sábado, 18 de febrero de 2017

Siempre hay un antes y un después...

Cada nueva experiencia que vivimos supone un cambio, cada nuevo momento que experimentamos supone un avance y sobre todo, cada día que vivimos supone una lección. Muchas veces no somos conscientes de que lo que hoy somos es producto de todo aquello que hemos pasado tiempo atrás. Todo nos modifica y sin querer, sin pretenderlo, vamos cambiando… ya sea para bien o para mal pero vamos cambiando.

Existe un antes y un después en algunos momentos de la vida. Existen situaciones que se llevan un poco de uno mismo y también nos reportan lecciones que años después, quizá, uno pueda entender que en ese momento no tenía valor ninguno pero que con la madurez y el crecimiento, todo cobra sentido y hace que uno sea lo que uno muestra.

Aún lo recuerdo… mi primera lección. Aún recuerdo que tenía tan sólo 18 años pero aprendí que los hombres siempre van al sol que más calienta. Era tan sólo una niña… pero con el paso de los años, me he dado cuenta de que eso ahí lo aprendí. También entendí que porque la mayoría tenga la razón eso no quiere decir que sea la verdad absoluta porque, a veces, hay que escuchar pero escuchar cuesta mucho y sobre todo, cuando no hay intención alguna de darle sentido a lo que la otra parte es capaz de decir. Recuerdo también que por aquella época aprendí que existen reglas y que dependiendo de quién las ejerza uno puede saltárselas o no. Al igual que existen vivencias que por alguna razón, nos marcan tanto que somos capaces de que sigan marcadas también en nuestro cuerpo y eso es a través de los tatuajes. Sí, tengo uno y no fue por casualidad como se piensa. Tiene un significado por el momento en el que lo hice y también por el lugar dónde está ubicado.

También aprendí por aquella época que el primer amor es un amor incondicional, inocente… vacío de maldad y que después, los siguientes amores intentan ser parecidos pero siempre las personas con las que estás ya sea más o menos tiempo, te van cambiando…

Vas aprendiendo sin apenas darte cuenta… vas evolucionando… van llegando momentos que superas pero que no olvidas… En torno a los 26 años mi forma de entender la vida cambió completamente y yo sin darme cuenta… La humildad, la empatía, la escucha, la resignación… todo aquello aprendí porque estuve durante un año y medio en un lugar donde las personas pasan sus días esperando algo que, más tarde o más temprano, a todos nos llegará. Fue un lugar que me cambió drásticamente unido a una noticia. Un 23 de Diciembre del 2010. Lo recuerdo a la perfección… Entendí que somos frágiles y que las enfermedades no sólo les ocurren a los demás… sino que también nos pueden tocar a nosotros. Que la vida misma es un milagro y que cuando, vemos que se puede perder… rezamos a aquel que está ahí arriba para que mande fuerza y apoyos porque, a veces, creemos que nos puede ayudar.

También por aquella época aprendí que no hace falta ir de mano de un hombre siempre… que las mujeres de por sí, podemos estar solas, pero que la dependencia emocional que a veces nos generamos hace que suframos. Que el amor duele y que por eso es amor. Que uno sufre porque quiere a otra persona. Que cuando sufre es porque algo le ha hecho daño. Y quizá, en ese momento pensaba que no tenía sentido mi vida no ya sin un hombre, sino sin ese hombre. Pero avanzas y sigues caminando porque al fin y al cabo, siempre se encontrará a otra persona , que sin querer, al principio, compararás con la anterior. Pero a diferencia del primer amor incondicional, estos amores, ya serán diferentes, porque ya vienen modificados y de segunda mano. Al igual que ocurre con una misma.

También aprendes que la vida misma es un reto y que es inevitable, crear un escudo protector, un escudo que sólo pueden traspasar aquellos que uno quiere. Aprendes a ser fuerte o a aparentar en los momentos más complicados. En esas situaciones en las que estás completamente hundido y por eso, cuando algo bueno ocurre siempre quedan las dudas de que pueda ser duradero y que lo valoras aún más cuando has estado en el barro.

Sin querer los propios comportamientos de las personas con las que nos encontramos nos hacen sentir seguros o inseguros. Existe un antes y un después tras una discusión porque todo aquello que se diga en caliente, en cierta manera, es aquello que de verdad pensamos, quizá de forma un poco exagerada por la situación, pero siempre hay verdad en esas palabras. Y de la misma manera que uno dice cosas en caliente, son otros los que también lo hacen y pueden doler o no doler pero el caso, es que duelen más cuando vienen de las personas a las que quieres.

De una forma u otra, lo cierto, es que existe un antes y un después. Existirán momentos que pensemos que no nos marquen pero con el paso del tiempo, entenderemos que sí lo hizo. Y que cada día, cada instante que vivimos, nos cambia… que el día anterior no es igual que el de hoy, que todo nos influye, nos modifica y que es con el tiempo, cuando somos capaces de echar la vista atrás y decir, es cierto… hubo momentos en mi vida que hicieron que cambiara sin darme cuenta. Porque siempre hay un antes y un después…