martes, 19 de septiembre de 2023

Mientras tanto, yo haré lo que pueda

Hace ya años que comencé a escribir en mi blog y si me preguntan el motivo, no fue más que por desahogo, por expulsar el malestar que por aquel entonces tenia en mi interior. La rabia, la decepción o la plasmación de las emociones mal gestionadas. De esto hace ya demasiado tiempo porque surgió a raíz de una ruptura amorosa. Todos hemos pasado por alguna pero la primera es siempre la que más duele y marca. Es la que cuesta superar... Y la única manera que encontré de calmarme fue a través de una líneas porque no es fácil abrirse a los demás y menos aún, encontrar a personas que estén dispuestas a escucharte. En aquel momento yo tuve la inmensa suerte de contar con alguien que me ayudó a salir de ese pozo en el que me hundí . Pero volviendo a lo anterior, me estaba refiriendo a eso de escuchar hoy en día, no hablo de oír porque oír sabemos todos, pero escuchar demasiada poca gente... Y es que de esa época apenas quedan entradas porque con el tiempo, las acabé borrando ya que no tenía sentido recordar todo aquello pasado el tiempo. Todo el mundo acaba olvidando y mi blog se creó con una intención pero fue evolucionando hacia otro lado completamente distinto.

Y es que, estamos rodeados de personas de las que creemos que conocemos su vida pero en realidad no es así, ¿acaso sabemos los miedos, los fracasos o las inseguridades de todos ellos? ¿Nos hemos parado por un instante a conversar e interesarnos de verdad por los problemas de los demás? Miro a mi alrededor y veo una sociedad deshumanizada donde cada vez existen menos valores. Donde ya no importa como se sienta el otro si yo me siento bien o lo que es peor, no importa nada de lo que le ocurra al otro si yo tengo todas mis necesidades cubiertas. Ya nadie se pone en los zapatos de nadie. Incluso a veces podía existir un poco más de educación en estos aspectos pero la pregunta es “¿para qué perder el tiempo”?

Cada vez van quedando menos personas que dediquen tiempo a escuchar a los otros y por desgracia, todos necesitamos ser escuchados en los momentos complicados, todos tenemos días malos o incluso, temporadas. Cuando somos jóvenes tenemos muchas formas de desconectar pero de repente, llega un día en el que te das cuenta que ya no queda nada de aquello, que los miedos de antes ya no son los de ahora. Te das cuenta que todo ha cambiado y no se trata de calificarlo de a mejor o a peor, sino que simplemente ha cambiado. Y uno mismo también, por supuesto.

Lo cierto, es que no es fácil hablar de sentimientos pero más difícil es reconocer que hay momentos en los que no todo nos va bien y que los días se hacen largos y hasta, a veces, tristes. Miras a tu alrededor y empiezas a pensar y a preguntarte… ¿por qué a otros sí y a mi no? Y es esa mala manía que tienen algunas cabezas de cuestionarse la existencia... como viene siendo la mía. Pero esto no lo hace todo el mundo, sino sólo aquellos que posiblemente, tengan la necesidad de hablar. Y es que he aprendido que cuando a uno le va bien no se cuestiona absolutamente nada porque lo tiene todo, porque su vida fluye pero cuando tienes carencias... eso no es así.

Te encuentras en una rueda en la que puedes correr, esforzarte e incluso, luchar pero cuando te quieres dar cuenta ves que el camino que estás haciendo siempre es circular. Puedes intentarlo, una y otra vez, pero siempre te encuentras con el mismo resultado. Y es ahí cuando empiezas a desconfiar en ti mismo, es ahí cuando empiezas a observar a todos aquellos que están alrededor. Unos sí y otros no. Hay personas en la misma situación que tú, por supuesto y cada uno tiene su manera de gestionarlo, otra cosa es que cuenten cómo se sienten de verdad porque tiene que existir alguien que sea capaz de escucharlos. Si no es así, al final, con el tiempo, uno se va callando y haciéndose pequeño.

La verdad es que podría hablar más claramente de todo esto, pero sin querer también he cambiado. Ya no soy aquella que escribía con el corazón en la mano, ahora pongo filtros porque tengo a alguien que me ha hecho cambiar. Ahora me resulta muy complicado hablar de mi misma, de mis miedos, de mis inseguridades y menos aún de mi ansiedad ante la rutina o de mis fracasos. 

Vas sumando experiencias y te das cuenta que algunas te han valido para aprender pero otras, para fracturarte un poco más. No es fácil vivir con seguridad. No es fácil creer en ti. No es fácil vivir sin miedos. No es fácil seguir adelante cuando no tienes el camino marcado. No es fácil buscar la salida del laberinto en el que algunos días te encuentras inmerso. Y cuesta, claro que cuesta lidiar con esos pensamientos autodestructivos que intentan infravalorarnos. Pero no se trata de uno mismo, sino de la situación. Se trata de poder encontrar el equilibrio en nuestra cabeza y no dejarnos llevar por los miedos porque de una forma u otra, todos los tenemos, lo que pasa es que esos miedos cuando las cosas van bien se quedan en segundo plano, pero cuando las cosas empiezan a empeorar o directamente, las cosas no van bien, vuelven a aparecer para ocupar el papel protagonista.

Y por supuesto que vale tener días malos y habrá personas que puedan gestionarlo mejor que otras pero lo cierto, es que aunque cueste hay que seguir andando a pesar de que las personas que estén alrededor cuenten con mejores posiciones en su carrera de la vida. Quizá su camino es más recto, quizá hayan tomado un atajo o pueda ser, que han contado con un brazo del que apoyarse o que directamente les han creado dicho camino. Los que no lo tenemos, no podemos hacer otra cosa más que seguir y permitirnos parar cuando estamos cansados de tantas curvas e impedimentos por el camino ante los que no nos queda más remedio que bordear y retomar la senda cuando nos sintamos preparados. 

Y quizá nos equivoquemos de camino, puede ser y es muy probable, pero es que no contamos con nadie que nos pueda guiar, lo único que podemos hacer es retroceder y escoger otro camino que pudiera llevar a otro lugar, ya no sé si mejor pero al menos no ceder de nuestro empeño en seguir andando e intentando no perder la esperanza de que algún día nos pueda ir como a aquellos que, incluso, se quejan y ansían por tener mejores vidas de las que ya tienen. Y es que todo varía según la perspectiva con la que midamos, comparemos y valoremos. 

Mientras tanto, yo seguiré hablando a través de estas líneas que me sirven como vía de escape. Mientras tanto, yo haré lo que pueda y aparentando que todo va mejor porque son pocas las personas que pueden y quieren escuchar.




domingo, 5 de marzo de 2023

Tenemos que olvidar para poder seguir adelante

 A veces las cosas suceden y no sabes el motivo. A veces se dan una serie de circunstancias que hace que algo que no tenía que ocurrir, de repente, se produzca. Y no entiendes como algo que no ha tenido lugar desde hace años, en un solo instante, suceda. Nos encontramos con personas con las que pensamos que ya jamás nos cruzaremos y recordamos sucesos del pasado… sucesos olvidados o más bien forzados a su entierro. Y eso dependiendo de quién se trate, duele.

Ir caminando tranquilamente por la calle mientras iba al colegio temprano a recoger a mi hija para llevarla al médico y escuchar una voz que decía mi nombre. Subir la cabeza y al ver a esa persona, quedarme blanca, sin entender por qué se atrevía a decir mi nombre o lo que es peor, porque no pasó de largo o directamente evitó el tener que hablar y vernos. De entre los millones de personas que somos en Madrid, jamás se me pasó por la cabeza poder encontrarme con esta persona y tratarme como si no hubiera pasado nada, como si los años no hubieran trascurrido y fuera un simple encuentro fortuito. Encontrarme allí, vulnerable ante todo lo ocurrido y no saber qué decir porque no sólo se corta de forma abrupta con alguien sino también con todo su entorno porque no era mi mundo, no era mi gente y no era mi sitio.

Y aparentemente di la imagen de fuerte pero tengo que reconocer que sólo quería salir de allí. Aquella conversación como las que teníamos años atrás… se me vinieron demasiadas cosas a la cabeza… y no sólo eso, sino que enlazas por ser quién es… una persona de su mundo, una persona que formó parte de mi mundo también durante una época o más bien, tengo que reconocer que fui yo la que dejé mi mundo para formar parte de él. Y se me vinieron tantas cosas a la cabeza que creí que ya no estaban… que no tenían que volver a resurgir.

No estoy hablando de echar de menos a nadie y menos a él porque nos hicimos tantísimo daño… no sé quién más de los dos o quizá sí que lo sepa pero prefiera callármelo por cuestiones legales.  Aquí estoy hablando de recordar todo aquello que di y dejé de dar, estoy hablando de frases y palabras que han vuelto a venir a mi cabeza una y otra vez. Frases que sé que hoy en día carecen de sentido, frases que surgieron a raíz de la situación, frases que aunque me ha costado mucho olvidar han vuelto sin querer. Y  estoy hablando de sucesos que parece como si los reviviera y que tengo la sensación de haber rebobinado algo que no tenía que estar pasando ahora mismo. Siento pena, mucha pena y me siento con miedo como el que sentí pero no tenía que ser así, sé que no tenía que ser así…

Y hay que recordar una cosa y es que sino hablo de algo eso no quiere decir que lo tenga olvidado. Simplemente se dejan en un cajón cerrado con llave, el cual nadie puede abrir pero un día sin esperarlo, aparece alguien de su entorno y sin proponérselo, probablemente, desliza hacia fuera ese cajón, saliendo demasiado dolor y mierda de él.

Me siento mal porque mi cabeza ha vuelto a sufrir sensaciones que no tendría que experimentar, tanto es así, que no suelo contar parte de la verdad de cómo me puedo sentir pero hace una semana sufrí un dolor que me incapacitó bastante en el cuello y cervicales acabando en urgencias  y aparte de sobre esfuerzos, muchísimo tuvo que ver ese encuentro. A nivel emocional, me destrozó por completo, tanto mentalmente como físicamente.

Y resulta asombroso como en unos minutos, mi cerebro puede traer al presente sucesos que pasaron en el pasado, situaciones que de no salir de ahí hubieran acabado conmigo. Y sólo estoy hablando de mis sensaciones, de mis sentimientos, de todo aquello que tengo que dejar claro, que no echo en falta ni para nada de menos, sólo que algo se quebró en aquel momento, algo que me rompió para siempre porque una ya no vuelve a ser la misma. Hay un antes y un después y fue una lucha constante por sobrevivir a mis propios pensamientos infundados por el contexto y repetirme una y otra vez que yo sí que podría salir adelante con todo lo que viniera, que la vida me daría más oportunidades queriéndome a mi y a mi entorno y que nadie me volvería a hacer sentirme tan vulnerable como en aquella época. Costó mucho y hasta me evadí del mundo porque no creía en mí, no era capaz de ver nada bueno en mí y  es que queramos o no, mucho tiene que ver quién nos acompaña en el camino.

Han sido días en los que me he bloqueado, en los que he tenido que volver a reestructurar mi cabeza para volver a enterrar esas sensaciones y sobre todo recuerdos nefastos porque no estaba preparada para que se creara una grieta en mi muro de contención. No estaba preparada para que algo tan nimio como fue encontrarme con alguien de su entorno generara en mi cierto dolor.

Pero los días pasan y cuando la veo a ella, todo ese dolor desaparece porque es ella la que ha vuelto a cerrar esa grieta y me recuerda constantemente lo importante que soy en su vida.

Y es que todos tenemos cosas que duelen y mucho pero que tenemos que olvidar para poder seguir adelante, para lidiar con las situaciones que la vida nos presenta aún con, a veces grietas que pueden volver a surgir por el camino... porque de nadie más que de nosotros y de los que de verdad nos quieren depende el querernos a nosotros mismos.

 


 

domingo, 12 de febrero de 2023

Porque quien te acompaña...

A todo el mundo le gusta hablar del amor, ese amor incondicional que te presentan las películas, un amor desinteresado, honesto, infinito… un amor que parece que es alcanzable y al que cualquiera puede llegar. El problema surge cuando a través de las experiencias compruebas que ese amor no es tan bonito como se muestra. El amor tiene sus momentos bonitos, nadie lo duda, pero también tiene otros y hay que saber gestionarlos, hay que saber cómo proceder y cómo llevar las situaciones. No todo el mundo es capaz de estar en pareja ni tampoco de entregarse como se debe. No es lo mismo estar soltero que en pareja porque el contexto cambia y la forma de comportarse también.

He visto y he sido consciente de que a medida que crecemos la concepción del amor se va modificando. Cuando somos más jóvenes, quizá también, somos más ilusos y tragamos más con determinadas parejas, con la falsa ilusión de que la persona que nos acompaña en algún momento pueda cambiar o parecerse a eso que nos prometieron en un inicio, pero lo cierto es que las relaciones cambian y evolucionan de la misma manera que lo hacen las amistades o las familias. Cada uno es como es y resulta absurdo aferrarse a la idea falsa de unas promesas que según avanza el tiempo, no se cumplen. Si algo he aprendido y no quiero hacer mención de nadie aquí es que para que algo funcione debe existir complicidad y sobre todo conexión. Pueden existir mil cosas más que parezca que haga que la pareja evolucione, pero sin eso, todo está perdido.

Hay parejas que están juntas por comodidad, por conveniencia, por aburrimiento, e incluso por rutina. Cada uno entiende el amor como quiere. Otras que lo están, porque juntos se encuentran mejor que separados, porque tienen dependencia emocional el uno del otro o porque no se valoran lo suficiente como para emprender el camino solos. Tampoco hay que juzgarlos porque es su forma de entender el amor.

Y existen otros que simplemente están por estar, porque se dejan querer mientras llega algo mejor y cuántas de esas hay proliferando por el mundo actual… Es algo así como una nueva forma de entender el amor. Una de esas modas pasajeras en las que decir que tienes pareja y te ves con él o ella en un futuro es casi como un pecado, donde los valores ya parecen no tener cabida, donde la fidelidad es un premio o la lealtad algo inalcanzable. Veo muchas veces a mi alrededor y sólo veo consumismo el día de los enamorados. Miles de parejas demostrando su amor en redes sociales e incluso personas que a cada nueva pareja que tienen la exhiben como si fuera un trofeo más, un mérito en su carrera del amor. ¿Dónde se quedó la intimidad? ¿Dónde se quedó aquello que no se cuenta? ¿Aquello que no se muestra?

Personas que desean tener pareja el día de San Valentín pero el resto del año, no… Personas que celebran ese día pero que el resto del año no… Y ojo, que quizá sea yo, la que ya estoy escarmentada de este tipo de exhibicionismo, porque ya he vivido bastante en temas de esta índole. Porque he celebrado muchos San Valentines con algunas personas que han hecho más mal que bien y porque yo he sido también de esas que mostraba la plenitud y entusiasmo de estos días, he sido de aquellas que cada paso que daba lo publicaba, que mostraba ese fanatismo del amor… hasta que llega un momento en el que vives un suceso que te cambia tanto a nivel personal que te hace replantearte todas tus consignas previas acerca de lo que es el amor y de lo que quieres.

Hace años si me hubieran preguntado qué es el amor tajantemente hubiera afirmado que el amor es sufrir por el sufrimiento del otro, es llorar por el otro, es entregarse hasta tal punto que te olvidas casi de ti misma. Es que te duela el corazón…

Pero a día de hoy, eso ya no lo pienso. Incluso me da pena haber creído eso en algún momento. Yo era de aquellas que decía que el amor dolía. Que cuanto más dolía, más fuerte era…  

Y ya no lo pienso por una simple razón y es porque puedes tener a alguien a tu lado pero no perderte por esa persona. Porque quien te acompaña debe elegirte todos los días y no ser tú quien le obligues a elegirte. Porque quien te acompaña debe quererte por cómo eres y no convertirte en otra persona para que te quiera. Porque quien te acompaña debe entender tus fallos y no reprochártelos día tras día. Porque quien te acompaña debe valorarte por lo que le aportas y no por lo que ganas. Porque quien te quiere debe preocuparse por ti y no obligarte a que él sea el epicentro de tu mundo. Porque quien te acompaña nunca debe hacerte elegir, nunca… Porque quien te acompaña no debe dejarte sola y sobre todo en los momentos difíciles. Porque quien te acompaña quiere pasar tiempo contigo y no sólo aquellos ratos que le sobran. Porque quien te acompaña no puede mofarse de ti, decir que son bromas y menos aún delante de determinados entornos. Porque quien te acompaña no tiene que regalarte nada cuando comete fallos importantes porque el amor no se compra, se perdona… Por esto y mil cosas más ya no pienso lo que pensaba del amor.

A día de hoy, creo que más que amor, se trata de alguien que quiera pasear contigo cogidos de la mano por el mismo sendero, que tenga las mismas miras, que no te coarte ni que te convierta en algo irreal. Alguien que te compenetre, que te de su espacio, que te apoye, que te ayude o se quede a tu lado cuando hay que estarlo… Y sobre todo que no duela.

Y ahora es cuando, quizá, haya algunos que esperen que hable por aquí de mi vida personal y por eso hayan llegado hasta estas líneas, pero si ha sido así, debo de decir que se han equivocado. En estos últimos años también he sido muy consciente de que la gente está más pendiente de la vida personal de los demás que de sus propias miserias amorosas.

Por que el amor cada uno lo entiende a su manera pero es cierto que al igual que nosotros cambiamos, también con ello el significado de todo lo que le rodea y no podemos entender ese amor de la misma manera, ahora que hace quince años atrás. Y es que queramos o no, todos estamos marcados por alguna experiencia que nos hizo ser más precavidos o desconfiados, que nos cambió por completo y que nos hizo y hace vivir quizá, todo de una forma más realista y no con tanta inocencia… Y es que el amor, sólo se puede entender cuando uno lo vive de verdad.



lunes, 6 de febrero de 2023

El resultado de todo aquello que se llevaron

Es curioso cómo a medida que nos vamos haciendo más mayores nos da por pensar más, a veces en las cosas que no hemos hecho y otras en las que podíamos haber hecho. La vida avanza a un ritmo estrepitoso y no se para por mucho que tú necesites a veces que lo haga. Puedes encontrarte perdido, desubicado pero eso a la vida le da igual, te empujará a seguir sea como sea, los días seguirán pasando y te sentirás forzado y te preguntarás por qué al resto de la gente se le hace tan fácil y simple vivir mientras a uno mismo le cuesta lidiar con sus frustraciones y miedos. 

Pero todo puede ser apariencia porque se trata de la imagen que queramos proyectar. Estamos tan acostumbrados a plasmar en las redes sociales una imagen tan distorsionada de la realidad que también algunos intentan practicarlo con el día a día.

Cada vez estoy más convencida de que es muy peligroso contar o expresar ante los demás, la realidad de los temores o complejos que nos atormentan. La vida tiene sus momentos buenos, por supuesto, pero creo que cuando uno es más joven todo se hace más llevadero. Uno tiene más ilusión, más fuerza y sobre todo que es lo que considero vital, está menos dañado. Es virgen en asuntos emocionales y apenas uno cuenta con experiencia sentimental.

Por nuestra vida pasan tantas personas que nos dan lecciones… Personas a las que nos hemos aferramos de una manera, a veces, desorbitada. Quizá, porque en algún momento hemos pensado que eran nuestra tabla de salvación. Cada una de esas personas que han compartido momentos nos han enseñado cosas que, de no haber aparecido, probablemente no las hubiéramos aprendido. Pudiera ser que otras aparecieran y nos hicieran ver las mismas equivocaciones o fallos que hemos cometido pero de una forma u otra, puedo echar la vista atrás y darme cuenta que cada una de esas personas que han pasado, se han llevado algo. Y no estoy hablando de amores sino también de amistades porque hay lejanías y rupturas amistosas que duelen muchísimo en el corazón.

Si ahora tuviera la oportunidad de volver atrás y sabiendo lo que sé, y me dieran la posibilidad de eliminar de mi vida a algunas personas, siendo sincera, dejaría a muchas ahí, algunas que me han partido el corazón como el primer amor pero a pesar del dolor y el sufrimiento de su ruptura y lo duro que fue para mí creo que eso me valió para empezarme a querer y poder ver que si uno quiere, puede salir de cualquier pozo y sobre todo, para valorar aún más si cabe el significado de la palabra amistad porque gracias a ella, yo pude salir adelante.

Tampoco borraría muchas de las amistades que he ido teniendo y que han sido muy intensas pero que me han dejado marcada porque eran de la infancia porque eso me ha enseñado a evidenciar que no serían amistades tan verdaderas cuando por tomar caminos diferentes se fueron disolviendo en el tiempo. También he visto que las amistades que uno va haciendo cuando es más mayor no cuentan con la misma inocencia de aquellos años atrás. Son amistades que en algunos casos, se intoxican al menor contratiempo y el orgullo prevalece por encima de cualquier sentimiento verdadero porque ya no estamos para aguantar determinadas situaciones. Porque vamos cumpliendo años y nos sentimos más dañados y sobre todo más desconfiados.

Dejaría a muchas personas que han pasado por mi vida y que a pesar del mar recuerdo o de la mala experiencia, me han convertido en lo que soy. Actualmente, en alguien que no me gusta porque el daño de aquellos que sí que borraría también hace mella. Todas y cada una de las personas se llevan algo de nosotros, parte de nuestra alegría, de nuestro entusiasmo, de nuestra valentía, fortaleza e incluso, de nuestra forma de entender la vida y definir nuestra ruta de vida. Cada bache emocional que hemos vivido nos hace desviarnos un poco del ideal de persona que nos gustaría ser. Aunque también es verdad que el contexto influye de forma abrupta.

Pero lo cierto, es que somos el resultado no sólo de todo aquello que hemos vivido sino de todas las personas que han pasado a nuestro lado; personas importantes o fingidas, conocidos o cercanos, amistades intensas o falsas, amores reales o de relleno, compañeros de trabajo impuestos o elegidos, jefes o esclavos con pretensiones, familiares lejanos o íntimos, profesores con vocación o con interés económico, personas que queríamos que estuvieran pero que no pudieron hacerlo, personas que no queríamos que se quedaran y lo hicieron, personas que pudieron ser y no fueron, personas que nos mintieron y se lo consentimos, personas que fueron reales y les fallamos…

Todos, absolutamente todos, contamos con este tipo de personas en nuestro pasado y son ellos, los que nos hacen ser cómo somos en el presente… el resultado de todo aquello que se llevaron.



miércoles, 21 de diciembre de 2022

O nos hacemos a ella o puede con nosotros...

Otro año más que está a punto de finalizar y con él, espero que un sinfín de emociones negativas que deseo con todas mis fuerzas que se lleve consigo. Pero si nos ponemos a pensar, todos creemos que el corte del 31 de diciembre al 1 de enero marcará un nuevo momento o algo así, porque depositamos esperanzas o ilusiones en algo que sólo lo divide una fecha. El fin de un año y el principio de otro… Pero, por qué las cosas van a cambiar? Qué pasa el 1 de enero para borrar todo lo que no nos ha gustado del año anterior? Realmente es absurdo, pero sé que este año sólo quiero borrarlo de mi mente. Hay cosas sobre las que hablaré aquí pero que no volveré a hacer en ningún otro momento porque se trata de un resumen, pero eso no quiere decir que aún no me duela.

Este año, mi año, ha estado marcado por dos acontecimientos que me han hecho sentirme muy débil y desubicada. Que me hacen ahora mismo sentirme perdida y encima, dar la apariencia ante los demás, de que ya está todo mejorando. Pero es que de nada sirve quejarse o repetirle a los demás ciertas cosas cuando no les afecta. Todo el mundo está demasiado ocupado en que le escuchen y no en escuchar a los demás. Por eso, los días han ido pasando entre miedos, incertidumbre y sobre todo, desconfianza en el futuro, en el día de mañana o en las posibilidades que la vida me pueda brindar. 

Tengo miedo, sí, esa es la palabra. Miedo, quizá irracional que me paraliza muchas veces, que me hace sentir de menos, que me hace valorarme poco, que me bloquea, que me hace llorar muchas veces y que sobre todo que no sale de mi cabeza. Que se ha instalado en mi y hay días que insiste en manifestarse con más fuerza y otros, en quedarse quieto. Pero lo cierto, es que ese miedo vive conmigo todos los días y aunque quiera echarle, no quiere irse.

Este año ha estado marcado por dos asuntos que son prioritarios en una vida y esos han sido, salud y trabajo. En estos dos ámbitos he recibido malas noticias, que siempre, bajo el prisma de los demás, no es para tanto. Pero ojo, que cuando algo más mínimo le sucede a los demás, parece que se paraliza el mundo. Estoy cansada de promesas y de frases hechas de personas que luego se derrumban a la mínima en sus vidas. Todos tenemos miedos, pero algunos sabemos esconderlos y fingir mejor que otros.

Tengo miedo a que algo se pueda volver a repetir en cualquier momento en temas de salud. He pasado buena parte del año pegada a una jeringa de heparina. He llegado a estar muy cansada de la situación, del miedo en cada consulta, de la evolución… Incluso, tengo que reconocer que algunos días, he pensado en no pincharme por el cansancio, porque sólo se trataba de un parche que no iba a arreglar nada porque el problema seguía estando y sigue estando… pero tengo que decir que lo único que me ha motivado a hacerlo y a lidiar con esta situación es mi hija. Ella me da la fuerza para pensar que al final del túnel hay una luz que hará que deje de tener miedo en este asunto. 

Hay días que me resigno e intento pasar de todo pero hay otros que me atemorizan. Aún recuerdo, aquella consulta de mayo en la que tenía revisión y entré llorando. Sólo tenía ganas de desaparecer y no hablar con nadie. Ese mismo día, encima, me habían despedido.

Y esto lleva al segundo asunto que me ha marcado y me ha destrozado a nivel personal y con mi proyecto de vida. Me despidieron de la noche a la mañana y por supuesto que pueden hacerlo, claro que sí, pero eso no quita para que en ese momento me sintiera en un abismo, me sintiera perdida y que pensara que no era justo porque las cosas no se hacían así. En realidad, estaba furiosa con las circunstancias, con las maneras y conmigo misma. El problema era que el sitio donde trabajaba formaba parte de mi pasado y que tenía sentimientos de aprecio y cariño hacia esa empresa, hacia ese lugar y lo que es peor, hacia las personas que allí estaban y habían trabajado. 

Por eso el batacazo fue tan fuerte para mí. De tenerlo todo pasas a no tener nada. A sentirte sola y vacía. Reconozco que el problema ha sido mío porque un trabajo es un trabajo y no debe ser nada más. Pero también, mi padre me enseñó muchos años antes, a sentir ese cariño hacia ese lugar, así que en cierta manera, él también me ayudó a encariñarme y en consecuencia, tiempo después a sentirme tan mal y a decepcionarme con la situación. Es cierto, que de haberlo sabido no hubiera tragado con muchas cosas ni con determinados compañeros. De haberlo sabido me hubiera comportado de otra manera y con otra actitud. Han sido varios años allí y cuando ha sucedido esto me he sentido realmente devastada, sola y perdida. Muy perdida.

Hace meses era incapaz de poder hablar de cómo me sentía porque no podía, porque era imposible... porque comenzaba a llorar sin parar... Ahora ya puedo hablar de esto pero me siento igual de perdida porque de nada vale pensar en el futuro o tener algún proyecto personal confiando en que el trabajo va a ser el sustento cuando realmente, el futuro depende de otras personas que ocupan otros puestos superiores. Personas que tendrán las cosas más fáciles que sus empleados, a día de hoy.

Y aquí me encuentro, terminando el año, un año que pedí que fuera mejor de lo que ha sido. Un año lleno de movimientos sísmicos que me han hecho cambiar, que me han agriado el carácter, que han hecho desconfiar de mi valía y que me han hecho alejarme de muchas personas. Sin querer las circunstancias nos hacen cambiar sin nosotros quererlo. Sin esperarlo, las cosas suceden y todo lo que teníamos planeado, un día, ya no se puede realizar y aunque me está costando adaptarme a la situación, eso no quita para que algunos días parezca que tenga fuerza y otros que mis ganas desaparezcan.

Y como todo en la vida, sólo las personas que han pasado por la misma situación saben lo que supone. Porque a todo el mundo le gusta mucho hablar, quizá más a aquellos que no se han puesto en los mismos zapatos y es por eso, por lo que prefiero muchas veces callar antes que perder el tiempo con esos comentarios sacados de los libros de autoayuda o de esas estúpidas frases positivas de las tan vendidas tazas de desayuno.

Y es que la vida va en serio… y hay una cosa que está muy clara y es que, o nos hacemos a ella aunque no queramos o la vida puede con nosotros…

La pena de todo esto es que, hasta que no tengamos los mismos miedos, no seremos capaces de entendernos.


 

lunes, 8 de agosto de 2022

La culpa de todo esto

Podemos tener muchos planes, muchas formas de ver la vida, de entenderla e incluso de asimilarla, pero si algo está claro es que no depende de nosotros la evolución de dicha vida. Nos preparamos, vamos conociendo a personas que nos acompañan, algunas de forma temporal y otras, indefinida, hacemos planes, manejamos las situaciones que independientemente de que nos gusten más o menos, pero vamos tirando o lo que es lo mismo, cumpliendo pequeños objetivos que, después de habernos dado, obviamente, algunos choques que nos han dejado heridas y cicatrices y que en su momento nos parecían incurables, pero que nos permiten seguir andando o incluso, cojeando y con determinadas mochilas emocionales en nuestras espaldas.

Pero el problema surge cuando no sucede una vez, ni dos, ni tres… sino que es una constante. Que la vida es una y qué jodida y cruel puede ser a veces. Pasamos del amor a la rabia en cuestión de segundos. Pensamos que a nosotros nada de lo que a otros les sucede en cuestiones de dificultades, nos puede pasar. Será que pensamos siempre que somos diferentes. Pero la realidad es otra. La realidad es que da igual los planes que hagas o lo bien que te pueda ir en determinados momentos porque luego cuando menos te lo esperas, todo se desmorona. Todo se va a la mierda. Y como seres humanos que somos, intentas cuestionar o justificar las acciones que van sucediendo en tu vida. Tienes muchas cosas buenas, por supuesto, pero hay otras que de repente, puedes volver a revivir. Y es ahí cuando entran los miedos, cuando da igual lo que hagas o dejes de hacer durante unos meses porque la desgana, la apatía y la decepción estárán presentes. 

Y así me encuentro yo ahora mismo... Sin rumbo fijo, perdida o más bien intentando mantenerme a flote con mis fluctuaciones emocionales. De repente, siento que he vuelto al pasado, me encuentro en la misma situación, pero con más años y con otras responsabilidades.

Con esto quiero decir que este año está siendo muy malo, realmente asqueroso y podría mostrarme más emocional pero no me sale, no tengo tacto ahora mismo para ello. Quizá porque al final ves que mostrarte humana no vale para absolutamente nada. A nivel de salud, he recibido algún palo que me ha hecho caer en picado, disgustarme de forma increíble, pasar de algo que puede ser fortuito a convivir con ello. Y sobre todo a tener miedo.

A nivel de trabajo, podría comentar muchas cosas pero creo que no seria conveniente dejarme llevar por el momento que ahora mismo estoy atravesando. De tenerlo todo he pasado a no tener nada. De tener estabilidad he pasado a tener incertidumbre y un miedo atroz al futuro. Un día lo tienes todo y al siguiente… al siguiente, sólo tienes decepción.

No quiero verme envuelta en la misma situación de años atrás, de resignarte y ser consciente de que todo lo que pueda pasar a partir de ahora no será más que ir dando bandazos de un lado a otro. No quiero tener que lidiar con mis pensamientos durante demasiado tiempo porque es una lucha constante entre lo que pienso y lo que es el día a día. Mis temores, esos que no me permiten valorarme como debería porque ya no sé realmente si lo valgo.

Que cada vida es diferente, por supuesto, pero la angustia que cada persona pueda experimentar sólo la conoce quién lo está viviendo. Que de nada vale que te den consejos cuando no han caminado con los mismos zapatos porque puedo afirmar que yo he sido la primera que lo ha hecho y es ahora, cuando me doy cuenta de esa realidad. Nada es lo que parece y que la imagen que uno proyecte sobre su entorno social puede ser muy diferente a lo que, dentro está sintiendo. En mi caso, me resulta más fácil disimular que dar explicaciones de los sentimientos verdaderos que me rondan actualmente.

A lo mejor son etapas, no lo sé, pero me gustaría creer que lo serán o al menos eso quiero desear porque de lo contrario, entraría en desesperación.

A día de hoy nos enseñan a ser fuertes, a poder con todo, a sobrevivir en una sociedad donde la lealtad es temporal, donde los amigos son circunstanciales y el amor algo interesado… La sociedad nos dice cómo actuar y qué contar… Y te replanteas tantas cosas… Tantas que la vida misma te parece tan injusta… Que tengo demasiado caos en mi cabeza como para poder aclarar mis propias ideas. Todos pasamos épocas difíciles, por supuesto, pero ahora mismo me encuentro parada, sin ganas de andar, en un cruce de caminos y no sé cuál escoger.

Lo cierto, es que vas sumando años y a través de las experiencias se aprende. Las cosas te duelen cuando suceden pero ya no te disgustas tanto como antes, te duele, sí, por supuesto, pero al día siguiente te levantas porque tienes que hacerlo, porque tienes que seguir, porque da igual que tu vida se pare en seco, ya que el resto de las vidas siguen avanzando. Lo mismo sucedía cuando la mía avanzaba y la de otros se estancaban. Hay que seguir sea como sea y aunque haya días muy malos siempre hay personas que te hacen creer en ti y ver un poco de luz a tu camino.

Hay muchas cosas de las que no me apetece hablar porque no vale de nada hacer planes porque la realidad es la que es y en esta vida hay personas que no cuentan con las facilidades que otros cuentan y no queda mas que resignarse que cada cual tiene lo que tiene, que las cosas no van a cambiar y que lo más que se puede hacer en determinados momentos, es no ahogarse y mantenerse firme como una boya en el mar, que no se mueve pero tampoco se hunde.

Que lo más probable es que la culpa de todo esto lo tendrá mi debilidad e incomoda sensibilidad. Me gustaría ser de otra manera, ya lo he dicho muchas veces y quizá sí que me haya vuelto más fría, práctica y sobre todo selectiva pero aún me queda mucho camino que recorrer con respecto a determinadas fortalezas pero de una forma u otra, lo más importante es intentar tener pensamientos positivos y no dejarme llevar tanto por lo que pueda encontrarme en el futuro y si no puedo con ello, intentar parar mi mente en seco. Pero como bien es sabido una cosa es la teoría y otra la práctica… 

 Y es que aunque suene redundante, cada uno tiene que intentar vivir su vida día tras día y que un pequeño logro conseguido para uno puede no suponer nada para otros, pero lo importante es seguir adelante...



 

sábado, 28 de agosto de 2021

Es inevitable que aparezcan los miedos


Si uno se pone a observar a su alrededor puede darse cuenta de la barbaridad de personas con las que se cruza. La gran cantidad de gente que ha llegado a conocer en la vida y que a día de hoy pueden seguir estando o, por el contrario, haber desaparecido por las circunstancias que elegimos o que nos vienen dadas. Existen decisiones que tomamos de las cuales dudamos y otras, de las que en un momento determinado estamos muy seguros pero, que con el tiempo, podemos ponerlas en cuestión.  Muchos se preguntan que hubiera pasado de haber tomado otro camino, de haber elegido otro sendero, pero considero que ese es el peor fallo que uno puede cometer… la equivocación es el simple hecho de pensar que la vida hubiera sido mejor eligiendo la otra opción.

Nunca se puede saber lo que el futuro nos puede deparar y eso en el caso de que aún, uno, sea valiente y se atreva a pensar en algún futuro porque si algo he aprendido de la vida es que ésta es incierta y que en cualquier momento lo que hoy tienes, mañana puede no estar. La vida te cambia de un día para otro y de nada te vale, muchas veces, hacer planes con demasiada visión porque las cosas pueden no salir, las cosas pueden truncarse por el camino e incluso, en algunas ocasiones, el futuro no depende sólo de uno mismo sino de un entramado de personas y circunstancias que te empujan sin ser consciente a veces de ello.

Y en todo esto, existen los miedos. En la vida hay miedos, muchos miedos. Algunos miedos con el paso del tiempo los enterramos hasta tal punto que de toda esa gente que nos rodea, son pocos, muy pocos, los que son conocedores de ellos. Lo más sencillo y rápido es ocultar esos miedos que nos provocan daño y que con los años, podemos incluso, llegar a pensar que los hemos olvidado pero solo basta un segundo para que haya algo que haga que esos miedos vuelvan a un primer plano. Algo que nos lo evoque y volvamos a abrir ese cajón que hemos tenido que cerrar para, muchas veces, poder seguir adelante.

Según vamos cumpliendo edad, esos miedos pueden cambiar y no serán los mismos según las épocas. Incluso, resulta asombroso como si uno echa la vista atrás, es consciente de que ahora uno es más vulnerable por los daños, la toxicidad y las equivocaciones. Todo pasa factura. Cada momento que hayamos vivido que nos haya generado una sensación de negatividad, angustia o similar, nos afectará en el futuro y es que quizá, no seamos apenas conscientes de ello porque no aprendemos de la vida como debiéramos...

¿Cuántas veces nos hemos aferrado a cosas imposibles? ¿Cuántas veces hemos llorado por situaciones que se escapan de nuestro control? ¿Cuántas veces hemos dicho que cambiaríamos y seguimos, en realidad, siendo los mismos? O lo qué es peor, ¿cuántas veces hemos dicho que no nos pasaba nada cuando en realidad podíamos sentirnos frustrados?

Y ves a la gente, decides observar y parece que nadie tiene miedo, pero cuando profundizas, es cuando puedes ver el interior y comprobar que también esas personas tienen temores. Todo el mundo aparenta ser más fuerte de lo que es. Todo el mundo quiere mostrar su mejor cara y su perfecto mundo ante un montón de amigos superficiales, conocidos y ya de manera constante y agotadora en redes sociales, pero la vida no es así. Nos han enseñado que todo irá mejor si somos felices, pero para saber valorar la felicidad hay que haber estado sumido en la tristeza. No es lo mismo aparentar ser feliz que ser feliz. Como tampoco es lo mismo estar triste que tener una depresión.

Y sí, yo tengo miedos. Hace años podría decir que tenía otros miedos y no los que tengo hoy en día. Los miedos de cada uno son, obviamente, personales y quizá, no los puedan entender otras personas como yo pueda no entender los miedos de otros. Pero está claro que esos miedos te hacen pensar y mucho. Son miedos que, a veces, te paralizan y que el cuerpo es capaz de captar haciéndote más vulnerable en el ánimo, el humor y lo que es aún peor, físicamente.

Y es que el miedo pueden ser momentos que deseamos no tener que volver a vivir, miedo a personas y a lo que nos evoca su presencia... miedo a que una situación no cambie y se perpetúe en el tiempo o incluso, a que las cosas cambien, a que algo vaya demasiado rápido, a no superar una enfermedad... miedo ante un diagnóstico, ante una prueba... miedo al futuro, a la muerte, al mismo hecho de vivir... miedo a la soledad, a perder el trabajo o a no encontrarlo... miedo a que te mientan o te fallen, a que no cumplan las promesas, a que te traicionen o te sean desleal, infiel... miedo a perder algo que quieres, a no alcanzar ese objetivo y acabar por rendirte porque ya no puedes más... miedo a perder la custodia de tus hijos, a que tu expareja te haga la vida imposible, a que utilice y manipule a esos hijos que tenéis en común para ponerles en tu contra... miedo al qué dirán, a las opiniones de los demás tanto buenas como malas... miedo a que se enteren de tus secretos, de lo que vas a hacer o ya has hecho... miedo a encontrar a otra pareja tóxica, a otro hombre o mujer que no merezcan la pena o directamente a no encontrar ya a nadie o de hacerlo que no sea mutuo.... miedo al pasado, a mostrarse débil, a no poder con el día a día y sus exigencias... miedo a ir al psicólogo o psiquiatra, a tomar pastillas y sus efectos secundarios... miedo a no poder quedarte embarazada tras muchos intentos y ver que el resto sí que puede hacerlo con total facilidad... miedo a abortar por voluntad propia y que el resto se pueda enterar... miedo al parto, a una cesárea, a una operación programada o de urgencia... miedo por el futuro de tus hijos, de no poder pagar las mensualidades de la hipoteca, de no llegar a finde de mes...  es decir, miedos de diferentes índoles según lo experimentado. Y no quiere decir que uno sea más o menos importante puesto que si afecta es que, de por si, es ya importante. Todos, absolutamente todos, hemos tenido algún tipo de miedo o lo estamos teniendo y serán algunos de esos y muchos otros que no aparecen anteriormente. Todos hemos experimentado ese tipo de sensaciones por la simple razón de que estamos vivos.

Pero de una manera o de otra, los miedos existen y quizá sean las lecciones más valiosas que la vida nos pueda dar. Las experiencias que han hecho que seamos lo que somos no son más que el resultado de nuestras decisiones. Y no hay decisiones buenas o malas sino lo que en su día era lo más correcto o lo que tú creías que era. Podemos reflexionar acerca del pasado, podemos pensar en el futuro pero en cierta manera, estaremos perdiendo el tiempo, porque lo que de verdad importa es el presente, es vivir con la seguridad de disfrutar del día a día. De disfrutar y no perdernos nada de lo que está pasando en este mismo instante.

Y que si en algunos de esos días, aparece el miedo y uno se siente más vulnerable, quizá sea que la propia vida nos está recordando que hay miedos que con el paso del tiempo se convierten en aciertos, que de todo se debe aprender y que los miedos son sólo miedos porque la realidad es que nada puede pasar más que los días, los meses o los años… Porque lo realmente importante es todo aquello que uno ha superado y que no hace falta aparentar ser más fuerte de lo que realmente es porque las fachadas no aseguran el interior.

Y es que las personas que más miedos tenemos somos las que más experiencias hemos vivido… teniendo esto, su parte mala que es la de llevar consigo una mochila emocional que nos influye queramos o no,
en el día a día. Pero que de la misma manera que cargamos con eso, también somos capaces de valorar las cosas de una forma mucho más intensa y sincera que otras personas. Sabemos apreciar los pequeños detalles y entender que lo más importante es el sentimiento que una situación desprende. 

Porque no debemos nunca olvidar que la magia del ser humano está en su esencia y sobre todo en sus emociones y es aquí cuando es inevitable, que se instauren los miedos por mucho que queramos evitarlos y es que si queremos vivir, estaremos plagados de días felices que se complementan a su vez con miedos que pueden ser pequeños o grandes pero que hacen que toda nuestra existencia merezca la pena y que nuestro camino nunca se detenga porque pase lo que pase siempre hay que seguir caminando y no olvidarnos de reflexionar y pensar en el gran regalo que nos da la va vida que es la de disfrutarla a pesar de tener, en ocasiones, algunos baches que hay que sortear o directamente, tener que hacerles frente.  

La vida es eso... Es ir sumando experiencias y añadir aprendizajes que nos hacen mantenernos alerta a través de los miedos... Es entender que todos al igual que tenemos ilusiones, tenemos temores y es que está socialmente más aceptado el compartir las fortalezas que las debilidades. Pero es que el fondo, todos nos parecemos más de lo que creemos...