Aún lo recuerdo perfectamente… Hay situaciones que jamás se
pueden olvidar y que en cierta manera, nos marcan o quizá nos cambien sin
darnos apenas cuenta. Son momentos que tenemos que vivir porque la vida nos los
pone por delante y queramos o no, hay que aceptarlos.
Hay que saber mantener la calma y saber cómo actuar. Pero al
principio esto es imposible porque ante determinadas dificultades uno no sabe
cuál será su reacción. Siempre pensamos que es a los demás a los que les
suceden las cosas malas y que nuestra vida más o menos seguirá estable o bajo
unas directrices estáticas pero la verdad, es que ninguna vida se salva de no
cambiar en cualquier momento inesperado.
Nos vamos acostumbrando a los cambios, a las nuevas
situaciones e incluso, aquellos que no creían ahora lo empiezan a hacer.
Existen muchos prejuicios hoy en día. Creemos que somos muy adelantados con los
tiempos que corren pero la verdad es que cuando indagas no todo el mundo está
preparado para entender determinadas situaciones.
Recuerdo ese primer momento… llegar con el coche, notificar
la matricula y enseñar las credenciales para después darnos unas pegatinas de
acceso. Aparcar y esperar a que llegase la hora mientras estás es un patio o en
un pabellón esperando. Observas a tu alrededor y los ves… los ves a todos
ellos… jóvenes y mayores… deambulando, caminando o arrastrándose y se acercan,
te intentan hablar con ese tartamudeo característico de ellos… Te evades, haces
como que no los ves… como que son invisibles pero insisten y están por todos
los lados. Llega la hora y accedes a ese pasillo del que salen tantas
habitaciones y caminas, buscándola y cuando por fin, la ves, te preguntas ¿por
qué aquí? ¿por qué ella? Y sobre todo, ¿en qué momento esto ha tenido que
ocurrir?
Y buscas explicaciones en tu cabeza… y no las encuentras…
Las cosas vienen, simplemente vienen… y quieras o no, lo entiendas o no, tienes
que aceptarlas. Hablas con ella… y no la reconoces. Cambió demasiado en muy
poco tiempo… Todo ha cambiado demasiado en muy poco tiempo. Ella, su entorno y
hasta todos nosotros.
Y siento pena, rabia, tristeza, miedo, ira, decepción…
muchas emociones a la vez. Siento también nostalgia por saber que nada será como
quiero que sea, como todos queremos que sea. Ya nada volverá a ser lo mismo…
Porque hay enfermedades que poco a poco te van anulando… te van haciendo perder
la esencia de lo que eres y sobre todo, te transforman en alguien completamente
nuevo, alguien a fin de cuentas, desconocido. Y me pregunto tantas veces… ¿por
qué?
Pero de la misma manera todo esto que tanto daño está
causando también me ha valido para que me den lecciones de moral. He visto
hasta donde llega el amor incondicional hacia alguien. He visto también que las
personas que de verdad deben estar ahí son aquellas que se quedarán aunque la
vida se derrumbe, aunque la persona ya no sea la que era, aunque no se deje
ayudar en determinadas ocasiones. He visto la lucha, la ayuda, la entrega y el
sufrimiento a pesar de todo ello. He visto también que aquellos que no la
querían se han ido… puesto que lo que de verdad te mueve a quedarte con alguien
es el amor que sientes hacia esa otra persona, venga la vida como venga…
Esto seguirá avanzando… no sé para dónde ni en qué dirección. He visto y he callado
muchas cosas en este tiempo. He entendido que hay ciertas enfermedades que a
día de hoy, hacemos que sean invisibles, es más… hacemos como que no
existieran… Pero lo cierto, es que están ahí, queramos o no. Enfermedades que
veremos en otros y que, incluso, pueden llegar a sufrir esas personas a las que
tanto queremos. Enfermedades que sólo unos pocos podemos entender y que otros
lo están haciendo, a través de la visión de su existencia, pero de una manera u
otra, lo cierto, es que la vida puede cambiar cuando menos te lo esperas y que
sólo, aquellos que de verdad te quieren, se quedarán.