lunes, 21 de mayo de 2012

Voy pensando... Y observando...

¿Cuántas veces, un día cualquiera, nos hemos ido a la cama y nos hemos puesto a pensar? ¿Cuántas? Pensamientos, que muchas veces, no tienen nada que ver con el inicio. Pensamientos que se van encadenando uno tras otro de una manera que de forma consciente no sería posible. A veces, recordamos instantes, otras reflexionamos, o incluso imaginamos otras situaciones paralelas a las reales. Pero al fin y al cabo son nuestros pensamientos. Habrá algunos que podamos contar y otros, que por la vergüenza o la desconfianza hacia los demás, se quedarán para uno mismo.

Hace tiempo que me prometí a mí misma que no volvería a pensar, pero es imposible, no se puede parar esa máquina que controla nuestros sentimientos y nuestra conciencia. No se pueden parar los momentos o a las personas que han participado en alguna parte de nuestra vida. Es curioso, todo va avanzando, todo va encaminándose y sobre todo, esos caminos que tomamos son consecuencia de uno mismo. Todos hemos cometido errores y hemos disfrutado o sufrido por tales equivocaciones. Del mismo modo, que otras personas también lo han hecho conmigo.

La vida va pasando y no se detiene para nadie. Puede haber momentos en los que lloremos, suframos o quizá, riamos pero ese instante sólo se queda para uno mismo porque el resto de las personas ya tienen sus propios instantes y su vida. Es decir, todo va cambiando a medida que uno va cumpliendo años. Ya nada es lo que era y ya no queda nadie de los que estaban. Ni siquiera yo.

Hablamos de personas que nos acompañan en el camino, hablamos de personas que pueden tener un lugar especial y sobre todo, hablamos de la experiencia. Decían que la experiencia era un grado y lo solían decir en cuestiones laborales pero también en la propia vida. La inocencia va desapareciendo, la ilusión en las personas también y sobre todo, voy experimentando algo que yo creí que jamás, podría pasarme y es perder parte de mi sensibilidad.
Día tras día, voy viendo que me hago más dura por las situaciones que me rodean, ya sean a nivel de salud, físico, emotivo o de comportamiento. Voy siendo consciente de la crueldad y de las artimañas que muchas personas utilizan para conseguir sus objetivos. Yo sería incapaz, yo no puedo. Quizá, en algún momento lo he hecho pero sin repetirlo en el tiempo.

De esta manera, voy observando, voy viendo y antes quizá, hacía sonar mi palabra para que me escucharan, pero ya no merece la pena. He cambiado, ni siquiera he madurado porque esa no es la palabra correcta. Pero cada momento, cada dolor y cada situación hacen que uno mismo se replantee qué ocurre y mostrar sensibilidad en esta época, en esta ciudad y estos momentos, no valen de nada, de absolutamente nada.

Cada momento que pasa, voy fundiendo un caparazón o un escudo de metal que me hacen más fuerte antes las críticas de los demás. Ante las puyas y las palabras envenenadas de un entorno que por más que intento alejarme, no me deja.  Esas redes sociales que nos conectan a todos, esas páginas de Internet en las que aparecemos de forma constante. Antes, no sabíamos nada unos de otros y ahora, hasta nuestro peor enemigo sabe que nos pasa o nos deja de pasar. También es cierto, que yo misma voy contando parte de mi vida en este blog, pero sólo una mínima parte.
Me pueden criticar, cosa que ocurrirá, me pueden no entender, que también es razonable, pero no me pueden decir que no soy sincera en mis pensamientos, los cuales no tiene por qué coincidir con el resto puesto que mis experiencias diferirán a las de otros y mi vida, nada tendrá que ver con las otras.

Hay muchas veces que me siento insegura, con falta de confianza y con miedo ante lo que puede pasar en el futuro, cierto es, pero no siento eso de forma constante sino que es algo circunstancial, aleatorio. Te pones a pensar y es cuando ciertas cosas se vienen a la cabeza. A veces estoy triste, otras feliz y otras, simplemente, equilibrada, pero sólo dejo que muy pocas personas conozcan esa sensibilidad que de cara al exterior voy ocultando.

Tengo ganas de que llegue el verano, tengo ganas de huir de aquí, de irme a otro lado, en definitiva de escapar al pueblo y de recuperarme allí en un ambiente de tranquilidad y de descanso.
Necesito aire puro y sobre todo, volver a sentir la vitalidad que desde hace algunos meses, ha desaparecido de mi cuerpo. Y por eso, la venida del calor, del sudor y de esos días en los que anochece tan tarde, tienen para mí más importancia que la del simple verano, que es la de trasladarme a un lugar alejado del ruido, de la masa y sobre todo, de las preocupaciones que aquí, en la ciudad, están presentes de forma constante.  
Allí también pensaré, cierto es, pero en un ambiente más natural.



domingo, 6 de mayo de 2012

Lo que dejamos atrás.

Es inevitable, a veces, ponerse a pensar sobre la trayectoria de la vida. Es imposible no sentir, en  ocasiones, ciertos vacíos o carencias que en otras etapas estaban cubiertas. Es raro no arrepentirse de ciertas actitudes que en su día eran lo correcto.
A medida que vamos evolucionando, nos vamos dando cuenta de todo lo que dejamos atrás. Somos conscientes de que la vida es un cúmulo de páginas que uno mismo va escribiendo, unas páginas que como las de un libro, vamos avanzando para seguir leyendo cómo sigue la historia, en este caso, la propia historia.
Muchas veces me he preguntado qué hubiera pasado si hubiera optado por escoger otro camino. Muchas veces he reflexionado sobre lo que tengo y lo que me falta o he perdido. Otras tantas, he visto la claridad cuando he tomado la decisión, a veces, errónea y otras, correcta. Pero sea como sea, siempre para mí, acertada porque era lo que yo consideraba oportuno.

Es curioso como a pesar de ser la misma persona siempre, en mí se van produciendo cambios, no sé si a nivel mental o quizá, sentimental, pero sí que es cierto, que poco queda ya de aquella niña adolescente que sólo pensaba en salir y divertirse, poco queda ya de aquella chica que acababa de terminar la carrera y creía que iba a comerse el mundo y nada queda ya de la ilusión de encontrar a personas humildes y con valores firmes.
La vida me ha ido enseñando que no necesito muchas cosas que hasta ahora, he tenido y siendo consciente de ello, voy viendo que a veces, nos vamos creando necesidades que no son reales. Mi estilo de vida ha cambiado y mis comportamientos también. Mis pensamientos están más formados, más pulidos y sobre todo, más claros.

Hace poco que he cumplido 28 años y para muchas personas, sigo siendo la misma chica por no haber cambiado demasiado físicamente en los últimos años, pero por dentro todo ha ido avanzando.
En estos últimos años, he podido conocer de todo… He podido sentir el abrazo más sincero de quienes me querían, he visto llorar a personas por absurdeces materiales, he entendido la diferencia entre la amistad sincera al amor no correspondido, he descubierto la mentira más horrible a mi alrededor, he aguantado situaciones por falta de decisión, he recuperado mis valores y mi confianza, he sentido la decepción por ser una herramienta para otras personas, he luchado por hacerme un hueco en algún lugar o en algún corazón y sobre todo, he creído en mí misma y me he dado cuenta de que lo primero y más importante es eso.

Me da mucha pena ver que el hobby más entretenido de las personas de hoy en día, es el saber, pero no culturalmente sino el saber de los demás. No entiendo qué puede tener de atractivo el criticar a los demás o meterse en la vida de alguien. No logro ver la satisfacción que puede producir el hablar mal de alguien y no sólo eso, sino tergiversar muchas de las situaciones reales. No lo entiendo.
Muchas veces dicen, que es bueno que hablen de uno mismo, sí, pero la realidad es que de una manera o de otra, siempre he creído y con el tiempo, he confirmado, que cuando tú estás en un grupo de personas que no paran de criticar a alguien, cuando tú te vayas, te sacarán los ojos de igual modo. Poco a poco, he ido dejando atrás muchas de las cosas que formaban parte de mí. No es que me hayan hecho daño, no, sino que llega un momento en esta vida en el que te cansas de algo, llega un momento en el que explotas o que necesitas un respiro. Es un día en el que todo cambia. Es una transformación.

No me enriquece para nada el salir por la noche con esta edad porque ya no queda nada ahí que me llene, no quiero conocer a “hombres lapa” o en su defecto “hombres en busca de sexo” porque esa es la palabra.
Me da pena, comprobar como hay hombres que necesitan de Internet para ligar o contactar con chicas. No me gusta ya trasnochar y tan siquiera eso de estar por ahí todo el día. Me interesa más, ahora, el conocer a una persona auténtica y de verdad.
Me interesan las personas con las que poder charlas, reír y pasar un buen rato. Sin querer, no es que me sienta mayor pero sí que me decepciona muchísimo el comprobar como queda tan poca gente que hable con el corazón. Y digo “tan poca gente” porque conozco a gente que sí lo hace, quizá sean una o dos personas, pero existen y me siento afortunada por tenerlas cerca, muy afortunada.

Quizá, mi forma de comportarme ahora, tenga algo que ver con lo que llevo arrastrando desde comienzos de Enero y algunas otras complicaciones a nivel de salud. Hasta hace poco, no entendía el valor de una salud sana. Nos damos cuenta de lo que nos falta cuando lo perdemos. Y en este caso es cierto. Quiero y deseo recuperarme de algunos síntomas que me entorpecen físicamente y sobre todo, anímicamente.
Es más, muchas noches, casi todas, rezo y no sólo pido por mí, sino por familiares que están enfermos y que deseo que no les pase nada. No sé si alguien ahí arriba me escucha pero yo soy cristiana y no me avergüenzo de serlo y creo en ese ser que me ayuda y que hace seguir para adelante en muchas ocasiones de mi vida.

Por eso, aunque las cosas salgan mal o aunque haya épocas peores, nunca hay que olvidar que la sonrisa es una necesidad que no es irreal. Cuesta sonreír cuando no se tienen fuerzas, pero hace cosa de un mes tras una endodoncia intenté sonreír  con todas mis fuerzas y no podía… No podía porque tenía una parálisis facial, temporal pero fue desolador  para mí, fue horrible el mandar la orden a mi rostro y no poder ejecutarla, por eso y a partir de ese día, entendí el significado que tiene una sonrisa.
Forzada o no, pero a fin de cuentas, una sonrisa.