cada uno depende el saber por dónde caminar. Todos tenemos la opción de poder elegir a las personas que queremos tener a nuestro lado y tenemos la grandeza de sentir, de tener un corazón que duele cuando le hacen daño y que late de alegría cuando está feliz.
Y sólo es cuestión de tiempo, que el mío comience a latir de nuevo por una ilusión que es encontrar la felicidad en cada momento de esta vida. Felicidad que siento cuando voy al pueblo y doy un paseo con mi padre hasta el Martinete o el Chorro, cuando leo un libro de Punset, cuando mi madre me apoya al verme mal, cuando saboreo un plato que me gusta, cuando veo una serie de Hercules Poirot, cuando escucho una canción de Alejandro Sanz... en definitiva, cuando vivo la vida como la quiero vivir.


martes, 31 de enero de 2012

No quiero... No quiero...

Cuántas veces hemos deseado que nuestra vida hubiera sido de otra manera… Cuántas veces hemos pensado en  nuestro futuro… Cuántas veces hemos querido que las cosas fueran de otro modo… Creemos tener el control de nuestra vida pero, en realidad, es la propia vida la que nos controla a nosotros mismos. Son los demás y el entorno los que nos hacen ser como ahora mismo somos o quizá, seremos.
Aún recuerdo cuando era pequeña y me preguntaban “qué quieres ser de mayor” y yo contestaba “periodista”, después pensé en “escritora” y por último, en “psicologa”. Que ilusa era por áquel momento… La respuesta adecuada hubiera sido “lo que el mercado laboral me deje ser”. Eso es lo que tenía que haber dicho. Tantos y tantos años de estudios universitarios… Un legado importantísimo que mis padres me han dejado de herencia en vida en la que ha participado incluso mi propia madrina.

Yo, como cualquier otra persona tiene ilusiones, ambiciones y sobre todo expectativas pero tras el pasar de los días, parece que esos pensamientos se van difuminando en el tiempo.  Nos creemos fuertes y somos capaces de decir “yo puedo” pero en realidad, todo se va juntando. Miras a tu alrededor y las cosas cada vez están peor y llega un momento en el que te pones a pensar y dices “qué es lo que me espera?” “va a ser siempre así?”. Azafata, repartidora, dependienta… Nada de lo que yo pensaba cuando era pequeña se está haciendo realidad… Nada… Y lo peor de todo, es que los días pasan y te levantas con esa extraña sensación de resignación con la situación actual. No es que me sienta desanimada pero sí que me cuesta mucho creer en mí misma, me cuesta levantarme cada mañana con un optimismo que ya he perdido por el camino. Quizá sea mi sentimiento actual, quizá las cosas puedan ir peor o no sé… quizá mejor, pero lo que sí tengo claro es que nada cambia. Todo sigue igual.

A causa de este panorama laboral veo a personas completamente desquiciadas perdiendo lo poco que tienen, veo a personas muy cercanas que son familiares que son capaces de sacar toda la rabia y furia interna por el dinero, observo actitudes anormales de vecinos que no razonan. Miro, observo y decido resignarme a no acabar de tal modo, es decir, desquiciada con mi propia vida.
Todo este panorama está derivando en la creación de personas más independientes, más egoístas y sobre todo más rencorosas… Dónde están los valores? Dónde quedaron las buenas formas? Y sobre todo… dónde está el respeto por los seres humanos? Todos, absolutamente todos somos personas y en vez de ayudarnos a destruirnos debemos apoyarnos. Son pocas las personas que de verdad están ahí  y que te repiten día tras día que habrá un mañana. Sé que yo tengo a esas personas que me ayudan y apoyan, que me brindan sus palabras día tras día pero aún así no puedo evitar sentirme así.

Me queda muy poco para resignarme a ser una NINI. Ni estudio porque ya llevo tras de mí dos titulaciones universitarias, cosa que ya considero que sea más que suficiente y pronto estoy de darme un descanso en esta búsqueda desesperante que cada día se hace más difícil y que me va mermando por dentro. Quizá sólo me espere ser una entregada ama de casa que se dedique a criar a sus hijos… Pero aunque muchas mujeres deseen eso, yo no quiero acabar así… No quiero… Y por eso, cada día me cuesta más pensar que algo mejor puede haber mañana.