A todo el mundo le gusta hablar del amor, ese amor incondicional que te presentan las películas, un amor desinteresado, honesto, infinito… un amor que parece que es alcanzable y al que cualquiera puede llegar. El problema surge cuando a través de las experiencias compruebas que ese amor no es tan bonito como se muestra. El amor tiene sus momentos bonitos, nadie lo duda, pero también tiene otros y hay que saber gestionarlos, hay que saber cómo proceder y cómo llevar las situaciones. No todo el mundo es capaz de estar en pareja ni tampoco de entregarse como se debe. No es lo mismo estar soltero que en pareja porque el contexto cambia y la forma de comportarse también.
He visto y he sido consciente de que a medida que crecemos
la concepción del amor se va modificando. Cuando somos más jóvenes, quizá también,
somos más ilusos y tragamos más con determinadas parejas, con la falsa ilusión
de que la persona que nos acompaña en algún momento pueda cambiar o parecerse a
eso que nos prometieron en un inicio, pero lo cierto es que las relaciones
cambian y evolucionan de la misma manera que lo hacen las amistades o las familias.
Cada uno es como es y resulta absurdo aferrarse a la idea falsa de unas
promesas que según avanza el tiempo, no se cumplen. Si algo he aprendido y no
quiero hacer mención de nadie aquí es que para que algo funcione debe existir complicidad
y sobre todo conexión. Pueden existir mil cosas más que parezca que haga que la
pareja evolucione, pero sin eso, todo está perdido.
Hay parejas que están juntas por comodidad, por conveniencia,
por aburrimiento, e incluso por rutina. Cada uno entiende el amor como quiere.
Otras que lo están, porque juntos se encuentran mejor que separados, porque
tienen dependencia emocional el uno del otro o porque no se valoran lo
suficiente como para emprender el camino solos. Tampoco hay que juzgarlos
porque es su forma de entender el amor.
Y existen otros que simplemente están por estar, porque se
dejan querer mientras llega algo mejor y cuántas de esas hay proliferando por
el mundo actual… Es algo así como una nueva forma de entender el amor. Una de
esas modas pasajeras en las que decir que tienes pareja y te ves con él o ella
en un futuro es casi como un pecado, donde los valores ya parecen no tener
cabida, donde la fidelidad es un premio o la lealtad algo inalcanzable. Veo muchas
veces a mi alrededor y sólo veo consumismo el día de los enamorados. Miles de
parejas demostrando su amor en redes sociales e incluso personas que a cada
nueva pareja que tienen la exhiben como si fuera un trofeo más, un mérito en su
carrera del amor. ¿Dónde se quedó la intimidad? ¿Dónde se quedó aquello que no
se cuenta? ¿Aquello que no se muestra?
Personas que desean tener pareja el día de San Valentín pero
el resto del año, no… Personas que celebran ese día pero que el resto del año
no… Y ojo, que quizá sea yo, la que ya estoy escarmentada de este tipo de exhibicionismo,
porque ya he vivido bastante en temas de esta índole. Porque he celebrado
muchos San Valentines con algunas personas que han hecho más mal que bien y
porque yo he sido también de esas que mostraba la plenitud y entusiasmo de
estos días, he sido de aquellas que cada paso que daba lo publicaba, que
mostraba ese fanatismo del amor… hasta que llega un momento en el que vives un
suceso que te cambia tanto a nivel personal que te hace replantearte todas tus
consignas previas acerca de lo que es el amor y de lo que quieres.
Hace años si me hubieran preguntado qué es el amor tajantemente
hubiera afirmado que el amor es sufrir por el sufrimiento del otro, es llorar
por el otro, es entregarse hasta tal punto que te olvidas casi de ti misma. Es
que te duela el corazón…
Pero a día de hoy, eso ya no lo pienso. Incluso me da pena
haber creído eso en algún momento. Yo era de aquellas que decía que el amor dolía.
Que cuanto más dolía, más fuerte era…
Y ya no lo pienso por una simple razón y es porque puedes
tener a alguien a tu lado pero no perderte por esa persona. Porque quien te
acompaña debe elegirte todos los días y no ser tú quien le obligues a elegirte.
Porque quien te acompaña debe quererte por cómo eres y no convertirte en otra
persona para que te quiera. Porque quien te acompaña debe entender tus fallos y
no reprochártelos día tras día. Porque quien te acompaña debe valorarte por lo
que le aportas y no por lo que ganas. Porque quien te quiere debe preocuparse
por ti y no obligarte a que él sea el epicentro de tu mundo. Porque quien te
acompaña nunca debe hacerte elegir, nunca… Porque quien te acompaña no debe
dejarte sola y sobre todo en los momentos difíciles. Porque quien te acompaña quiere
pasar tiempo contigo y no sólo aquellos ratos que le sobran. Porque quien te
acompaña no puede mofarse de ti, decir que son bromas y menos aún delante de
determinados entornos. Porque quien te acompaña no tiene que regalarte nada
cuando comete fallos importantes porque el amor no se compra, se perdona… Por
esto y mil cosas más ya no pienso lo que pensaba del amor.
A día de hoy, creo que más que amor, se trata de alguien que
quiera pasear contigo cogidos de la mano por el mismo sendero, que tenga las
mismas miras, que no te coarte ni que te convierta en algo irreal. Alguien que
te compenetre, que te de su espacio, que te apoye, que te ayude o se quede a tu
lado cuando hay que estarlo… Y sobre todo que no duela.
Y ahora es cuando, quizá, haya algunos que esperen que hable
por aquí de mi vida personal y por eso hayan llegado hasta estas líneas, pero si
ha sido así, debo de decir que se han equivocado. En estos últimos años también
he sido muy consciente de que la gente está más pendiente de la vida personal de
los demás que de sus propias miserias amorosas.
Por que el amor cada uno lo entiende a su manera pero es
cierto que al igual que nosotros cambiamos, también con ello el significado de todo
lo que le rodea y no podemos entender ese amor de la misma manera, ahora que
hace quince años atrás. Y es que queramos o no, todos estamos marcados por
alguna experiencia que nos hizo ser más precavidos o desconfiados, que nos
cambió por completo y que nos hizo y hace vivir quizá, todo de una forma más
realista y no con tanta inocencia… Y es que el amor, sólo se puede entender cuando
uno lo vive de verdad.
Tienes toda la razón. Supongo que cuando nos enamoramos de alguien proyectamos todo lo bueno que tenemos en él, por eso, cuando actúa de una forma que no nos gusta, nos duele todavía más, porque no toleramos, de forma inconsciente, que se salga o que no encaje en lo que nosotros entendemos por pareja y, seguramente, no lo está haciendo a propósito, pero cuando queremos a alguien nos volvemos posesivos y no pensamos en darle el espacio que necesita. Muy interesante el post. Un abrazo.
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