miércoles, 25 de diciembre de 2013

Despidiendo el año.

El tiempo pasa… El año está a punto de acabar y con él todos los momentos vividos a lo largo de estos doce meses. Instantes y acontecimientos que me han servido, por un lado, para conocerme más a mí misma, y por otro, para crecer personalmente. Pero de un modo u otro, no ha sido de los mejores porque han sucedido muchas cosas que, de seguir siendo como era, las hubiera contado por aquí, las hubiera compartido. Pero con el tiempo, una se va haciendo más cerrada y más callada. No es que no confíe tanto en las personas que me rodean o quizá, sí. No lo sé. Sólo sé que con el tiempo se van perdiendo personas y que, incluso sin querer, eso va sucediendo. Pero del mismo modo, que unas personas desaparecen, otras van viniendo.

Este año he tenido pérdidas… Personas que se han alejado de mi lado y otras, de cuyo lado me he alejado yo. Hace casi un año comenzaba en casa de una amiga en el barrio del Pilar. Allí nos reunimos unos cuantos para celebrar la Nochevieja. Bebida, alcohol, partidas de Wii y reencuentros inesperados.  
No digo que no estuviera cómoda, lo estaba pero no esperaba estar en el mismo espacio con alguien que fue tan importante para mí. Alguien que en su día me devolvió la vida, alguien que de no ser por ella, no sé qué hubiera sido de mí pero todo cambia y los caminos se separan. Ella estuvo ahí cuando tenía que estar y me brindó su mano, su apoyo y hasta su corazón pero las cosas que se tienen en común se van haciendo cada vez más distantes y eso hace que sin querer, aparezca el distanciamiento.

Del mismo modo, tuve la fortaleza de iniciar este año tomando otras decisiones que me costaron bastante. Separarme de mi mejor amigo. Alguien en quien he confiado ciegamente, alguien con quien debido a las circunstancias era imposible seguir así. Lo pensé, medité y reflexioné. Y tomé la decisión de apartarme. 
Bien es cierto, que en circunstancias extremas y cuando no he podido más con respecto a determinados temas he recurrido a él y aunque ya no fuera tampoco lo mismo, ahí estaba y sé que seguirá estando aún en la distancia.

De la misma manera, se produjo una separación también con otras personas que me hacían sonreír cada día y las que también me brindaron la oportunidad de conocerlas a través de otra amistad en común. 
Personas con las que, quizá, debido a la diferencia de edad y en las circunstancias en las que me encontraba cuando ya estuvo pasado un poco el año, hicieron que me desvinculara de una manera excesiva. 
Quizá, la culpa fuera mía… No lo sé, pero nadie es perfecto.  Ni yo, ni ellos.

He tenido que tomar ciertas decisiones  y no esperar a que otras circunstancias de más peso me hicieran cambiar. No quiero hablar de los malos momentos que he pasado, no quiero hablar de las lágrimas que he derramado, no quiero ni por un segundo dedicar nada de tiempo a personas que no se lo merecen y que me lo han hecho pasar realmente mal. Pero si algo bueno he sacado de esa experiencia ha sido encontrarme con una gran amiga. Una persona que día tras día me ha ido demostrando que vale la pena luchar y que ha dedicado tiempo en conocerme de verdad. 
A veces, pensé que me dejaría de lado o que seguiría a la corriente pero acostumbrada a no esperar demasiado de los demás, me hizo confiar en ella y lo cierto, es que también me ha permitido conocer a otra persona que forma, ahora mismo, parte de mi vida.

Me he llevado muchas decepciones con seres queridos… Con familiares para ser concreta aunque ya no sé si tan siquiera llamarles de ese modo porque para ellos yo no lo soy.  He dado mil oportunidades a personas de mi misma sangre aún viendo como otros derramaban lágrimas. He visto que el rencor sigue estando ahí, que la envidia y la rabia no cesan. Que la mentira se hace presente día tras día y que la falsedad y la hipocresía son los valores de algunos de aquellos con los que comparto sangre. Y eso ha hecho que las relaciones familiares se fueran disgregando, aún más si cabe. 
He llegado a un punto en el que no me fío de nadie porque estoy viendo tantas cosas… Cosas que vienen de atrás y que mentiría si no digo que me desconciertan porque he puesto la mano en el fuego por personas que después me han dejado en evidencia. Personas que creí que no actuarían tal y como lo están haciendo… Personas que han decidido alejarse  y que son capaces de vivir a escasas paradas de metro y tener la osadía de llamarse cristianos cuando no son capaces de predicar con el ejemplo puesto que en su escala de valores no entra más que la palabra egoísmo. 
Y he de decir que me han defraudado… Porque yo aún tenía esperanzas.

Me he sorprendido ante pérdidas físicas de personas que ya no estarán entre nosotros… De mi abuela que falleció en verano y que hará que todo cambie con respecto a la familia paterna, de Julio Fernández, ese gran profesor que tantísimo me enseñó y que para mí fue más que un referente cuando me llevó el proyecto. También el monitor del gimnasio, Fer, el cual es recordado todos los días en ese mismo gimnasio donde trabajó con una foto en la pared. Muertes que uno no espera y que te hacen reconsiderar la vida de una forma distinta. Te hace pensar en todo lo que te estás perdiendo y te dan un empujón para vivir todo de manera más intensa.

He tenido encuentros realmente desagradables con amistades y otros calificativos en los que no voy a entrar, con miradas que traspasan y que evocan momentos del pasado que te dejan mal tras esos encuentros. Encuentros que tienen lugar con demasiada frecuencia debido a la estrechez del barrio y al tránsito por las mismas calles y lugares.

He seguido viviendo momentos de entusiasmo y penas con personas que me conocen a la perfección como aquella amiga de Leganés que comparte mis preocupaciones y locuras y con la que quedo para comer. 
O con ese chico que conocí en Telecinco hace ya muchísimos años y que con el tiempo se ha convertido en uno de mis mejores amigos y que ha sido capaz de sacarme una sonrisa y sobre todo, de escucharme en los momentos que más lo necesitaba. 

He conocido a personas nuevas que poco a poco se han convertido en mucho más que eso, personas a las que sobre todo he podido conocer en el camino de Santiago. Un trayecto lleno de ilusión, alegría y superación, a pesar de contar con ayudas externas con respecto al equipaje. Pero de entre las cuales, una se ha convertido en especial para mí. 
He de reconocer que los inicios no fueron buenos… No fueron como debieran por mi actitud y por el desconocimiento. Pero dicen que el tiempo es el que pone las cosas en su lugar y creo, que en este caso fue así. Me cuesta mucho confiar en las personas, me cuesta bastante hacerme a la idea de que alguien no miente, me cuesta horrores embriagarme de ilusión sin pensar en la posibilidad de un dolor posterior a nivel emocional.  Cuando quieres a alguien, cuando sientes esa sensación tan fuerte por dentro hacia otra persona, uno se vuelve vulnerable.

Me prometí hace un tiempo que no volvería a estar con nadie porque no quería pasarlo mal pero hay cosas que no se pueden controlar. No se puede hacer ingeniería emocional y al final, el corazón es el que decide y escoge con quien quiere estar. 
Siempre he sabido lo que no quiero; odio la mentira, los malos modos, el rencor, los enfados, la prepotencia, la frialdad… Y eso es algo que lo tengo muy claro y por eso valoro tanto la sinceridad y la humildad. Y de repente, llega alguien un día, que sin saber cómo, tiene lo que quiero. Se mete en tu interior y te va captando cada día más. Una persona especial, alguien por quien sientes algo que hace mucho que no sentías y que he de confesar, que creí que no volvería a sentir. Y cuando hablo por aquí de esa persona es porque ocupa un lugar único e irrepetible en mi corazón. 
He de decir, que es lo mejor con lo que me he encontrado este año. Es alguien que me acompaña en mi camino y que hace que todo sea mucho más fácil.

Es, la verdad, lo más importante de todos estos doce meses. Y que lo volvería a repetir si supiera que le iba a encontrar de nuevo a él. Vivir este año con sus más y sus menos, ha merecido la pena porque gracias a él he podido olvidarme de muchos de los problemas que me rondan por la cabeza, aún teniendo él y bastante más grandes, los suyos propios. 
En definitiva, me siento orgullosa de tener a esos ojos azules y de que me haya dado la posibilidad de estar a su lado, de que haya confiado en mí para darme un hueco en su vida y de que, a medida que me va conociendo con todos mis defectos, me lo siga dando. De compartir instantes y experiencias, que deseo de todo corazón, que vayan aumentando.

Es por eso, por lo que me despido el año deseando que muchas cosas cambien y evolucionen para conseguir mis expectativas en temas de otras índoles pero eso es algo de lo que, en otra ocasión hablaré, puesto que sólo quiero centrarme en la parte emocional que este año me ha brindado.

Me despido así, con lo mejor que me ha regalado el 2013 y con lo que también comenzaré el año que está, ya, a punto de comenzar…




martes, 3 de diciembre de 2013

Es ahora cuando me atrevo a opinar


Desde hace ya un tiempo he dejado de ser clara en las entradas de mi blog… Desde hace un tiempo he hablado por encima de algunas de las cosas que suceden a mi alrededor, en mi entorno. Sucesos que aunque quisiera no puedo ni debo compartir por aquí. No se trata de mí sino de otras personas que forman parte de mí y que siempre lo han hecho. Hay veces que  con el paso del tiempo las experiencias que formaron parte del pasado y que hicieron daño se entienden de otra manera, de otro modo. Quizá hace 11 años atrás, no tenía la suficiente capacidad para poder asimilar lo que estaba sucediendo, quizá nadie me hizo partícipe por aquel entonces de lo que estaba pasando… Y aunque me dejaron al margen fui consciente de todo lo que ocurrió. Me gustaría ser más clara y expresarme mucho mejor de lo que ahora mismo lo estoy haciendo pero, repito, que no puedo… Porque no quiero dañar a nadie porque es algo que pasó hace mucho tiempo atrás y que yo también perdoné. Sólo son sensaciones y recuerdos que, debido a lo ocurrido y a encuentros  del presente de un familiar con otra persona indeseable, vienen de nuevo a la cabeza.

Es tan simple hacer daño… Es tan fácil desconfiar de aquellas personas que una vez nos hirieron y nos hicieron llorar, aún sin conocerlas… Todo lo que conozco es por lo que otros me contaron no por el propio partícipe de su historia. Todo lo que sé es por lo que me enseñaron en su día. Se trata de una total desconocida aun habiendo formado parte importante de un tramo de la vida de esa persona tan cercana a mí. Muchas veces, me pregunto el motivo por el que él no me ha hablado jamás de ella… Aún me pregunto, incluso porque a mí no se me pidió perdón por los acontecimientos que en su día ocurrieron. A día de hoy, aún sintiendo rabia y también miedo porque la carga emocional es demasiado intensa como para saber de nuevo de ella, se evita hablar delante de mí sobre su presencia actual, sobre su existencia.  Y no sólo estoy hablando de mí sino del miedo de otras personas que me rodean que también sufrieron y padecieron por ello. Y es ahora, con casi 30 años cuando puedo ponerme en su piel y ser consciente de todo lo que sucedió, de todo lo que suponía y de todo lo que tuvo que hacer para seguir adelante.

Es ahora cuando, ya madura, puedo echar la vista atrás y pensar como una mujer. Una mujer que, probablemente, en su día no fui. Es ahora cuando puedo opinar y en cierta manera, guardar rencor hacia esa mujer que no he conocido pero que destrozó aquello a lo que ella renunció también en el pasado. Cada persona tiene su tiempo… Cada uno debe ser consciente de las decisiones que toma porque serán las que marquen el camino a seguir y las oportunidades existen, muy cierto, pero siempre y cuando haya posibilidad de ello, porque de lo contrario, se puede hacer demasiado daño.

Sé que existe… Nunca la he visto… Sé su nombre, su historia y parte de su vida… Sé más de lo que otras personas se creen pero lo cierto, es que no sé si no se me ha hablado de ella porque hace daño o porque evitando su presencia en el recuerdo, se olvida que alguna vez existió. Es una pregunta que siempre me he hecho… Quizá pienso que fuera porque no estaba preparada para escuchar ciertas cosas. Quizá fuera porque el orgullo herido es más fuerte en un hombre que en una mujer y los fracasos del pasado es mejor dejarlos pasar. Sea de una forma u otra, creo que ese es el motivo por el que nunca he juzgado a nadie… Porque no podría hacerlo cuando en un pasado donde el daño fue, tan grande, no lo hice.

Lo cierto, es que su presencia en el presente me da pánico... La verdad es que he de reconocer que sí que tengo miedo de sus actuaciones, de su existencia y sobre todo, de aquellos encuentros donde las miradas llenas de tensión, probablemente, se cruzarían reflejando más de lo que otros, desde fuera pudieran percibir. Es ahora cuando, con toda seguridad tendré que verla por fotos… Es ahora cuando deseo con todas mis fuerzas que se aleje para no revivir sin querer ese miedo y dolor de un pasado que aunque, siempre me he callado, me pegó tan fuerte que todavía recuerdo con total nitidez esas palabras y escenario de lo único, que por aquel entonces, se me dijo.

Es ahora cuando me atrevo a opinar sabiendo que no puedo expresarme como de verdad quisiera…
 


 


 



miércoles, 27 de noviembre de 2013

El tiempo que se acerca...

Es con el paso del tiempo cuando podemos valorar o quizá, recordar aquellos momentos del pasado con determinadas personas que, por circunstancias de la vida, no se volverán a repetir. Es con el paso de los años cuando uno es consciente de la realidad que ha vivido, de lo que ha experimentado y mejor aún, de la emoción interior que esos instantes le hicieron sentir. Es con el paso de los días cuando uno entiende, comprende y asimila que las vivencias del pasado y las personas que lo rodearon van cambiando, van evolucionando y van sucediendo experiencias que hacen que ya nadie sea el que fue
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Se acerca la Navidad, los momentos familiares y los buenos propósitos. Se acerca un tiempo en el que antes todo era de otra manera. Se acerca una fecha donde sólo puedo hablar de “incertidumbre”. Una palabra que refleja mi sentimiento interior, una palabra que años atrás no era así. Hablo de melancolía, de añoranza y aún peor, de ilusión. Una ilusión que todavía queda en mí, una ilusión que hace que desee que algún día las cosas puedan volver a ser lo que eran. Una ilusión por reencontrarme en esos días con personas que llevan mi misma sangre y que, no sé por qué razón tan fuerte o más bien quiero creer que no la sé,  deciden mantenerse en su postura de compartir momentos con otras personas, que quizá el día de mañana, sí que necesiten.

No se trata de fachada, no se trata de apariencia. Se trata de reconocer que todavía queda en mí una ilusión por volver a ser lo que un día fuimos en la familia. Se hablará y se comentará… Será motivo de discordia y también de buenos deseos, pero sé que sólo se quedará ahí.

Creo sinceramente, que soy de las pocas personas que aún tiene un poco de ilusión por compartir y dejar a un lado los rencores y el pasado. Por desgracia me dejo llevar por una maldita sensibilidad que por mucho que he intentado cambiar nunca he logrado. Una sensibilidad que me pierde y que me hace seguir creyendo en personas y matizo, que de la familia. Una sensibilidad que hace también que me calle, observe y sólo me atreva a hablar cuando realmente lo creo necesario. Una sensibilidad que por desgracia, hace que me decepcione rápidamente ante esas ilusiones infundadas sobre mis deseos familiares.

No sé si las personas cambian… No sé tan siquiera si algún día podremos volver a ser lo que éramos. Pero el caso es que yo sigo siendo la misma. No he cambiado. No he opinado. Me he limitado a observar, a tragar y a sufrir ante hechos que eran injustos pero me he mantenido al margen aún teniendo gran información en mi poder.

Sé que mi deseo es absurdo tal y como están las cosas… Sé que estoy hablando de una auténtica utopía. Sé que no podremos volver a juntarnos todos porque existe una brecha demasiado profunda pero aún así, en mí queda el cariño, los recuerdos y un pasado en el que todo era mucho más fácil entre todos nosotros. Un pasado que ya apenas recuerdo, un pasado que por muy ilusa que sea, espero que pueda volverse a repetir para, por un momento, sentir el calor y la cercanía familiar que tanto añoro y que desde hace ya tiempo, no tengo.

Pero tras esto, vuelvo a la realidad, vuelvo a poner los pies en la tierra y dejar a un lado esa sensibilidad que es la que me hace hablar. Tras esto, me centro en adivinar que es probable que las navidades las pasemos juntos pero no revueltos. Es probable que insista a mi madre para pasar las navidades con esas personas a las que llevo en el corazón y todo porque aunque me cueste decirlo, es inevitable afirmar que les quiero. Esas personas que me han visto crecer y que, aunque yo a veces me deje llevar por el dolor y la rabia, son las que más necesito en estas fechas.

Sea como sea, lo cierto es que sé que sólo estoy hablando de sentimientos que son observados bajo un prisma distinto al de los demás, es decir, bajo una visión sincera y llena de humildad.  Sólo el tiempo que se acerca será conocedor de si la realidad de este año será como la de ya hace algún tiempo… Ojalá todo fuera más fácil… Ojalá fuera más fuerte…



martes, 13 de agosto de 2013

El último soplo de tu corazón


Con lágrimas en los ojos, observando todo lo que sucede alrededor. Mirando al vacío y evitando mostrar mi interior ante el acontecimiento sucedido. No lo esperaba y a día de hoy tampoco lo concibo o quizá, asimilo. Deberán ser los días los que hagan que la realidad vuelva a ser como era. Deberá ser el paso del tiempo para que, incluso, mi familia más próxima que son mi padre y mi madre, puedan también asimilar lo que está pasando.

Todo ha sido muy rápido y lo cierto, es que cuando perdemos a alguien cercano se nos vienen pensamientos e imágenes de los últimos momentos vividos a su lado. Instantes que de no ser por la pérdida no vuelven a aparecer. Son los recuerdos los que sin llamarlos aparecen de repente. Son momentos compartidos entre los que existen buenos y malos pero al fin y al cabo momentos que hacen que se queden para siempre en el interior de cada uno.

Recuerdo aquella despedida… Tenía la impresión que debía decirla cosas que, hasta ese momento, no me hubiera atrevido a decirla. Palabras que salían de mi corazón, palabras que nunca la había dicho pero que en ese hospital, en esa noche salieron de forma natural. Palabras que sabía que serían una despedida, un adiós y lo cierto, es que a día de hoy cuando ya no está, siento un vacío interior enorme porque ella era la única abuela que me quedaba y casi la única a la que conocí. Una abuela con la que de pequeña tuve gran relación pero a medida que me fui haciendo mayor, eso cambió. Me volví más despegada no teniendo esa cercanía de entonces. No se trata de pensar en lo que hice o no hice pero la verdad es que me encuentro en un momento un tanto delicado porque no me hago a la idea de que ya no esté aquí, de que se haya ido. No concibo que descanse bajo una tumba de mármol enterrada junto a su marido, es decir, el que fue mi abuelo y no conocí.

Ayer, entrando en el coche de acompañamiento el cual iba detrás del coche fúnebre… Ayer, sacando el ataúd de ese mismo coche… Miraba, lloraba y pensaba. No conocía apenas a la familia de mi padre en Esquivias. La gente se acercaba, me recordaban de cuando era pequeña mientras que yo a ellos no. Una misa, unas palabras y después de camino al cementerio. Ladrillos y cemento para dejarla por siempre descansar junto a su marido que murió hace 47 años. Dos coronas encima de su lápida, una de la familia y otra de la empresa de mi padre. Ahí reposará y nunca más la volveré a ver… Ahí quedará y será un recuerdo para todos los que allí estuvimos.

Me siento apenada, disgustada y sobre todo, dolida por saber que no volverá a estar. Hablo como nieta y el significado de su muerte supone para mí un sentimiento de vacío porque fue la única abuela en vida que tuve. Ya no podré ir a verla a la residencia, ya no se podrán celebrar su cumpleaños, motivo por el que toda la familia nos reuníamos, ya no sentiré esas preguntas incómodas sobre bisnietos que ella me hacía… Ya no habrá nada. Y aunque todos hemos pasado por estas cosas con otras personas cercanas cuando se trata de alguien tuyo, de alguien que te toca el corazón, se vive de forma más intensa.

Es la vida la que pasa sin apenas darnos cuenta, pero ella puede estar orgullosa de los dos hijos que deja y de las dos nietas que llevan su sangre porque de ella he aprendido a lo largo de mis 29 años, que pase lo que pase hay que ser fuerte, hay que sobreponerse a las situaciones complicadas y sobre todo, que hay que luchar puesto que ella lo hizo, hasta el último suspiro de su vida.  Eso es lo que me llevo de ella. A partir de aquí no queda más que hacerme a la idea y de despedirla por siempre mientras se me resbalan lágrimas por los ojos.

Hasta siempre abuela. Hasta siempre Orencia Portero Martín.
 
 
 

 

miércoles, 15 de mayo de 2013

Haciendo lo que debo...


Hace ya tiempo que no escribo por aquí… Quizá sea que según las épocas tenga más o menos ganas de plasmar algo a través de mis palabras. Muchas veces, no se tratan más que de pensamientos, ideas u opiniones, sólo eso. También es curioso comprobar cómo las diversas personas de mi entorno se meten aquí para leerme… No sé si será cuestión de curiosidad, de interés o de simple cotilleo. Pero resulta interesante como algunas de esas mismas personas que me leen tienen blogs que ni por asomo, creo, que pudieran imaginar que yo también me dedico a leerlos.  Pero de una forma u otra, las palabras causan repercusión en los demás, ya sean escritas o habladas.  Y hoy quiero hacer mención al poder de la palabra… a la importancia que tiene en cada una de nuestras vidas.

Hace tiempo que hablaba con una mujer, más mayor que yo, eso sí… Una mujer cuyas palabras no debieran importarme pero ante la que me callé porque no creo que se esforzara en escucharme. Unas palabras que días después resonaban en mi cabeza. Unas palabras que no eran justas… No lo eran… Pero me resigné a asentir con la cabeza, a darla la razón y a, simplemente, evadirme mientras me hablaba. Lecciones de moral me intentaba dar pero está claro que, hay veces, que los pequeños, deben obedecer a los grandes, a la autoridad… Palabras que días después analicé… repasé una y otra vez y esas palabras me hicieron dudar en ese momento de la decisión que tomé hace ya tiempo con respecto a algo… Y no es que me cueste nada seguir con la decisión tomada sino que, aparecen personas que por el hecho de tener más poder, no se dan cuenta que sus palabras y las formas de decir las cosas, pueden crear brechas si se encuentran impedimentos en el camino. Hay personas que no se dan cuenta de los cargos que ostentan o de la repercusión que las maneras y las formas pueden tener en otros. Hay veces, que existen personas que por ocupar un cargo, tratan como números a un cúmulo de borregos que creen tener bajo sus pies. Y el paso de los años, quizá, en ese mismo puesto es lo que hace…es lo que genera. Y me gustaría poder ser más clara, pero no es el momento de serlo… Es el momento de intentar esquivar dichas palabras que por quien debieran ser, tendrían que resbalarme. Palabras que, a veces,  se olvidan, vuelven o resuenan… Pero al fin y al cabo son palabras. Unas mismas palabras que forman frases, que leídas en un libro a través de una historia o una novela, hay veces que me hacen hasta llorar. El poder de la palabra… Y quien tiene la capacidad de hablar también debería tener la capacidad de escuchar pero lo cierto, es que hoy en día, son pocas, aunque quedan algunas, las personas que cuentan con dicho don.

Hay veces, que nos acordamos de una frase, de una palabra, a pesar de que pase el tiempo. La interpretación de las frases puede a veces impactar, puede repercutir en alguien y me da rabia, mucha rabia, que haya personas que por estar donde están ejerzan un poder y no se limiten tan solo a hacer su trabajo. Me fastidia, a veces, la falta de humanidad que percibo en personas que están por encima y que olvidan el propósito de su cargo, de su objetivo. Se supone que en esta vida, hay veces que hay que aplastar para subir. Hay veces que se debe hacer la zancadilla al de al lado para así progresar y en ese camino se va perdiendo la inocencia y la pulcritud de los valores más humanos. Valores que según el puesto deberían estar patentes en todo momento… Valores que bajo mi opinión se dedicaron a vender a través de un sueldo.

Pero a pesar de las zancadillas que me encuentro en uno de los caminos por el que he decidido apostar y en el que encuentro obstáculos, seguiré… Porque he dado mi palabra. Quizá, más adelante, pasado el tiempo, lo pueda contar como anécdota, como algo gracioso… Porque realmente, me resulta un tanto surrealista… Aquella conversación, aquellas palabras y aquellas lecciones de moral…
 
 

domingo, 7 de abril de 2013

Para entenderlo hay que conocerlo.


Hay ocasiones en las que es necesario parar, hay momentos en los que se convierte en una obligación el detenerse de forma radical. Hay veces, que tenemos que hacer un alto en el camino para saber, quizá, que es lo que queremos de verdad. Tomamos decisiones todos los días… Cada vez que elegimos esto y no lo otro es porque de verdad lo queremos, pero cuando titubeamos, cuando sentimos la inseguridad en nuestro cuerpo o cuando simplemente, dudamos y esa duda, nos hace pensar y pensar y de nuevo, volver a pensar, es porque algo en nuestro interior se está revolcando. Un sinfín de pensamientos que surgen en los momentos de debilidad, pensamientos que no deberían resurgir y que, sin querer, nos hacen más débiles.

En todo este tiempo he sido partícipe de una noria de emociones, de sentimientos y sobre todo, de estados de ánimo. ¿Inestabilidad? Algunos lo llamarían así pero más bien creo que se denomina supervivencia en una sociedad en la que cuando nacemos nos insertan en ella. Una sociedad con sus normas, con sus valores y con esa adquisición de roles que nos arrastran y nos empujan a vivir de la manera que “debemos” vivir. Todo aquello que se aleja de la normalidad, de la alienación es lo que podría llamarse “poco común” pero vamos creciendo, nos vamos haciendo mayores y es entonces, cuando vemos que si esa presión o expectativas infundadas no se cumplen es cuando surge la maldita duda. La maldita inseguridad y sobre todo, el asqueroso vacío que por mucho que intentemos llenarlo, parece que ahora, nunca rebosa. Un vacío interno, un sentimiento de frustración… Sentirte anclada en algo que no avanza, que no cambia y sobre todo, que tampoco espero que en el futuro se vaya a modificar. Es mi sentimiento, mi idea, en definitiva, mi opinión. Hay que ser muy fuerte, hoy en día, para no caer, para no derrumbarte ante ciertas situaciones que no dependen de uno mismo… Situaciones que se acumulan con otras anteriores y que hacen que al final puedas caer, que te puedas derrumbar y lo peor de todo es darte cuenta que no tienes frenos para poder parar. Que me caigo y me levanto, siempre lo hago. Siempre… Me haya costado más o menos, siempre lo he acabado haciendo porque la mente es la que nos domina, es la que nos hace movernos o pararnos en nuestra vida. Es la mente la que nos controla y cuando caemos es necesario hacer un esfuerzo aunque sea sobrenatural para parar ciertos pensamientos que nos pueden llevar hasta el fondo del pozo.

Cambiaría muchas cosas de mi vida ahora mismo, si retrocediera en el tiempo, si pudiera irme unos años atrás, hubiera tomado otras decisiones para poder evitar, quizá, este sentimiento que permanece en mí de forma constante. Un sentimiento de incertidumbre, de miedo, de inseguridad, de vacío ante el futuro, ante lo que debería estar consiguiendo y por circunstancias vitales ni logro tocarlo, ni tan sólo olerlo. Pero no soy la única, hay muchas personas más… Demasiadas… Y hay veces que te entran ganas de no seguir, de decir “no puedo más” y de no saber tan siquiera qué hacer con tu vida. Y es sólo una vida… Una vida que pasa sin darnos cuenta, una vida en la que hay que disfrutar al máximo y eso es algo que yo siempre he hecho. He vivido y lo sigo haciendo con plena intensidad pero me da pánico pensar que no puedo traspasar ese techo de piedra que ahora mismo veo cuando alzo la vista y pienso en el futuro más próximo. Mientras tanto sigo viviendo y durante el trayecto me caigo, me hundo pero me levanto y tengo que reconocer, que me da miedo o más bien temor  volver a caer y no levantarme como hasta ahora lo llevo haciendo porque el sentimiento se va haciendo más pesado y porque el camino está lleno de desvíos en los que, de forma obligada,  paro y me oxigeno pero cuando vuelvo de nuevo al camino siempre encuentro alguna zanja que hace que me derrumbe.

 “No te rindas” me digo a mi misma todos los días. Y mi vacío no se llena, mi vacío se va haciendo un desierto en el que camine por donde camine no llego nunca a ningún lugar. Pero hay días en los que debo reconocer que no puedo más y esos son los peores, días en los que me paro, me detengo de forma exagerada y me doy un tiempo pero aun así, por dentro me digo “Hoy no es el día… pero puede serlo mañana” y de algún lugar saco esa fuerza para decir “Adelante” . Lo malo es el miedo de comprobar día tras día que esa motivación que ya debería estar satisfecha y que no es otra que mi prioridad, no lo está y que no depende ya ni de mi constancia sino de una sociedad que se desmorona y da lugar a un cúmulo de pensamientos desconfiados, desesperanzados y sobre todo, desesperados.

Porque para sentirlo hay que sufrirlo… Para entenderlo hay que vivirlo… Y para hablarlo hay que conocerlo…