martes, 17 de junio de 2014

Pero lo hago por él...

Sin querer, a medida que vamos, creciendo, o más bien haciéndonos adultos, vamos interiorizando una serie de normas, de valores, de creencias que serán las que nos orienten y las que, a su vez, nos hagan tomar un camino u otro. A veces, no somos conscientes de cómo nuestro pasado o lo que experimentamos nos afecta para las decisiones futuras. A veces, una persona por las acciones que haya realizado puede interferir en la valoración o la estima que hasta conocer, la verdadera realidad, tengamos de ella.

Y cuando conocemos la verdad, cuando sabemos lo qué ocurre y lo que está sucediendo, cuesta bastante fingir o escenificar un comportamiento normal o adecuado ante dicha persona. Cuando estás delante de alguien de quien no esperabas estar, cuando tienes que saludar, acercarte y dar dos besos a alguien a quien no deseas hacerlo… Cuando tienes que mirar a esa persona a los ojos de una manera que ya no es la misma… Cuando habla y por dentro estás pensado “¿por qué lo estás haciendo?”.

Miro sus ojos, su expresión y su carácter nervioso y con cierta ansia de libertad. Por otro lado, le veo a él… Delgado, muy delgado… Con los ojos tristes y sobre todo, hay algo en él… Está distinto… Resignado y noto, que dolido. Le veo a él y a ella. Les observo y no sé cómo comportarme.

Me cuesta por ella, me cuesta porque intento disimular que no me da pena la situación, intento disimular que no pasa nada pero es evidente que algo se nota en el ambiente. Es evidente, que ya no es lo mismo y por él, por ser quien es, hago verdaderos esfuerzos por intentar que mi cara no evidencie el verdadero sentimiento que por dentro me alberga esa mujer. Por el daño que está causando y tengo que hablar con ella, delante de él. Tengo que entender que él la sigue queriendo y que aunque se vaya… lo seguirá haciendo. Tengo que entender que será la última vez que, quizá la vea.

Me gustaría hablar con él sin que ella estuviera. Me gustaría entender el razonamiento de ella, de su actitud, del motivo real porque si de algo estoy segura, es que él no se lo merece. No es justo… Pero el amor es caprichoso, el amor es impredecible… El amor, como está visto, siempre acaba haciendo daño. Pero esa no es la realidad, no es el amor el que hiere, sino las personas que juegan con él sin tener en cuenta las consecuencias de sus actos. Son las personas las que se enamoran y desenamoran. Son las personas las que deciden si luchan o no por alguien con quien han decidido pasar el resto de sus días. Son las personas las que, a fin de cuentas, perdonan o esperan. Y existen amores que esconden verdaderas sorpresas en su interior, existen amores que se caen de la noche a la mañana y que desde fuera, era algo impensable. De tenerlo todo, pasan a no tener nada.

Llega el momento de la despedida… Noto la cara de él… Compungido, también quizá, disimulando pero lo cierto es que la presencia de esa mujer me roba las energías de mostrarme natural. Hablo y le miro a él. Hablo y le sigo mirando a él. Hablo y desplazo mi mirada hacia ella para forzar mi naturalidad. Hay más personas implicadas y es una situación desagradable para mí. Me siento que fuerzo la maquinaria de una forma sobrehumana porque si me mostrara tal y como me siento, ni me molestaría en mirarla a la cara, pero lo hago por él, porque él vino con ella y porque, es evidente que sigue enamorado a pesar del dolor y de la angustia que por dentro está experimentando.

Tan sólo un “Cuidaros” se me ocurre para la despedida. Le hubiera dicho otra cosa… Le hubiera dicho “Cuídate” porque él es el reflejo físico del malestar emocional que la incertidumbre y el miedo, se están alojando.  Me meto en el coche y siento pena… Y por otro lado, rabia por tener que mantener las formas ante acciones de una mujer que no tienen justificación alguna. Pero lo hago por él… Porque el amor, a veces, no se entiende…




martes, 3 de junio de 2014

No mires atrás

El tiempo avanza para todos. El tiempo es el que hace que las heridas se curen o que cicatricen. Heridas que aunque parezca que se hayan sanado, pueden en cualquier momento volverse a abrir. Heridas que han costado mucho cerrar y que yo creía, que no volverían a intentar abrirse.

Todos pasamos por sucesos complicados, por momentos que quisiéramos no haber vivido o por situaciones que hemos tenido que experimentar y que al no depender de uno mismo, no quedaba otro remedio que vivir, sufrir y aprender a perdonar. Digo esto último porque es lo que, a veces hay que hacer para seguir adelante aún no estando de acuerdo con las decisiones de personas a las que quieres muchísimo.  
Cada uno ocupa un rol en la familia, cada uno debe desempeñar las conductas que se esperan y cuando eso no ocurre, cuando eso se trastoca y cuando tienen lugar temblores arquitectónicos que tocan los pilares del cariño y las expectativas, del futuro y del día a día, es cuando uno empieza a sentir cierto dolor por dentro. Y no se entiende igual ahora que años atrás. No se tiene, en mi caso, la misma madurez emocional que hace 12 años podía tener. Y no tengo la misma visión, ni tan siquiera hubiera reaccionado igual ahora que antes.

Y todo esto ha vuelto a salir y me ha hecho pensar, me ha hecho sacar recuerdos que antes estaban enterrados. Y todo porque aunque parezca mentira, las mismas historias que uno vive, pueden repetirse en otras personas. Lo peor es que se trata de personas demasiado cercanas, de personas que llevan mi sangre y cuya historia, aunque me cueste reconocer me toca bastante el corazón. 
Lo hace porque me veo reflejada y no sólo yo, en todo aquello que ahora mismo, ellos están viviendo. Lo hace porque los mismos sentimientos, emociones y sensaciones que otras personas experimentamos, allí también están sucediendo.

Hablamos de compromiso, de fidelidad y sobre todo de futuro. De no abandonar a las personas que uno quiere, de no tirar por la borda algo que ya se ha construido desde hace ya años… De no sentirse solo, de no querer desprenderse de muchas cosas que pueden ser una carga y que, se supone, que un día se construyó con una gran ilusión. Son vivencias, son decepciones y son mentiras que se van acumulando a lo largo del tiempo  y sobre todo, a personas con las que uno se casa, con las que uno tiene pensado pasar el resto de sus días y con las que se tienen hijos.

Reconozco que no podré volver a ser la misma con el sujeto que hoy está generando dolor porque hay cosas que en mi escala de valores no pueden entrar. Me duele el recordar algo que ahora mismo está sucediendo de forma similar. Me duele volver a sacar a la luz imágenes que tenía tapadas y que me ha costado mucho hacerlo por ser la persona que era y porque todo se supera pero no se olvida…

Y todo lo que está sucediendo me hace sentirme ausente y también esquiva si en un futuro tengo que volverme a encontrar con individuos que carecen de ética, de moral y que a los que, sobre todo, no tengo por qué aceptar ni tan siquiera perdonar nada porque, la diferencia está en que aunque su situación haya removido viejos recuerdos del pasado que se asemejan con su realidad actual, yo he perdonado a quien de verdad he querido y porque sobre todo soy parte de su sangre.  

Lo cierto, es que resulta complicado y mucho descubrir como poder hablar de esto… Resulta complejo mirar atrás y sorprenderse de cómo lo que uno vive puede ser algo que otras personas, en otro momento de su vida, vayan a experimentar. Porque lo cierto es que nadie se encuentra exento de que le puedan hacer daño y no pensar, que a uno ciertas cosas, no le van a suceder jamás porque muchas de nuestras vivencias no dependen de nosotros sino de las personas con las que compartimos nuestras vida y el dolor que nos puede producir los daños colaterales que otros hagan.

Sólo espero que esos recuerdos se vuelvan a enterrar y que nadie me pida que vea a esa persona que, hoy está haciendo daño a alguien, que la estime de la misma manera que hasta hace unos meses lo hacía porque, aunque quisiera no podría… Porque odio la mentira y el dolor que todo ello genera…  Porque admiro el compromiso y sobre todo, la verdad.


Por todo esto, no quiero seguir mirando atrás…