martes, 19 de septiembre de 2023

Mientras tanto, yo haré lo que pueda

Hace ya años que comencé a escribir en mi blog y si me preguntan el motivo, no fue más que por desahogo, por expulsar el malestar que por aquel entonces tenia en mi interior. La rabia, la decepción o la plasmación de las emociones mal gestionadas. De esto hace ya demasiado tiempo porque surgió a raíz de una ruptura amorosa. Todos hemos pasado por alguna pero la primera es siempre la que más duele y marca. Es la que cuesta superar... Y la única manera que encontré de calmarme fue a través de una líneas porque no es fácil abrirse a los demás y menos aún, encontrar a personas que estén dispuestas a escucharte. En aquel momento yo tuve la inmensa suerte de contar con alguien que me ayudó a salir de ese pozo en el que me hundí . Pero volviendo a lo anterior, me estaba refiriendo a eso de escuchar hoy en día, no hablo de oír porque oír sabemos todos, pero escuchar demasiada poca gente... Y es que de esa época apenas quedan entradas porque con el tiempo, las acabé borrando ya que no tenía sentido recordar todo aquello pasado el tiempo. Todo el mundo acaba olvidando y mi blog se creó con una intención pero fue evolucionando hacia otro lado completamente distinto.

Y es que, estamos rodeados de personas de las que creemos que conocemos su vida pero en realidad no es así, ¿acaso sabemos los miedos, los fracasos o las inseguridades de todos ellos? ¿Nos hemos parado por un instante a conversar e interesarnos de verdad por los problemas de los demás? Miro a mi alrededor y veo una sociedad deshumanizada donde cada vez existen menos valores. Donde ya no importa como se sienta el otro si yo me siento bien o lo que es peor, no importa nada de lo que le ocurra al otro si yo tengo todas mis necesidades cubiertas. Ya nadie se pone en los zapatos de nadie. Incluso a veces podía existir un poco más de educación en estos aspectos pero la pregunta es “¿para qué perder el tiempo”?

Cada vez van quedando menos personas que dediquen tiempo a escuchar a los otros y por desgracia, todos necesitamos ser escuchados en los momentos complicados, todos tenemos días malos o incluso, temporadas. Cuando somos jóvenes tenemos muchas formas de desconectar pero de repente, llega un día en el que te das cuenta que ya no queda nada de aquello, que los miedos de antes ya no son los de ahora. Te das cuenta que todo ha cambiado y no se trata de calificarlo de a mejor o a peor, sino que simplemente ha cambiado. Y uno mismo también, por supuesto.

Lo cierto, es que no es fácil hablar de sentimientos pero más difícil es reconocer que hay momentos en los que no todo nos va bien y que los días se hacen largos y hasta, a veces, tristes. Miras a tu alrededor y empiezas a pensar y a preguntarte… ¿por qué a otros sí y a mi no? Y es esa mala manía que tienen algunas cabezas de cuestionarse la existencia... como viene siendo la mía. Pero esto no lo hace todo el mundo, sino sólo aquellos que posiblemente, tengan la necesidad de hablar. Y es que he aprendido que cuando a uno le va bien no se cuestiona absolutamente nada porque lo tiene todo, porque su vida fluye pero cuando tienes carencias... eso no es así.

Te encuentras en una rueda en la que puedes correr, esforzarte e incluso, luchar pero cuando te quieres dar cuenta ves que el camino que estás haciendo siempre es circular. Puedes intentarlo, una y otra vez, pero siempre te encuentras con el mismo resultado. Y es ahí cuando empiezas a desconfiar en ti mismo, es ahí cuando empiezas a observar a todos aquellos que están alrededor. Unos sí y otros no. Hay personas en la misma situación que tú, por supuesto y cada uno tiene su manera de gestionarlo, otra cosa es que cuenten cómo se sienten de verdad porque tiene que existir alguien que sea capaz de escucharlos. Si no es así, al final, con el tiempo, uno se va callando y haciéndose pequeño.

La verdad es que podría hablar más claramente de todo esto, pero sin querer también he cambiado. Ya no soy aquella que escribía con el corazón en la mano, ahora pongo filtros porque tengo a alguien que me ha hecho cambiar. Ahora me resulta muy complicado hablar de mi misma, de mis miedos, de mis inseguridades y menos aún de mi ansiedad ante la rutina o de mis fracasos. 

Vas sumando experiencias y te das cuenta que algunas te han valido para aprender pero otras, para fracturarte un poco más. No es fácil vivir con seguridad. No es fácil creer en ti. No es fácil vivir sin miedos. No es fácil seguir adelante cuando no tienes el camino marcado. No es fácil buscar la salida del laberinto en el que algunos días te encuentras inmerso. Y cuesta, claro que cuesta lidiar con esos pensamientos autodestructivos que intentan infravalorarnos. Pero no se trata de uno mismo, sino de la situación. Se trata de poder encontrar el equilibrio en nuestra cabeza y no dejarnos llevar por los miedos porque de una forma u otra, todos los tenemos, lo que pasa es que esos miedos cuando las cosas van bien se quedan en segundo plano, pero cuando las cosas empiezan a empeorar o directamente, las cosas no van bien, vuelven a aparecer para ocupar el papel protagonista.

Y por supuesto que vale tener días malos y habrá personas que puedan gestionarlo mejor que otras pero lo cierto, es que aunque cueste hay que seguir andando a pesar de que las personas que estén alrededor cuenten con mejores posiciones en su carrera de la vida. Quizá su camino es más recto, quizá hayan tomado un atajo o pueda ser, que han contado con un brazo del que apoyarse o que directamente les han creado dicho camino. Los que no lo tenemos, no podemos hacer otra cosa más que seguir y permitirnos parar cuando estamos cansados de tantas curvas e impedimentos por el camino ante los que no nos queda más remedio que bordear y retomar la senda cuando nos sintamos preparados. 

Y quizá nos equivoquemos de camino, puede ser y es muy probable, pero es que no contamos con nadie que nos pueda guiar, lo único que podemos hacer es retroceder y escoger otro camino que pudiera llevar a otro lugar, ya no sé si mejor pero al menos no ceder de nuestro empeño en seguir andando e intentando no perder la esperanza de que algún día nos pueda ir como a aquellos que, incluso, se quejan y ansían por tener mejores vidas de las que ya tienen. Y es que todo varía según la perspectiva con la que midamos, comparemos y valoremos. 

Mientras tanto, yo seguiré hablando a través de estas líneas que me sirven como vía de escape. Mientras tanto, yo haré lo que pueda y aparentando que todo va mejor porque son pocas las personas que pueden y quieren escuchar.




domingo, 5 de marzo de 2023

Tenemos que olvidar para poder seguir adelante

 A veces las cosas suceden y no sabes el motivo. A veces se dan una serie de circunstancias que hace que algo que no tenía que ocurrir, de repente, se produzca. Y no entiendes como algo que no ha tenido lugar desde hace años, en un solo instante, suceda. Nos encontramos con personas con las que pensamos que ya jamás nos cruzaremos y recordamos sucesos del pasado… sucesos olvidados o más bien forzados a su entierro. Y eso dependiendo de quién se trate, duele.

Ir caminando tranquilamente por la calle mientras iba al colegio temprano a recoger a mi hija para llevarla al médico y escuchar una voz que decía mi nombre. Subir la cabeza y al ver a esa persona, quedarme blanca, sin entender por qué se atrevía a decir mi nombre o lo que es peor, porque no pasó de largo o directamente evitó el tener que hablar y vernos. De entre los millones de personas que somos en Madrid, jamás se me pasó por la cabeza poder encontrarme con esta persona y tratarme como si no hubiera pasado nada, como si los años no hubieran trascurrido y fuera un simple encuentro fortuito. Encontrarme allí, vulnerable ante todo lo ocurrido y no saber qué decir porque no sólo se corta de forma abrupta con alguien sino también con todo su entorno porque no era mi mundo, no era mi gente y no era mi sitio.

Y aparentemente di la imagen de fuerte pero tengo que reconocer que sólo quería salir de allí. Aquella conversación como las que teníamos años atrás… se me vinieron demasiadas cosas a la cabeza… y no sólo eso, sino que enlazas por ser quién es… una persona de su mundo, una persona que formó parte de mi mundo también durante una época o más bien, tengo que reconocer que fui yo la que dejé mi mundo para formar parte de él. Y se me vinieron tantas cosas a la cabeza que creí que ya no estaban… que no tenían que volver a resurgir.

No estoy hablando de echar de menos a nadie y menos a él porque nos hicimos tantísimo daño… no sé quién más de los dos o quizá sí que lo sepa pero prefiera callármelo por cuestiones legales.  Aquí estoy hablando de recordar todo aquello que di y dejé de dar, estoy hablando de frases y palabras que han vuelto a venir a mi cabeza una y otra vez. Frases que sé que hoy en día carecen de sentido, frases que surgieron a raíz de la situación, frases que aunque me ha costado mucho olvidar han vuelto sin querer. Y  estoy hablando de sucesos que parece como si los reviviera y que tengo la sensación de haber rebobinado algo que no tenía que estar pasando ahora mismo. Siento pena, mucha pena y me siento con miedo como el que sentí pero no tenía que ser así, sé que no tenía que ser así…

Y hay que recordar una cosa y es que sino hablo de algo eso no quiere decir que lo tenga olvidado. Simplemente se dejan en un cajón cerrado con llave, el cual nadie puede abrir pero un día sin esperarlo, aparece alguien de su entorno y sin proponérselo, probablemente, desliza hacia fuera ese cajón, saliendo demasiado dolor y mierda de él.

Me siento mal porque mi cabeza ha vuelto a sufrir sensaciones que no tendría que experimentar, tanto es así, que no suelo contar parte de la verdad de cómo me puedo sentir pero hace una semana sufrí un dolor que me incapacitó bastante en el cuello y cervicales acabando en urgencias  y aparte de sobre esfuerzos, muchísimo tuvo que ver ese encuentro. A nivel emocional, me destrozó por completo, tanto mentalmente como físicamente.

Y resulta asombroso como en unos minutos, mi cerebro puede traer al presente sucesos que pasaron en el pasado, situaciones que de no salir de ahí hubieran acabado conmigo. Y sólo estoy hablando de mis sensaciones, de mis sentimientos, de todo aquello que tengo que dejar claro, que no echo en falta ni para nada de menos, sólo que algo se quebró en aquel momento, algo que me rompió para siempre porque una ya no vuelve a ser la misma. Hay un antes y un después y fue una lucha constante por sobrevivir a mis propios pensamientos infundados por el contexto y repetirme una y otra vez que yo sí que podría salir adelante con todo lo que viniera, que la vida me daría más oportunidades queriéndome a mi y a mi entorno y que nadie me volvería a hacer sentirme tan vulnerable como en aquella época. Costó mucho y hasta me evadí del mundo porque no creía en mí, no era capaz de ver nada bueno en mí y  es que queramos o no, mucho tiene que ver quién nos acompaña en el camino.

Han sido días en los que me he bloqueado, en los que he tenido que volver a reestructurar mi cabeza para volver a enterrar esas sensaciones y sobre todo recuerdos nefastos porque no estaba preparada para que se creara una grieta en mi muro de contención. No estaba preparada para que algo tan nimio como fue encontrarme con alguien de su entorno generara en mi cierto dolor.

Pero los días pasan y cuando la veo a ella, todo ese dolor desaparece porque es ella la que ha vuelto a cerrar esa grieta y me recuerda constantemente lo importante que soy en su vida.

Y es que todos tenemos cosas que duelen y mucho pero que tenemos que olvidar para poder seguir adelante, para lidiar con las situaciones que la vida nos presenta aún con, a veces grietas que pueden volver a surgir por el camino... porque de nadie más que de nosotros y de los que de verdad nos quieren depende el querernos a nosotros mismos.

 


 

domingo, 12 de febrero de 2023

Porque quien te acompaña...

A todo el mundo le gusta hablar del amor, ese amor incondicional que te presentan las películas, un amor desinteresado, honesto, infinito… un amor que parece que es alcanzable y al que cualquiera puede llegar. El problema surge cuando a través de las experiencias compruebas que ese amor no es tan bonito como se muestra. El amor tiene sus momentos bonitos, nadie lo duda, pero también tiene otros y hay que saber gestionarlos, hay que saber cómo proceder y cómo llevar las situaciones. No todo el mundo es capaz de estar en pareja ni tampoco de entregarse como se debe. No es lo mismo estar soltero que en pareja porque el contexto cambia y la forma de comportarse también.

He visto y he sido consciente de que a medida que crecemos la concepción del amor se va modificando. Cuando somos más jóvenes, quizá también, somos más ilusos y tragamos más con determinadas parejas, con la falsa ilusión de que la persona que nos acompaña en algún momento pueda cambiar o parecerse a eso que nos prometieron en un inicio, pero lo cierto es que las relaciones cambian y evolucionan de la misma manera que lo hacen las amistades o las familias. Cada uno es como es y resulta absurdo aferrarse a la idea falsa de unas promesas que según avanza el tiempo, no se cumplen. Si algo he aprendido y no quiero hacer mención de nadie aquí es que para que algo funcione debe existir complicidad y sobre todo conexión. Pueden existir mil cosas más que parezca que haga que la pareja evolucione, pero sin eso, todo está perdido.

Hay parejas que están juntas por comodidad, por conveniencia, por aburrimiento, e incluso por rutina. Cada uno entiende el amor como quiere. Otras que lo están, porque juntos se encuentran mejor que separados, porque tienen dependencia emocional el uno del otro o porque no se valoran lo suficiente como para emprender el camino solos. Tampoco hay que juzgarlos porque es su forma de entender el amor.

Y existen otros que simplemente están por estar, porque se dejan querer mientras llega algo mejor y cuántas de esas hay proliferando por el mundo actual… Es algo así como una nueva forma de entender el amor. Una de esas modas pasajeras en las que decir que tienes pareja y te ves con él o ella en un futuro es casi como un pecado, donde los valores ya parecen no tener cabida, donde la fidelidad es un premio o la lealtad algo inalcanzable. Veo muchas veces a mi alrededor y sólo veo consumismo el día de los enamorados. Miles de parejas demostrando su amor en redes sociales e incluso personas que a cada nueva pareja que tienen la exhiben como si fuera un trofeo más, un mérito en su carrera del amor. ¿Dónde se quedó la intimidad? ¿Dónde se quedó aquello que no se cuenta? ¿Aquello que no se muestra?

Personas que desean tener pareja el día de San Valentín pero el resto del año, no… Personas que celebran ese día pero que el resto del año no… Y ojo, que quizá sea yo, la que ya estoy escarmentada de este tipo de exhibicionismo, porque ya he vivido bastante en temas de esta índole. Porque he celebrado muchos San Valentines con algunas personas que han hecho más mal que bien y porque yo he sido también de esas que mostraba la plenitud y entusiasmo de estos días, he sido de aquellas que cada paso que daba lo publicaba, que mostraba ese fanatismo del amor… hasta que llega un momento en el que vives un suceso que te cambia tanto a nivel personal que te hace replantearte todas tus consignas previas acerca de lo que es el amor y de lo que quieres.

Hace años si me hubieran preguntado qué es el amor tajantemente hubiera afirmado que el amor es sufrir por el sufrimiento del otro, es llorar por el otro, es entregarse hasta tal punto que te olvidas casi de ti misma. Es que te duela el corazón…

Pero a día de hoy, eso ya no lo pienso. Incluso me da pena haber creído eso en algún momento. Yo era de aquellas que decía que el amor dolía. Que cuanto más dolía, más fuerte era…  

Y ya no lo pienso por una simple razón y es porque puedes tener a alguien a tu lado pero no perderte por esa persona. Porque quien te acompaña debe elegirte todos los días y no ser tú quien le obligues a elegirte. Porque quien te acompaña debe quererte por cómo eres y no convertirte en otra persona para que te quiera. Porque quien te acompaña debe entender tus fallos y no reprochártelos día tras día. Porque quien te acompaña debe valorarte por lo que le aportas y no por lo que ganas. Porque quien te quiere debe preocuparse por ti y no obligarte a que él sea el epicentro de tu mundo. Porque quien te acompaña nunca debe hacerte elegir, nunca… Porque quien te acompaña no debe dejarte sola y sobre todo en los momentos difíciles. Porque quien te acompaña quiere pasar tiempo contigo y no sólo aquellos ratos que le sobran. Porque quien te acompaña no puede mofarse de ti, decir que son bromas y menos aún delante de determinados entornos. Porque quien te acompaña no tiene que regalarte nada cuando comete fallos importantes porque el amor no se compra, se perdona… Por esto y mil cosas más ya no pienso lo que pensaba del amor.

A día de hoy, creo que más que amor, se trata de alguien que quiera pasear contigo cogidos de la mano por el mismo sendero, que tenga las mismas miras, que no te coarte ni que te convierta en algo irreal. Alguien que te compenetre, que te de su espacio, que te apoye, que te ayude o se quede a tu lado cuando hay que estarlo… Y sobre todo que no duela.

Y ahora es cuando, quizá, haya algunos que esperen que hable por aquí de mi vida personal y por eso hayan llegado hasta estas líneas, pero si ha sido así, debo de decir que se han equivocado. En estos últimos años también he sido muy consciente de que la gente está más pendiente de la vida personal de los demás que de sus propias miserias amorosas.

Por que el amor cada uno lo entiende a su manera pero es cierto que al igual que nosotros cambiamos, también con ello el significado de todo lo que le rodea y no podemos entender ese amor de la misma manera, ahora que hace quince años atrás. Y es que queramos o no, todos estamos marcados por alguna experiencia que nos hizo ser más precavidos o desconfiados, que nos cambió por completo y que nos hizo y hace vivir quizá, todo de una forma más realista y no con tanta inocencia… Y es que el amor, sólo se puede entender cuando uno lo vive de verdad.



lunes, 6 de febrero de 2023

El resultado de todo aquello que se llevaron

Es curioso cómo a medida que nos vamos haciendo más mayores nos da por pensar más, a veces en las cosas que no hemos hecho y otras en las que podíamos haber hecho. La vida avanza a un ritmo estrepitoso y no se para por mucho que tú necesites a veces que lo haga. Puedes encontrarte perdido, desubicado pero eso a la vida le da igual, te empujará a seguir sea como sea, los días seguirán pasando y te sentirás forzado y te preguntarás por qué al resto de la gente se le hace tan fácil y simple vivir mientras a uno mismo le cuesta lidiar con sus frustraciones y miedos. 

Pero todo puede ser apariencia porque se trata de la imagen que queramos proyectar. Estamos tan acostumbrados a plasmar en las redes sociales una imagen tan distorsionada de la realidad que también algunos intentan practicarlo con el día a día.

Cada vez estoy más convencida de que es muy peligroso contar o expresar ante los demás, la realidad de los temores o complejos que nos atormentan. La vida tiene sus momentos buenos, por supuesto, pero creo que cuando uno es más joven todo se hace más llevadero. Uno tiene más ilusión, más fuerza y sobre todo que es lo que considero vital, está menos dañado. Es virgen en asuntos emocionales y apenas uno cuenta con experiencia sentimental.

Por nuestra vida pasan tantas personas que nos dan lecciones… Personas a las que nos hemos aferramos de una manera, a veces, desorbitada. Quizá, porque en algún momento hemos pensado que eran nuestra tabla de salvación. Cada una de esas personas que han compartido momentos nos han enseñado cosas que, de no haber aparecido, probablemente no las hubiéramos aprendido. Pudiera ser que otras aparecieran y nos hicieran ver las mismas equivocaciones o fallos que hemos cometido pero de una forma u otra, puedo echar la vista atrás y darme cuenta que cada una de esas personas que han pasado, se han llevado algo. Y no estoy hablando de amores sino también de amistades porque hay lejanías y rupturas amistosas que duelen muchísimo en el corazón.

Si ahora tuviera la oportunidad de volver atrás y sabiendo lo que sé, y me dieran la posibilidad de eliminar de mi vida a algunas personas, siendo sincera, dejaría a muchas ahí, algunas que me han partido el corazón como el primer amor pero a pesar del dolor y el sufrimiento de su ruptura y lo duro que fue para mí creo que eso me valió para empezarme a querer y poder ver que si uno quiere, puede salir de cualquier pozo y sobre todo, para valorar aún más si cabe el significado de la palabra amistad porque gracias a ella, yo pude salir adelante.

Tampoco borraría muchas de las amistades que he ido teniendo y que han sido muy intensas pero que me han dejado marcada porque eran de la infancia porque eso me ha enseñado a evidenciar que no serían amistades tan verdaderas cuando por tomar caminos diferentes se fueron disolviendo en el tiempo. También he visto que las amistades que uno va haciendo cuando es más mayor no cuentan con la misma inocencia de aquellos años atrás. Son amistades que en algunos casos, se intoxican al menor contratiempo y el orgullo prevalece por encima de cualquier sentimiento verdadero porque ya no estamos para aguantar determinadas situaciones. Porque vamos cumpliendo años y nos sentimos más dañados y sobre todo más desconfiados.

Dejaría a muchas personas que han pasado por mi vida y que a pesar del mar recuerdo o de la mala experiencia, me han convertido en lo que soy. Actualmente, en alguien que no me gusta porque el daño de aquellos que sí que borraría también hace mella. Todas y cada una de las personas se llevan algo de nosotros, parte de nuestra alegría, de nuestro entusiasmo, de nuestra valentía, fortaleza e incluso, de nuestra forma de entender la vida y definir nuestra ruta de vida. Cada bache emocional que hemos vivido nos hace desviarnos un poco del ideal de persona que nos gustaría ser. Aunque también es verdad que el contexto influye de forma abrupta.

Pero lo cierto, es que somos el resultado no sólo de todo aquello que hemos vivido sino de todas las personas que han pasado a nuestro lado; personas importantes o fingidas, conocidos o cercanos, amistades intensas o falsas, amores reales o de relleno, compañeros de trabajo impuestos o elegidos, jefes o esclavos con pretensiones, familiares lejanos o íntimos, profesores con vocación o con interés económico, personas que queríamos que estuvieran pero que no pudieron hacerlo, personas que no queríamos que se quedaran y lo hicieron, personas que pudieron ser y no fueron, personas que nos mintieron y se lo consentimos, personas que fueron reales y les fallamos…

Todos, absolutamente todos, contamos con este tipo de personas en nuestro pasado y son ellos, los que nos hacen ser cómo somos en el presente… el resultado de todo aquello que se llevaron.