Cuántas veces hemos pensado en el día de mañana? En las
cosas que tenemos pendientes? En los amigos que hace tanto tiempo que no vemos? Nos agobiamos, nos ponemos metas, nos genera en algunos casos angustia porque
no damos más de sí… e incluso, todo eso acaba pasando factura.
Nos volvemos
menos emocionales, más inmediatos porque es lo mejor, porque así somos como el
resto… Porque no está bien destacar en aquellas esferas en las que uno puede
demostrar vulnerabilidad. Uno tiene que aparentar ser fuerte y decidido aunque por
dentro sea todo lo contrario.
Y de repente, llega un día en el que todo eso ya no cobra
importancia, en el que tenemos tiempo para todo, para aburrirnos, para hablar
con los nuestros y lo peor de todo… para pensar. Sí, para pensar porque creo
realmente que la sociedad de hoy nos ha quitado la posibilidad de pensar y
ahora es cuando, podemos reflexionar un poco sobre qué es lo que uno quiere o
no quiere.
Ahora es cuando, en mi caso, puedo contestar a la pregunta de sí he
sido o soy feliz en la vida. Ahora, puedo entender más claramente muchas cosas
que antes no lograba vislumbrar.
Mentiría si dijera que no tengo miedo… miedo a no poder volver
a sonreír a los míos, a dar un beso o un abrazo, miedo a no reírme ante un
chiste malo, miedo a no tomarme un café y quemarme en el primer sorbo, miedo a
no leer un libro de Elsa Punset, Jorge Bucay o Albert Espinosa, miedo de no
cenar en Vips, Foster o Ginos, miedo a no ver mi película de “La vida es bella”
, miedo de no recuperar mis costumbres… pero también tengo miedo a no tener la
posibilidad de equivocarme de nuevo, de cometer nuevos errores con personas, de
perdonar y de pedir perdón. Miedo a no conocer a nuevas amistades que
aparecerán en mi vida, a discutir con aquellos que ya están, a dar cabida a la
incertidumbre de no saber en ocasiones qué hacer con mi vida. Miedo a no volver
a sentir el amor, el desamor y el odio, de no intentar, de no darme por vencida,
de sentir rabia, obsesión o falta de decisión.
Miedo, al fin y al cabo, de no
poder seguir viviendo y no cumplir más años.
Y podría confesar que en muchos momentos de mi vida he
sentido ese miedo que te paraliza, que te derrumba. Todos lo hemos experimentado,
lo hemos sentido, ya sea por el miedo a perder a un ser querido, a un amor, a
un amigo e incluso a un desamor en algún que otro caso. Pero todos,
absolutamente todos, sabemos lo que es. Y precisamente por eso, intento que las
propias emociones no puedan conmigo y con los míos.
Intentas ser racional, no
dejarte llevar por esas asquerosas emociones que muchas veces me gustaría
eliminar pero por mucho que lo intente, da igual porque no lo consigo. Cuántas
veces hemos aparentado algo que no somos? Interpretamos un papel para que
parezca que somos más fuertes de lo que realmente somos para luego cada uno en
nuestras casas mostrarnos de verdad. Abatidos, decaídos, con la incertidumbre
de no saber si habrá un día de mañana, con el miedo de que nos toque y
rogando que salgamos de esto…
Y también es en situaciones límite cuando aprecias y valoras
a los que son humildes, a los que dan y están, a los que tienen el mismo miedo
que yo y lo comparten y entienden, a los que están día tras día y te devuelven
la moral. Pero de la misma manera, también he visto como el egoísmo de algunos
sale a la luz. He visto que algunos seres humanos hacen lo que sea para
sobrevivir y se comportan como animales salvajes dejando de lado la empatía y
sintiendo vergüenza de que hayan formado parte de mi círculo más cercano. Eso
también lo he visto… Una vez más, como dijo Hobbes… El hombre es un lobo para
el hombre.
Y es que ante esta situación, no podemos dejar de parar de
pensar en todo aquello que hemos hecho o dejado de hacer pero lo que está
claro, es que sí que hay que pensar en todo aquello que queremos hacer… porque
si a día de hoy me preguntaran si he sido feliz y he vivido de verdad… Mi
respuesta sería rotunda. Un sí. He vivido tal y como he querido siempre… que ha
sido de forma intensa, equivocándome muchísimas veces pero no quedándome con la
duda de que hubiera pasado, he hecho siempre todo aquello que me apetecía y emocionalmente
he sido muy visceral. Me he derrumbado y me he estampado sin frenos ante una
pared pero es que a eso, realmente, se le llama vivir.
Y quiero que los míos lo puedan ver y yo seguir, si la vida
me lo permite, haciéndolo.
Como bien dices todos tenemos miedo de hacer determinadas cosas, pero a veces el miedo es el motivo por el que tenemos que intentar las cosas. Siempre vamos a tener miedo pero cuando lo superamos es algo maravilloso y esa sensación es cien veces más gratificante. Superar tus miedos te permite mejorar como persona y hacer mejores personas a los demás. Por eso hay un dicho que dice mantén al lado a un amigo y al enemigo a tu par para tener siempre presente que habrá dificultades pero el miedo sólo es el principio de la victoria.
ResponderEliminar