Yo creo que ninguno de nosotros podemos decir que hemos
llevado una vida modélica. Siempre tenemos algo que hace que no seamos ejemplo
de nada porque somos personas que nos dejamos llevar por las circunstancias y a
veces, incluso, influenciados por los sentimientos que no siempre tienden a ser
adecuados en según qué momentos. La vida
nos va enseñando que sí y que no. La vida es la que hace que tengamos que tomar
decisiones tanto precipitadas como bien meditadas. No se trata de tomar el
camino correcto, sino de tomar un camino y no siempre uno es conocedor del
resultado, pero lo que está claro que si uno lo ha tomado es porque en su
momento consideraba que era el que mejor papeletas presentaba.
La verdad es que siempre la he considerado una persona ajena
porque nadie iba a sustituir su puesto, pero es que nadie me dijo que lo fuera
a hacer. Pero así somos, muchísimas veces, crueles con los demás. No nos
paramos a pensar en la felicidad de la otra persona, en el motivo que hace que
alguien quiera estar con otro alguien. Juzgamos y después ya criticamos. Pero
me doy cuenta ahora de que no es justo y no he sido justa, todo este tiempo
atrás. La familia no es sólo de sangre, no son sólo unos apellidos ni tan
siquiera una obligación de querer y de estar. La familia al final, son las
personas que se van uniendo a lo largo del tiempo vital de cada uno de
nosotros. Un hombre que rehace su vida con otra mujer, preciosa, eso sí,
impecable donde las haya y también presumida. Se casa de nuevo tras un tiempo
de luto demasiado corto por el fallecimiento de su mujer, la que hubiera sido
mi abuela. Y nadie lo logra entender. Trece años de diferencia entre ellos y él
con hijos a sus espaldas… Somos injustos
pero es que la rabia y la resignación de todavía no haber aceptado determinas
vivencias es la responsable de que salgan a la luz emociones como el rechazo y
el distanciamiento. Luego todo se perdona porque la sangre nos hace olvidar en
momentos difíciles cómo tenemos que actuar. Todo se olvida… y las relaciones
familiares hacen que fluyan y se la trate como a una más.
Todo quedó atrás pero los que estamos aquí lo sabemos y
hemos sentido el dolor que supuso todo aquello. Esa mujer que un día lo fue
todo para mi abuelo y que estuvo hasta el final de sus días… una mujer que no
sé si la gustaban los niños porque siempre que me quedaba con ella me cuidaba
su hermana Encarna. Una mujer que se mostraba arreglada, sonriente y muy
cercana pero yo no sabía las horas que se tiraba para maquillarse. Una mujer
que era diabética y que tenía algunas subidas y bajadas de azúcar lo que
suponía estar pendiente de ella y que daba gracias a todos los que nos preocupábamos
de ella pero yo no sabía si era una simple manera de agradecimiento. Una mujer
que siempre se alegraba cuando fue más mayor y la visitaba en la residencia y
me decía mil veces “te quiero” y yo no era capaz de responderla porque la
verdad yo no sabía si tan siquiera la quería también porque no era mi abuela.
Una mujer que ha muerto presa del coronavirus, sola y triste
en una residencia de ancianos y es ahora, cuando por desgracia, me doy cuenta
de cuánto me he equivocado con ella. Que no era mi abuela, lo tenía bastante
claro y que ella jamás hizo nada por quitarle el puesto a nadie pero es que
quizá tampoco vi en ella ese cariño que yo necesitaba para sentirme apreciada. Que
es ahora cuando soy consciente de que mis propios valores familiares se me han
caído totalmente, que mi vida se ha trastocado con la situación personal en la
que me hallo y que cuando alguien aparece para añadirse a tu vida, lo hace con
el fin de mejorar pero no con el objetivo de sustituir a nadie. Todos tenemos
un papel, un rol familiar y lo que importa es la felicidad que esa persona
añada a tu vida, independientemente del momento. Es ahora, cuando soy
consciente de ello…
Y me entristece pensar que ha muerto así, que su cuerpo se
encuentra en el Palacio de Hielo con otros tantos… no sé si identificados o no. Que no existirá
una despedida, un adiós o un simple velatorio donde se pueda llorar por ella.
Ya no habrá una próxima vez para verla en la residencia… Ya no quedarán
llamadas telefónicas para poder hablar con ella, no habrá un mañana donde poder
cogerla de la mano.
Y es ahora, cuando recuerdo como me contaba historias de mi
abuelo cuando ella se quedó viuda de él… recuerdo las fotos que me enseñaba de
mi abuelo y sus hijos y me comentaba de cuándo eran jóvenes… también canciones
que me entonaba… me enseñaba escritos de mi abuelo y de cuando me quedaba en su
casa y me dejaba poner siempre el canal que quería… recuerdo que jamás tenía un
mal tono o una palabra inadecuada conmigo… que nunca se enfadaba y siempre me
sonreía… que nunca la molestaba que fuera a verla y que daba igual cuando fuera
porque ella estaba siempre preciosa. Recuerdo que siempre quería escucharme y
bailar en su salón aquellos pasos de fin de curso que estaba ensayando,
diciéndome siempre lo bien que lo hacía…
Recuerdo tantas cosas y es que es ahora, cuando me doy
cuenta de que sí que la quería… a pesar de no ser mi abuela.