lunes, 2 de marzo de 2015

Ahora yo... Al otro lado...

Las circunstancias son las que, a veces, sin querer nos van cambiando… Los acontecimientos que ocurren a nuestro alrededor son los que manejan la evolución de nuestras vidas. Nos creemos, en la mayoría de los casos, que somos nosotros los que dirigimos el rumbo o elegimos, pero la realidad es que es la propia vida la que nos dice por dónde debemos caminar.

Hasta hace unos meses, he de decir que me sentía descolocada, perdida, a la deriva… Hace unos meses pensaba que nada iba a cambiar y que este año que entraba, nada iba a tener de especial. Seguiría durmiendo mal… Seguiría enojada conmigo misma y sobre todo, seguiría haciendo verdaderos esfuerzos por seguir por algún camino fuera como fuese…

Ahora, a día de hoy, han sucedido cambios en mí y en mi alrededor. Cambios donde la mayor protagonista soy yo… Cambios que creí que jamás iban a suceder… Cambios que me guían hacia una orientación correcta. Los miedos siguen existiendo, por supuesto. La incertidumbre sigue estando ahí y evito hablar del futuro porque, incluso ahora mismo, tengo miedo de saber lo que quiero y que no se cumpla… Sé lo que quiero… Lo tengo claro desde hace años y es ahora cuando lo puedo ver más cerca pero no quiero pensar en ello porque es el tiempo el que debe avanzar para evidenciar o no si valgo para seguir por el camino que la vida me ha brindado.

No se me olvida el pasado… No se me olvidan las horas interminables en la calle bajo un aterrador frío. No se me olvidan las humillaciones y las malas maneras de algunos lugares en los que he estado. No se me olvida el sueldo de tres euros y medio la hora. No se me olvidan las mentiras encubiertas que he tenido que decir para mantener un trabajo de comercial. No se me olvidan los lloros por la inutilidad creada en mi interior… No se me olvidan aquellas personas que están cerca y lo están pasando… No se me olvidan… Y aunque ahora mismo esté al otro lado, todavía se me llenan de lágrimas los ojos cuando veo a personas entregar curriculums rogando algún puesto de trabajo, sea el que sea. Aún siento esa angustia que me recorre el cuerpo por saber que, probablemente, a ese padre e hijo que van buscando trabajo no los reciban como personas. Todavía me emociono cuando ese padre e hijo me dan las gracias a mi por tratarles como seres humanos, por no despreciarles y por abrirles la puerta y hablarles… Porque en otros lugares no lo hacen… Quizá sea porque yo sí que he estado al otro lado. Y todavía tengo miedo de poder estarlo…

Algunas personas me han dicho que he cambiado… No lo creo… He cambiado con respecto a las preocupaciones, he cambiado con respecto a la seguridad en mi misma, he cambiado con respecto a la escala de prioridades… En eso sí que he cambiado. Sigo siendo la misma pero con más convicciones… Sigo siendo la misma que hace un mes… Sigo teniendo miedo de no pasar ese mes de prueba que me queda y volver de nuevo al lado en el que estaba. Tengo miedo de pensar que lo puedo pasar y que dentro de un tiempo podré lograr mi más ansiado sueño… Tengo miedo de pensarlo y que, como he dicho antes, no suceda.

Quizá, piense todo esto porque la vida es la que nos va orientando, es la que nos guía e incluso aquel que está arriba y al que acudo cuando me siento realmente desesperada me haya dado un empujón para recordarme lo que puedo llegar a valer.  

Pero de una forma u otra, valoro lo que la vida me está brindando que para mí es un sueño hecho realidad. Valoro poder decir que tengo algo… Que puedo levantarme cada mañana con la idea de tener que realizar una labor, con la idea de que no será sólo una campaña eventual, sino todos los días de lunes a viernes… Valoro cada momento y cada situación nueva en la que me tengo que desenvolver. Valoro la oportunidad que tengo y que de seguir así, sería el objetivo de mi vida… No necesito otra cosa… No necesito avanzar laboralmente como otras personas… Sólo necesitaba un trabajo en un lugar, en el que además, tienen un valor sentimental para mí. Un lugar donde si me dijeran que podría pasar el resto de mis días allí en ese mismo puesto de trabajo, lo haría encantada. Porque he pasado por tantas cosas… He pasado por tantos lugares y he experimentado tantas situaciones que, gracias a ellos, sé hoy en día valorar lo que tengo y puedo llegar a tener.  Porque sólo las personas que hemos estado en el otro lado sabemos lo que significa tener algo… Sólo los que seguimos recordando nuestros orígenes y esfuerzos, sabemos lo que supone un cambio. Da igual el sueldo… Da igual el horario… Lo importante es poder valorar cada instante nuevo que la vida me está brindando…


Porque ahora yo… estoy al otro lado pero gracias a haber experimentado trabajos de otro tipo, hoy puedo saber valorar más ciertas cosas que otras personas… Y porque el dinero no da la felicidad… Lo que lo da es la autoestima, la certeza, la seguridad, la utilidad y la confianza en uno mismo y en su futuro... Es decir, todo se resume en estabilidad mental.. Y vital...