Sin querer, a medida que vamos, creciendo, o más bien
haciéndonos adultos, vamos interiorizando una serie de normas, de valores, de
creencias que serán las que nos orienten y las que, a su vez, nos hagan tomar
un camino u otro. A veces, no somos conscientes de cómo nuestro pasado o lo que
experimentamos nos afecta para las decisiones futuras. A veces, una persona por
las acciones que haya realizado puede interferir en la valoración o la estima
que hasta conocer, la verdadera realidad, tengamos de ella.
Y cuando conocemos la verdad, cuando sabemos lo qué ocurre y
lo que está sucediendo, cuesta bastante fingir o escenificar un comportamiento
normal o adecuado ante dicha persona. Cuando estás delante de alguien de quien
no esperabas estar, cuando tienes que saludar, acercarte y dar dos besos a
alguien a quien no deseas hacerlo… Cuando tienes que mirar a esa persona a los
ojos de una manera que ya no es la misma… Cuando habla y por dentro estás
pensado “¿por qué lo estás haciendo?”.
Miro sus ojos, su expresión y su carácter nervioso y con
cierta ansia de libertad. Por otro lado, le veo a él… Delgado, muy delgado… Con
los ojos tristes y sobre todo, hay algo en él… Está distinto… Resignado y noto,
que dolido. Le veo a él y a ella. Les observo y no sé cómo comportarme.
Me cuesta por ella, me cuesta porque intento disimular que
no me da pena la situación, intento disimular que no pasa nada pero es evidente
que algo se nota en el ambiente. Es evidente, que ya no es lo mismo y por él,
por ser quien es, hago verdaderos esfuerzos por intentar que mi cara no
evidencie el verdadero sentimiento que por dentro me alberga esa mujer. Por el
daño que está causando y tengo que hablar con ella, delante de él. Tengo que
entender que él la sigue queriendo y que aunque se vaya… lo seguirá haciendo.
Tengo que entender que será la última vez que, quizá la vea.
Me gustaría hablar con él sin que ella estuviera. Me
gustaría entender el razonamiento de ella, de su actitud, del motivo real
porque si de algo estoy segura, es que él no se lo merece. No es justo… Pero el
amor es caprichoso, el amor es impredecible… El amor, como está visto, siempre acaba
haciendo daño. Pero esa no es la realidad, no es el amor el que hiere, sino las
personas que juegan con él sin tener en cuenta las consecuencias de sus actos.
Son las personas las que se enamoran y desenamoran. Son las personas las que
deciden si luchan o no por alguien con quien han decidido pasar el resto de sus
días. Son las personas las que, a fin de cuentas, perdonan o esperan. Y existen
amores que esconden verdaderas sorpresas en su interior, existen amores que se
caen de la noche a la mañana y que desde fuera, era algo impensable. De tenerlo
todo, pasan a no tener nada.
Llega el momento de la despedida… Noto la cara de él…
Compungido, también quizá, disimulando pero lo cierto es que la presencia de
esa mujer me roba las energías de mostrarme natural. Hablo y le miro a él.
Hablo y le sigo mirando a él. Hablo y desplazo mi mirada hacia ella para forzar
mi naturalidad. Hay más personas implicadas y es una situación desagradable
para mí. Me siento que fuerzo la maquinaria de una forma sobrehumana porque si
me mostrara tal y como me siento, ni me molestaría en mirarla a la cara, pero
lo hago por él, porque él vino con ella y porque, es evidente que sigue
enamorado a pesar del dolor y de la angustia que por dentro está
experimentando.
Tan sólo un “Cuidaros” se me ocurre para la despedida. Le hubiera
dicho otra cosa… Le hubiera dicho “Cuídate” porque él es el reflejo físico del
malestar emocional que la incertidumbre y el miedo, se están alojando. Me meto en el coche y siento pena… Y por otro
lado, rabia por tener que mantener las formas ante acciones de una mujer que no
tienen justificación alguna. Pero lo hago por él… Porque el amor, a veces, no
se entiende…