domingo, 12 de febrero de 2023

Porque quien te acompaña...

A todo el mundo le gusta hablar del amor, ese amor incondicional que te presentan las películas, un amor desinteresado, honesto, infinito… un amor que parece que es alcanzable y al que cualquiera puede llegar. El problema surge cuando a través de las experiencias compruebas que ese amor no es tan bonito como se muestra. El amor tiene sus momentos bonitos, nadie lo duda, pero también tiene otros y hay que saber gestionarlos, hay que saber cómo proceder y cómo llevar las situaciones. No todo el mundo es capaz de estar en pareja ni tampoco de entregarse como se debe. No es lo mismo estar soltero que en pareja porque el contexto cambia y la forma de comportarse también.

He visto y he sido consciente de que a medida que crecemos la concepción del amor se va modificando. Cuando somos más jóvenes, quizá también, somos más ilusos y tragamos más con determinadas parejas, con la falsa ilusión de que la persona que nos acompaña en algún momento pueda cambiar o parecerse a eso que nos prometieron en un inicio, pero lo cierto es que las relaciones cambian y evolucionan de la misma manera que lo hacen las amistades o las familias. Cada uno es como es y resulta absurdo aferrarse a la idea falsa de unas promesas que según avanza el tiempo, no se cumplen. Si algo he aprendido y no quiero hacer mención de nadie aquí es que para que algo funcione debe existir complicidad y sobre todo conexión. Pueden existir mil cosas más que parezca que haga que la pareja evolucione, pero sin eso, todo está perdido.

Hay parejas que están juntas por comodidad, por conveniencia, por aburrimiento, e incluso por rutina. Cada uno entiende el amor como quiere. Otras que lo están, porque juntos se encuentran mejor que separados, porque tienen dependencia emocional el uno del otro o porque no se valoran lo suficiente como para emprender el camino solos. Tampoco hay que juzgarlos porque es su forma de entender el amor.

Y existen otros que simplemente están por estar, porque se dejan querer mientras llega algo mejor y cuántas de esas hay proliferando por el mundo actual… Es algo así como una nueva forma de entender el amor. Una de esas modas pasajeras en las que decir que tienes pareja y te ves con él o ella en un futuro es casi como un pecado, donde los valores ya parecen no tener cabida, donde la fidelidad es un premio o la lealtad algo inalcanzable. Veo muchas veces a mi alrededor y sólo veo consumismo el día de los enamorados. Miles de parejas demostrando su amor en redes sociales e incluso personas que a cada nueva pareja que tienen la exhiben como si fuera un trofeo más, un mérito en su carrera del amor. ¿Dónde se quedó la intimidad? ¿Dónde se quedó aquello que no se cuenta? ¿Aquello que no se muestra?

Personas que desean tener pareja el día de San Valentín pero el resto del año, no… Personas que celebran ese día pero que el resto del año no… Y ojo, que quizá sea yo, la que ya estoy escarmentada de este tipo de exhibicionismo, porque ya he vivido bastante en temas de esta índole. Porque he celebrado muchos San Valentines con algunas personas que han hecho más mal que bien y porque yo he sido también de esas que mostraba la plenitud y entusiasmo de estos días, he sido de aquellas que cada paso que daba lo publicaba, que mostraba ese fanatismo del amor… hasta que llega un momento en el que vives un suceso que te cambia tanto a nivel personal que te hace replantearte todas tus consignas previas acerca de lo que es el amor y de lo que quieres.

Hace años si me hubieran preguntado qué es el amor tajantemente hubiera afirmado que el amor es sufrir por el sufrimiento del otro, es llorar por el otro, es entregarse hasta tal punto que te olvidas casi de ti misma. Es que te duela el corazón…

Pero a día de hoy, eso ya no lo pienso. Incluso me da pena haber creído eso en algún momento. Yo era de aquellas que decía que el amor dolía. Que cuanto más dolía, más fuerte era…  

Y ya no lo pienso por una simple razón y es porque puedes tener a alguien a tu lado pero no perderte por esa persona. Porque quien te acompaña debe elegirte todos los días y no ser tú quien le obligues a elegirte. Porque quien te acompaña debe quererte por cómo eres y no convertirte en otra persona para que te quiera. Porque quien te acompaña debe entender tus fallos y no reprochártelos día tras día. Porque quien te acompaña debe valorarte por lo que le aportas y no por lo que ganas. Porque quien te quiere debe preocuparse por ti y no obligarte a que él sea el epicentro de tu mundo. Porque quien te acompaña nunca debe hacerte elegir, nunca… Porque quien te acompaña no debe dejarte sola y sobre todo en los momentos difíciles. Porque quien te acompaña quiere pasar tiempo contigo y no sólo aquellos ratos que le sobran. Porque quien te acompaña no puede mofarse de ti, decir que son bromas y menos aún delante de determinados entornos. Porque quien te acompaña no tiene que regalarte nada cuando comete fallos importantes porque el amor no se compra, se perdona… Por esto y mil cosas más ya no pienso lo que pensaba del amor.

A día de hoy, creo que más que amor, se trata de alguien que quiera pasear contigo cogidos de la mano por el mismo sendero, que tenga las mismas miras, que no te coarte ni que te convierta en algo irreal. Alguien que te compenetre, que te de su espacio, que te apoye, que te ayude o se quede a tu lado cuando hay que estarlo… Y sobre todo que no duela.

Y ahora es cuando, quizá, haya algunos que esperen que hable por aquí de mi vida personal y por eso hayan llegado hasta estas líneas, pero si ha sido así, debo de decir que se han equivocado. En estos últimos años también he sido muy consciente de que la gente está más pendiente de la vida personal de los demás que de sus propias miserias amorosas.

Por que el amor cada uno lo entiende a su manera pero es cierto que al igual que nosotros cambiamos, también con ello el significado de todo lo que le rodea y no podemos entender ese amor de la misma manera, ahora que hace quince años atrás. Y es que queramos o no, todos estamos marcados por alguna experiencia que nos hizo ser más precavidos o desconfiados, que nos cambió por completo y que nos hizo y hace vivir quizá, todo de una forma más realista y no con tanta inocencia… Y es que el amor, sólo se puede entender cuando uno lo vive de verdad.



lunes, 6 de febrero de 2023

El resultado de todo aquello que se llevaron

Es curioso cómo a medida que nos vamos haciendo más mayores nos da por pensar más, a veces en las cosas que no hemos hecho y otras en las que podíamos haber hecho. La vida avanza a un ritmo estrepitoso y no se para por mucho que tú necesites a veces que lo haga. Puedes encontrarte perdido, desubicado pero eso a la vida le da igual, te empujará a seguir sea como sea, los días seguirán pasando y te sentirás forzado y te preguntarás por qué al resto de la gente se le hace tan fácil y simple vivir mientras a uno mismo le cuesta lidiar con sus frustraciones y miedos. 

Pero todo puede ser apariencia porque se trata de la imagen que queramos proyectar. Estamos tan acostumbrados a plasmar en las redes sociales una imagen tan distorsionada de la realidad que también algunos intentan practicarlo con el día a día.

Cada vez estoy más convencida de que es muy peligroso contar o expresar ante los demás, la realidad de los temores o complejos que nos atormentan. La vida tiene sus momentos buenos, por supuesto, pero creo que cuando uno es más joven todo se hace más llevadero. Uno tiene más ilusión, más fuerza y sobre todo que es lo que considero vital, está menos dañado. Es virgen en asuntos emocionales y apenas uno cuenta con experiencia sentimental.

Por nuestra vida pasan tantas personas que nos dan lecciones… Personas a las que nos hemos aferramos de una manera, a veces, desorbitada. Quizá, porque en algún momento hemos pensado que eran nuestra tabla de salvación. Cada una de esas personas que han compartido momentos nos han enseñado cosas que, de no haber aparecido, probablemente no las hubiéramos aprendido. Pudiera ser que otras aparecieran y nos hicieran ver las mismas equivocaciones o fallos que hemos cometido pero de una forma u otra, puedo echar la vista atrás y darme cuenta que cada una de esas personas que han pasado, se han llevado algo. Y no estoy hablando de amores sino también de amistades porque hay lejanías y rupturas amistosas que duelen muchísimo en el corazón.

Si ahora tuviera la oportunidad de volver atrás y sabiendo lo que sé, y me dieran la posibilidad de eliminar de mi vida a algunas personas, siendo sincera, dejaría a muchas ahí, algunas que me han partido el corazón como el primer amor pero a pesar del dolor y el sufrimiento de su ruptura y lo duro que fue para mí creo que eso me valió para empezarme a querer y poder ver que si uno quiere, puede salir de cualquier pozo y sobre todo, para valorar aún más si cabe el significado de la palabra amistad porque gracias a ella, yo pude salir adelante.

Tampoco borraría muchas de las amistades que he ido teniendo y que han sido muy intensas pero que me han dejado marcada porque eran de la infancia porque eso me ha enseñado a evidenciar que no serían amistades tan verdaderas cuando por tomar caminos diferentes se fueron disolviendo en el tiempo. También he visto que las amistades que uno va haciendo cuando es más mayor no cuentan con la misma inocencia de aquellos años atrás. Son amistades que en algunos casos, se intoxican al menor contratiempo y el orgullo prevalece por encima de cualquier sentimiento verdadero porque ya no estamos para aguantar determinadas situaciones. Porque vamos cumpliendo años y nos sentimos más dañados y sobre todo más desconfiados.

Dejaría a muchas personas que han pasado por mi vida y que a pesar del mar recuerdo o de la mala experiencia, me han convertido en lo que soy. Actualmente, en alguien que no me gusta porque el daño de aquellos que sí que borraría también hace mella. Todas y cada una de las personas se llevan algo de nosotros, parte de nuestra alegría, de nuestro entusiasmo, de nuestra valentía, fortaleza e incluso, de nuestra forma de entender la vida y definir nuestra ruta de vida. Cada bache emocional que hemos vivido nos hace desviarnos un poco del ideal de persona que nos gustaría ser. Aunque también es verdad que el contexto influye de forma abrupta.

Pero lo cierto, es que somos el resultado no sólo de todo aquello que hemos vivido sino de todas las personas que han pasado a nuestro lado; personas importantes o fingidas, conocidos o cercanos, amistades intensas o falsas, amores reales o de relleno, compañeros de trabajo impuestos o elegidos, jefes o esclavos con pretensiones, familiares lejanos o íntimos, profesores con vocación o con interés económico, personas que queríamos que estuvieran pero que no pudieron hacerlo, personas que no queríamos que se quedaran y lo hicieron, personas que pudieron ser y no fueron, personas que nos mintieron y se lo consentimos, personas que fueron reales y les fallamos…

Todos, absolutamente todos, contamos con este tipo de personas en nuestro pasado y son ellos, los que nos hacen ser cómo somos en el presente… el resultado de todo aquello que se llevaron.