domingo, 15 de diciembre de 2024

Ya no creo tanto en el amor...

Todos cuando llegamos a cierta edad contamos con un determinado historial amoroso. Hemos vivido experiencias que nos habrán marcado y nos hayan hecho cambiar y otros casos que digamos que ya no los recordamos aunque en realidad sean que sí pero es que en caso de hacerlo, nos traerán a la mente momentos incómodos con demasiadas connotaciones negativas. Es más fácil evitarlo que hablar de ello.

Pero es que si por un momento nos pusiéramos a pensar… ¿cuántas personas han pasado por nuestra vida? O lo que es peor, ¿cuántas personas se han llevado algo de nosotros? Con cada persona con la que hemos estado le hemos dado una parte que ya no hemos podido recuperar. Algo que le habrá valido para cambiar, para transformar, para saber que es lo que quiere o no quiere. De la misma manera que nos habrá pasado a nosotros. Yo he llegado hasta aquí por las personas que me he ido encontrando. Mi forma de entender el amor ha ido evolucionando a lo largo de los años. Ese amor intenso, pasional y desinteresado de los inicios nada ha tenido que ver con lo que después ha ido viniendo. Son los hombres los que te van modelando poco a poco y por lo que una va cambiando, a veces, no sé si por complacer o por evitar que algo se rompiera. El caso es que puedo afirmar que muchas veces he actuado de una manera de la que ahora, si pudiera cambiar lo haría en el sentido de que creo, que en el amor hacen falta determinadas bases para que la cosa funcione o más bien para que siga estando presente.

Ya no creo en el amor incondicional, en ese amor que no hace daño, en el que cura, en el que reconforta. Creo que el amor son momentos de felicidad donde dos personas que pueden ser compatibles comparten experiencias de afinidad. Porque si nos ponemos a pensar, ¿qué es lo que hace que alguien te atraiga? ¿El físico, la simpatía, el humor? Creo más bien que cuando uno llega a una edad lo que importa es el interior, lo que esa persona te demuestra y que en las relaciones siempre existe uno que quiere más que otro y renuncia. Siempre he sido de aquellas chicas que me fijaba en la parte exterior, todo superficialidad, como por ejemplo en los ojos. Me encantaban los ojos claros, esos ojos que te miraban y parecía que te traspasaban, hasta que un día me dejaron de encantar… Sentía mayor predilección por chicos más altos por simplemente, la seguridad que parecían irradiar hasta que un día me fijé en alguien de mi misma altura. ¿Y por qué esos cambios? Porque lo de fuera con el tiempo no vale de nada, porque el interior es lo que tiene importancia. Y esto es algo de lo que te vas dando cuenta según avanzas. Que la caratula exterior no tiene que ir en consonancia con lo que uno lleva dentro.

Creo, realmente, que hoy existe muy pocos hombres que dediquen tiempo de calidad y que se embarquen en eso que se llama compromiso, en algo que implica constancia y seguridad emocional. Algo totalmente imprescindible para que las cosas duren. Estamos sumidos en una sociedad en la que, al igual que todo cambia, también lo hacen las relaciones personales. Donde estamos más acostumbrados a cambiar algo por otro producto que a arreglar aquello que ya tenemos. Estamos inmersos en ser modernos y probar de todo porque los demás lo hacen. Vivimos acorde a la imagen, a veces, de pareja ideal y nos sorprendemos cuando nos dicen que esa pareja ya no existe… y es que quizá, no era tan ideal como hacían ver. Estamos acostumbrados a que las personas más cercanas cambien de pareja cada cierto tiempo porque ya se cansaron de ellos.

No sé… creo que la concepción del amor como tal ha ido evolucionando hacia la satisfacción personal y que hay que ser muy valiente para enfocar una relación saliendo de todo lo que ahora llamamos convencional. La sociedad va cambiando y los años que voy cumpliendo me hacen ver las cosas de otra manera con respecto a algunos temas. No sé si se tratará porque la edad hace que tenga otra percepción o porque al convertirme en madre, he cambiado con respecto a ver de un modo determinado algunas cosas. De una forma u otra, el amor, al final, es cosa de dos, o en algunos casos de más integrantes debido a la modernidad de hoy en día, pero siempre nos hace cambiar queramos o no, aunque no nos demos cuenta, haya habido dolor o no, de por medio.


 

lunes, 9 de diciembre de 2024

Todo a su ritmo...

Resulta curioso cómo pasa el tiempo y la sensación que puedo experimentar… un año o más bien más de un año que hace que no escribo por aquí. Podría decir eso de que no he tenido tiempo, de que no estaba inspirada... que en cierta manera ha sido así, pero sería excusarme con algo demasiado típico porque si de verdad hubiera tenido algún interés habría sacado un hueco contando o reflexionando sobre aquellas cosas que me han ido sucediendo a lo largo de este año.

Creo que más bien ha sido un tiempo de reflexión porque he tenido que remodelar mi cabeza en muchos aspectos en lo que se refiere a temas de salud, de tomarme las cosas y sobre todo, de seguir adelante. Este año, ha sido diferente en lo que respecta a su evolución. He querido centrarme un poco más en mí escribiendo en un periódico digital y participando en un voluntariado de la Cruz Roja con niños de oncología. Sobre este último asunto, tengo que reconocer que me lo pensé mucho hasta decidirme por el tema del que se trataba pero al final me embarqué en ello y fue una gran decisión porque ellos sin saberlo me han enseñado tantas cosas… Creo firmemente que de las experiencias, valoramos y comparamos y la fortaleza que tienen esos niños no la tienen los adultos en cuestiones más sencillas. Nosotros que nos quejamos por todo, y en especial algunos adultos que a la mínima parece que se les va caer el mundo encima…

También tengo que destacar que este año he vuelto a mantener conversaciones con personas de mi pasado con las que creí que no volvería a hablar y no es que me resultara extraño porque si compartí momentos con ellos sería que teníamos algo que nos unió en aquellos tiempos. Me quedo con que todos hemos madurado lo suficiente para olvidar lo que pasó y ahora, poder hablar de vez en cuando, con cierta confianza aunque sin olvidar que ya todo es diferente porque nadie es el que era empezando por mí misma. Ya no queda nada de aquella chica que se comía el mundo, desafiante y segura de sí misma… Ahora es el mundo el que, muchas veces, me come a mi con cientos de inseguridades y miedos ante el futuro.

Sobre los sentimientos que he ido experimentando en este tiempo, creo que ha sido como siempre… decepciones de ciertas personas, algunas de ellas muy cercanas porque cometo el fallo una y otra vez de esperar lo mismo que yo estaría dispuesta a dar. Y da igual que piense que la vez próxima no lo haré y cambiaré, da completamente igual… porque pasará algo y ahí estaré aunque no reciba lo mismo a cambio. Y sé que cuando hago algo no tengo que esperar nada a cambio pero al menos un poco de comprensión y apoyo y cuando no lo recibes… duele.

También sobre cuestiones familiares, aquellas uniones que la sangre nos impone no son más que eso, sangre que compartimos pero que a efectos reales no influyen en la actitud y comportamientos. Muchas veces, las personas se muestran más cercanas con aquellos que no conocen o que conocen poco que con su propia familia, hablando de primos, tíos, sobrinos… Es decir, hablo de familia pero no sólo en el sentido estricto de la palabra sino abriendo más el concepto. Personas que deciden cortar lazos de forma tajante sin razón y sin que nadie se atreva a rebatir esa absurda decisión por el hecho de que algunos valen más que otros y los que estamos en una situación inferior ante la posición familiar que alguien ha impuesto, les da derecho para tratar, criticar y si fuera posible, machacar. Y esto, tengo que reconocer, me hace sentir muy mal porque considero que nadie es inferior a nadie ni debe imponer unas normas por el simple capricho de que sus decisiones son mejores que las de otros o en concreto de las mías. Pero será que una vez más, es a mí y a los míos a los que más nos duele mientras el resto sigue su vida sin que dedique ni un sólo minuto a reflexionar sobre el mal que están haciendo. Pero con esto, se evidencia al final, quién está y no está y esté, será quizá, uno de los temas de lo que hable expresando mi sentimiento real en otro momento.

Por lo demás, sé que podría incidir más en cuestiones personales como en otras ocasiones he hecho pero creo que poco a poco iré subiendo entradas como lo hacía antes, para desahogarme, para expresarme, para mostrar esa parte de mí que a pocos enseño pero que me sirve para sentirme un poco mejor después de escribirlas. Lo cierto, es que este año, también he cerrado una etapa que llevaba arrastrando, años atrás y que en cierta manera, no me dejaba seguir adelante.

Ahora ya puedo mirar la vida de otra manera y sentirme un poco más segura cuando se trata de asuntos relacionados con mi hija. Ella es mi motor de vida y por la que, muchas de las veces, cuando las cosas son difíciles, sigo adelante. Hace poco me tatué su nombre, cosa que quería haber hecho años atrás pero por temas de salud que influyen con el hecho del tatuaje, lo fui dejando hasta que ya por fin, he podido hacerlo.

Así pues, este año me ha servido para sentirme un poco más llena en cuestiones que tienen que ver con la forma de enfocar la vida. Sigo estudiando las oposiciones en los pocos tiempos libres con los que cuento pero con la tonta esperanza de que algo mejor pueda venir al año que viene y sobre todo, cuando de salud se refiere porque cuando no se tiene o se tienen problemas crónicos, uno ve de forma distinta el pasar de los días. Y con esto, espero que este 2024 se lleve los miedos, incertidumbres e inseguridades que han rondado por mi cabeza para dar paso a algo, en todo caso igual, pero no peor...